Nos dirigimos al aparcamiento privado y nos dividimos en dos autos para ir al restaurante. Emily y yo nos quedamos con Daniel, mientras que Delia se fue con Jackson en su auto deportivo. Noté que a Emily no le hacía mucha gracia, pues conocía su interés por Jackson, pero también sabía que era muy testaruda y no iba a dar su brazo a torcer tan fácilmente.
Enfurruñada, Emily se montó en el asiento trasero y no dijo nada. Por mi parte esperé mientras Daniel abría la puerta y me tendía la mano como todo un caballero para ayudarme a entrar. Cerró la puerta y fue por el otro lado, ajustando nuestros cinturones antes de salir del estacionamiento.
—Daniel, ¿Taylor no te acompaña hoy? —pregunté curiosa, notando su ausencia.
—No, me pidió un par de días para visitar a su hija.
— ¡Oh, tiene una hija! —comenté sorprendida—. Siempre lo he visto tan serio y en alerta que me cuesta imaginarlo de otra manera.
—Taylor es un buen hombre y un excelente empleado —dijo Daniel con orgullo—. Lleva muchos años trabajando a mi lado y siempre ha sido un apoyo incondicional.
—Me alegra saber que te rodean buenas personas y que te cuidan —comenté sonriendo mientras Daniel tomaba mi mano y le daba un beso, sin soltarla siguió conduciendo. Me sentía muy bien a su lado.
Al llegar al restaurante, un joven con uniforme se acercó a abrir mi puerta y me ayudó a bajar del auto, haciendo lo mismo con Emily. Daniel entregó sus llaves a otro joven y nos dirigimos hacia la entrada del lugar.
El restaurante era muy lujoso y espacioso, con grandes arcos y ventanales enormes que permitían la entrada de luz natural. En sus paredes se colgaban cuadros con paisajes bellísimos, creando una atmósfera de elegancia y sofisticación. Las mesas, con impecables manteles, estaban distribuidas por todo el local, y en un costado se encontraba una gran barra, junto a una puerta amplia que daba a una terraza.
No pude evitar sentirme impresionada por la belleza del lugar, y me di cuenta de que esta salida sería especial en muchos sentidos.
—Buenas tardes, Señor Myers, Doctor Holland que placer tenerlos por acá —dijo un hombre de cabello blanco y baja estatura, que nos recibió con una cálida sonrisa.
—Buenas tardes, Bruno ¿cómo has estado? —le saludó Daniel amablemente y estrechó su mano.
— ¡Hola Bruno! —le saludo Jackson con una sonrisa, dándole una palmadita en la espalda. Él no era tan formal como Daniel.
—Estoy bien, señor. Gracias por preguntar —respondió y les dirigió una sonrisa a ambos.
—Bruno, ellas son Nicol, Emily y Delia —dijo Daniel, señalando a cada una de nosotras.
—Buenas tardes, señoritas bienvenidas —dijo Bruno con una ligera inclinación de cabeza.
—Hola, gracias Bruno—le dije, al igual que Emily y Delia saludaron.
—Señor, ¿la mesa de siempre? —preguntó dirigiéndose a Jackson.
— ¿Qué les parece si vamos a la terraza? Hace un buen día —sugirió sonriendo.
Asentimos, disfrutando del día fresco y del sol radiante. Se sentía acorde con nuestro estado de ánimo.
— ¿No crees que pueda ser un problema, Jackson? Sabes cómo son los paparazzi —dijo Daniel, preocupado. Al comprender a lo que se refería trate de alejarme de él, pero apretó mi mano suavemente.
—Daniel... —susurré nerviosa observando a todas partes.
—Estaremos bien —me aseguró Daniel, y acortó la distancia entre nosotros.
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Que La Marea Decida.
RomanceNicol es una mujer de treinta y cinco años con una vida realmente sencilla y tradicional que la consume y, en ocasiones, la llena de desdicha. Sin embargo, un giro del destino cambia su vida por completo cuando sufre un accidente que pone su mundo p...