Capitulo 3

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Los días fueron pasando y Bill seguía con la lectura del diario a la vez que cumplía la promesa hecha a su madre y lo iba pasando a su portátil.

Ya ni tenía tiempo para Andreas, le había dado tantas excusas que no sabía que decirle ya para que no insistiera. Además, estaba en época de exámenes y mucho se temía que se estaba descuidando, el poco tiempo que tenía en vez de dedicarlo a estudiar lo pasaba leyendo el diario hasta caer dormido sobre el escritorio, y su madre notó su agitado estado.

—Bill, voy a quitarte el diario si no te cuidas más—riño Simone la tercera vez que amaneció dormido con el diario en sus manos—Sé que es especial y le has cogido mucho cariño, pero no es sano quedarte leyendo hasta el amanecer y no dedicarle tiempo a tus estudios. Me ha llamado tu profesor, tus notas han bajado y si ni espabilas vas a suspender.

Bill sabía que su madre tenía mucha razón, y que el diario le tenía bien cogido pues no podía dejar de leerlo, era como si le hubiera poseído.

—No quiero volver a verte leyendo entre semana—dijo con firmeza Simone—Solo los fines de semanas y si empiezan a mejorar tus notas. No me gusta tener que castigarte comos y fueras un niño, pero no me dejas elección.

Bill cedió a regañadientes, devolvió el diario a su madre y abrió en su lugar su libro de prácticas quirúgicas. Tenía un examen que recuperar, y pensaba hacerlo costara lo que le costase.

Y lo logró, solo estuvo 2 semanas alejado de su preciado diario y el día que lo tuvo de nuevo en sus manos sintió que esa opresión que sentía en su corazón iba disminuyendo cada vez más.

Lo había dejado justo en el nacimiento del bebé, del que aún no se sabía el sexo pues no había tantos adelantos como entonces y solo se podían fiar de intuiciones, como que si tenía la tripa más baja de lo normal era niño, y si la mujer sentía ardores de estómago sería niña.

Bill no pudo evitar reír al escucharlo, pues todo se basaba en supersticiones carentes de lógica.

Pasó la hoja y leyó como Claire detallaba como fue su parto, ayudada de la comadrona dio a luz un niño sano al que llamaron Thomas James McKaulitz.

Nada más nacer, Jamie cogió al niño y lo envolvió en un kilt con los colores del clan y lo llevó al gran salón para que el resto de la familia diera la bienvenida al nuevo miembro.

Siguió leyendo, como pasaban los años y el pequeño Thomas iba creciendo convirtiéndose en un niño muy travieso al que su padre no podía castigar pues le recordaba mucho a ese hermano que dio la vida por él y al que tanto debía.

A Thomas le siguió otro niño al que llamaron Duncan, y tras Duncan vinieron dos preciosas gemelas, Agnes y Moira, la debilidad de toda la familia.

Bill no pudo evitar emocionarse, en solo unas páginas habían pasado de ser 2 a formar una numerosa familia. Y con tanto niño a los que cuidar, las anotaciones de Claire se fueron haciendo más espaciadas. Podía pasarse meses sin escribir nada, y luego de repente llenar varias hojas donde se relatar como sus hijos se habían hecho unos hombres ya, y las gemelas unas preciosas damas que con su pelo rojizo herencia de Jamie traía de cabeza a más de un joven.

A Bill le gustaba mucho leer esa parte tan familiar, quería saber todo de sus antepasados y...quizás ese verano en vez de ir a Roma podían hacer un viaje a Escocia. Quería pisar el mismo suelo que pisaron el clan de los McKaulitz.

Esa noche se fue a dormir temprano para tranquilidad de su madre, sabía que tenía que ser responsable y dejando la lectura del diario para otro momento se fue a descansar.

Once in a lifetime (Je suis prest)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora