Tras salir del ascensor, Jackson se despidió una vez más y se marchó. Daniel llevó la silla de ruedas hacia una salida privada donde nos esperaba un hombre alto y corpulento, a quien creí reconocer como Taylor. Vestido con un traje negro muy formal, su presencia imponía respeto y no cualquiera se atrevía a cruzarse en su camino. Al acercarnos, Taylor abrió la puerta del auto y se plantó frente a mí. Sin embargo, Daniel rápidamente intervino diciendo:
—No te preocupes. Yo lo hago —Taylor asintió y se hizo a un lado mientras Daniel me indicaba—, coloca tus brazos alrededor de mi cuello.
Me di cuenta de que esto se estaba convirtiendo en una mala costumbre que iba a extrañar muchísimo. Hoy, Daniel me había cargado en sus brazos más veces de las que nadie lo había hecho en toda mi vida, y no podía evitar sentirme increíblemente segura y protegida. Pero, ¿cómo era posible sentirme así cuando sabía lo que me esperaba en casa? Era importante que le dijera a Daniel que no estaba sola y que aclarara la situación de una vez por todas.
—Daniel... —le susurré suavemente mientras me sujetaba en sus brazos—, necesito decirte algo.
Una vez que me ayudó a estar cómoda en el asiento, apretó suavemente mi mano y dijo:
—Voy por el otro lado, ya estoy contigo —cerró la puerta y habló con Taylor afuera por un momento, antes de entrar al auto y sentarse a mi lado.
Algo había cambiado. Daniel me miraba seriamente con esos ojos profundos y escrutadores que me hacían sentir pequeña e insegura. No sabía por dónde empezar, así que decidí soltar la verdad sin rodeos.
—Yo... tengo una familia —mencioné con voz temblorosa.
—Todos la tenemos —respondió Daniel nuevamente con ese tono de arrogancia que me irritaba. Pero en este momento, lo dejé pasar.
—No, no me entiendes.
—Entonces explícame Nicol.
—Yo... Estoy casada y tengo una hija —dije apresuradamente, sin saber cómo reaccionaría él—. Sé que debí mencionarlo antes, pero... Daniel, no quiero que pienses que me estoy aprovechando de la situación. Es solo que... —hice una pausa, no sabía cómo continuar, me daba vergüenza admitir que me gustó su cercanía.
—Lo sé, Nicol —respiró profundo antes de tomar mi mano y darle un ligero apretón—, debimos haber empezado por allí —agregó con seriedad. Luego, se dirigió a Taylor—. Por favor, llévanos a casa de la señora Valencia.
El ambiente en el auto había cambiado y ahora reinaba un silencio incómodo. Sabía que la confesión que acababa de hacer arruinaba la experiencia que habíamos compartido. Miré por la ventana, sumida en mis pensamientos, mientras el auto avanzaba por las calles de la ciudad.
Una sensación de inquietud me invadió al pensar en cómo Daniel había conseguido mi dirección. Pero no dije nada, me quedé en silencio, con el ceño fruncido, mirando por la ventanilla. De repente, sentí que ponía algo frente a mí. Era una carpeta.
La abrí con cautela y me encontré con un expediente completo sobre mí. Quedé asombrada. Toda mi vida debía estar allí, en esas hojas. ¿Cómo había podido investigarlo todo? ¿Y cuándo lo había hecho? Nunca se había separado de mí.
Daniel me sacó de mis pensamientos cuando habló con seriedad, explicando su comportamiento.
—Siempre investigo a las personas que entran en contacto conmigo. Disculpa si he invadido tu privacidad, espero que puedas entenderlo —su tono era frío y su mirada distante, muy diferente al señor amabilidad que había conocido antes.
Aunque entendía su necesidad de protegerse, no podía evitar sentirme expuesta y vulnerable. Permanecí en silencio, sin saber cómo responder a la situación tan embarazosa que se había desarrollado entre nosotros.
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Que La Marea Decida.
RomanceNicol es una mujer de treinta y cinco años con una vida realmente sencilla y tradicional que la consume y, en ocasiones, la llena de desdicha. Sin embargo, un giro del destino cambia su vida por completo cuando sufre un accidente que pone su mundo p...