Capítulo 55, alternativo 48

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Edimburgo, año 1764

El día amaneció gris, pero por algún motivo Thomas se sentía muy feliz y no sabía el porque.

Se levantó de la cama y se acercó a la ventana de su habitación. La abrió de par en par y sintió una fría brisa que revolvió su largo pelo. El aire le traía olor a lluvia, y no tardaría mucho en caer.

Cerró la ventana suspirando y se dio prisa en vestirse, había quedado en reunirse con uno de sus mejores proveedores en Leith, el puerto de Edimburgo. Su barco habría atracado la tarde anterior y llevarían toda la noche desembarcando su mercancía especial.

Whisky. Escaseaba y él tenía buenos contactos gracias a los cuales conseguía una buena cantidad que vendía a sus mejores clientes.

Siempre con discreción por supuesto, nunca se había probado que era él quien estaba a cargo de todo, solo tuvo un pequeño altercado el año pasado del que salió victorioso al no presentarse prueba alguna en su contra.

Desde entonces sabía que era estrechamente vigilado y procuraba pasar lo más desapercibido que podía dejando el negocio en manos de sus hombres, algunos de ellos procedentes de Ardsmuir y que eran de su total confianza.

Y había una persona que era su mano derecha, su primo Gustav Fraser. Hacía años que no se veían y cuando coincidieron en Lallybroch y Thomas tomó la decisión de marcharse a Edimburgo Gustav se fue con él.

Rose y él llevaban años pensando en vivir en otro sitio, tras Culloden lo habían perdido y todo y si no llega a ser por la generosidad de la familia de Thomas que los acogieron en Lallybroch no sabían que podía haberles pasado a ellos y a los niños.

En Edimburgo, Rose trabajaba como costurera y Gustav había conseguido trabajo en el puerto descargando barcos mientras echaba una mano a Thomas en sus negocios.

Sus hijos ya habían crecido, Cameron se había casado el año anterior y esperaba su primer hijo. Y la pequeña Rose no era ya tan niña y empezaba a verse con un chico al que Gustav y su mujer veían con buenos ojos, pues se notaba que quería mucho a su hija y se desvivía por ella.

Muchas veces Thomas era invitado a comer en su casa, aunque no eran muchas las invitaciones pues no quería que se les relacionaran con él y tuvieran problemas.

Seguía usando un nombre distinto al suyo, no quería implicar a su familia en sus turbios asuntos y de nuevo volvía a ser Alexander Fraser.

Y mientras se dedicaba a su gran pasión: los caballos. Desde que se había instalado en Edimburgo hacía casi año y medio, había logrado un puesto de trabajo en la herrería del viejo Ian McKenzie quien viendo lo bueno que era no dudó en cederle su negocio al no poder seguir atendiéndolo y sin hijos que quisieran hacerse cargo.

Y a Thomas no le iba nada mal, tanto que tuvo que coger un joven aprendiz de nombre Fergus quien a pesar de sus 14 años había vivido demasiado.

Thomas recordaba la fría noche que le conoció, deambulando por las calles en busca de alimento. Le vio caer al suelo y no levantarse y le dio lástima, se lo llevó a su alojamiento y cuidó de él hasta que cedió al fiebre que tenía y decidió acogerle.

Fergus era huérfano y no tenía a nadie en Edimburgo, había viajado de polizón en un barco desde Francia y Thomas decidió que le podía enseñar el oficio y un ayudante le vendría muy bien.

Y no se equivocó, además de tener buena mano con los caballos Fergus le demostró que también podía contar con sus servicios para el contrabando de whisky, encargándose de montar guardia cuando era necesario y avisar si se acercaba alguna persona sospechosa.

Once in a lifetime (Je suis prest)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora