Capítulo 47, alternativo 40

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Berlín, año 2025

Con el paso de los años, Bill se acostumbró a su nueva vida. Lo primero que hizo fue instalarse en la habitación de invitados, no sabía por qué no lo había hecho antes. Ya no soportaba tener tan cerca a Andreas ni siquiera por las noches.

Apenas se hablaban, solo lo justo delante de su hijo para que no notase nada. Luego cada uno se iba por su lado, a pesar de trabajar en el mismo hospital apenas coincidían.

Sobretodo desde que Andreas decidió dedicarse más a la enseñanza. Gracias a sus buenas notas obtenidas se había convertido en un mentor para los nuevos residentes. Uno de sus profesores, el doctor David Jost le había conseguido un buen puesto y apenas ponía ya un pie en los quirófanos.

Bill por el contrario prefería tratar a sus pacientes que encerrarse en un aula para dar clases. Le gustaba poder ayudar a los demás y a veces se implicaba demasiado en los casos que atendía.

Muchas veces se había ido a casa hecho un mar de lágrimas cuando tenía que notificar a algún paciente que no había nada que hacer, se sentía impotente en esos momentos y no tenía a nadie que le consolara.

Con Andreas no podía contar para nada, había noches que no estaba en casa y Bill solo en su cama lloraba desconsolado, escuchando como llegaba de madrugada tras haber pasado una agradable velada con su amante.

Por suerte tenía a Jamie, esa tarde celebrarían en familia su 16 cumpleaños. Habían hecho una comida familiar a la que habían asistido los abuelos por supuesto.

En esos momentos Bill y Andreas tenían que aparentar de nuevo que lo suyo era como un matrimonio de verdad. Se sonreían con frialdad y tenían algún que otro gesto cariñoso como un breve beso en la mejilla.

Cuando sacaron la tarta Bill pudo dejar atrás su melancolía. Jamie se preparó para apagar las velas con los ojos cerrados, pidiendo un solo deseo que sus padres sabían desde hacía semanas.

—*Tengo claro mi deseo*—dijo Jamie sin abrir los ojos.

—*No malgaste tu deseo pidiendo un coche porque no te vamos a comprar uno*—dejó Bill bien claro.

—*Desea lo que quieras, nunca se sabe*—dijo Andreas poniendo una mano sobre el hombro de su hijo.

Jamie abrió los ojos y le sonrió a su padre, siempre que se encaprichaba de algo era Andreas quien se lo consentía. Bill era algo más firme en ese sentido, y odiaba que Andreas se ganara a su hijo a base de regalos y caprichos innecesarios.

Terminada la cena, Simone echó una mano a su hijo en la cocina mientras que Andreas llevaba a sus padres a casa en su coche y Gordon charlaba con Jamie mientras se comía una segunda ración de tarta.

— ¿Estás bien?—preguntó Simone.

Llevaba tiempo notando triste a su hijo, y a ella no le podían engañar. Sabía que había pasado algo entre ellos, sabía que con el tiempo la relación se iba a deteriorar porque lo que Bill había vivido era imposible de olvidar.

— ¿Cariño?—llamó Simone al ver que no le contestaba.

—No pasa nada, mamá—contestó Bill sonriendo con esfuerzo—Estoy cansado del trabajo, nada más.

—Bill, sabes que no me puedes engañar—susurró Simone para no ser oída por su marido y nieto.

Bill suspiró y apoyándose en la encimera dio rienda suelta a su dolor. Le contó todo a su madre, como llevaban años distanciados él y Andreas y que si no se habían separado era por el cariño que Jamie le tenía a su otro padre y no querían ninguno de los dos hacerle daño.

Once in a lifetime (Je suis prest)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora