Capítulo 44, alternativo 37

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Edimburgo, año 1752

El tiempo fue pasando y cuando Thomas quiso darse cuenta eran ya 5 años los que llevaba preso en Ardsmuir. Durante ese tiempo y gracias a sus negociaciones con Lord John había logrado que se mejoraran las condiciones de los presos.

Y no solo eso, gracias a sus influencias una de las celdas había sido remodelada y se usaba como de improvisada enfermería donde atendía como podía a los presos que caían enfermos. Allí se les proporcionaba una cama blanda y los cuidados necesarios por parte de Thomas y Georg quien no se despegaba de su lado y poco a poco iba aprendiendo lo suficiente de plantas medicinales como para poder echarle una mano en las curas.

Una vez a la semana, Thomas cenaba con Lord John y le ponía al día de la salud de sus prisioneros y de cómo iban las cosechas, aconsejándole que plantar y dónde.

Gracias a sus consejos tenían cosecha de sobra para poder alimentarse ellos y el resto ser vendida o intercambiada por medicamentos que eran necesarios y Thomas podía obtener de sus codiciadas plantas, que también se aseguraba de tener bien a mano gracias a un pequeño huerto que habían improvisado en una parte del patio.

También se encargaba de la salud de los soldados británicos, notando que para ellos nunca escaseaban los medicamentos.

Pero el tiempo pasaba y con el aumentaba la desesperación de Thomas. Nunca iba a salir de Ardsmuir, pasaría el resto de su vida encerrado en esa lúgubre prisión y no había noche que viera a Bill en sus sueño. Y a su hijo, algo le decía que había sido varón. Bill le había prometido llamarle como a su padre, así que el pequeño Jamie en esos momentos contaría con 5 años.

Podía verlo crecer en sueños, como Bill le acostaría cada noche y le contaría historias de su verdadero padre, un guerrero escocés que había dado su vida por Escocia. Porque para Bill, él estaba muerto. Le dijo que lucharía en Culloden, que resistiría hasta el final pero Bill sabía que era una causa perdida y lo más seguro era que hubiera muerto en el campo de batalla.

Y Thomas quería que pensara que así había sido, no quería que se pasara la vida esperando el regreso de un fantasma. No quería que buscara en libros, que quisiera saber cuál había sido su destino porque entonces no podría seguir adelante con su vida ni con la de su hijo.

Quería que le recordara como la última vez que le había visto, vivo y enamorado de él. Y que cada vez que mirara a su hijo le viera a él, seguiría vivo a través de Jamie y con eso se tendría que conformar.

Pero... ¿qué pasaba con él? No tenía ningún recuerdo de Bill, solo cuando cerraba los ojos y se le aparecía en sueño, con su pelo al viento y sonriendo. Le echaba tanto de menos que había noches que lloraba en sueños.

Como ese día. Se había despertado con la respiración agitada y los ojos llenos de lágrimas. Se levantó con rapidez, el resto de sus compañeros seguían durmiendo y salió de la celda donde estaba, al ser el sanador de la prisión el guardia que hacía de centinela tenía orden de dejarle salir siempre que lo necesitara.

Se dirigió a la celda que hacía de improvisada enfermería o esa era la excusa que le había dicho al centinela. Uno de los presos estaba enfermo y esa noche la estaba pasando en la enfermería bajo el cuidado de Georg para que él descansara, pero lo que necesitaba en esos momentos era respirar un poco de aire fresco.

Subió las estrechas escaleras de piedra que llevaban al patio y a pesar del frío que le calaba hasta los huesos, permaneció en el patio un buen tiempo hasta que una mano puesta en su hombro le hizo dar un salto.

—Perdona, no quise asustarte—se disculpó Georg.

—Deberías estar junto a tu paciente—murmuró Thomas tratando de pasar por su lado.

Once in a lifetime (Je suis prest)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora