Ultima oportunidad

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Olympus
Diciembre 31 2020
Omnisciente POV

"Percy... hijo Mío" masculló el Dios Del Mar acercándose a su hijo con suma cautela, sus ojos verdemar como los de su progenie brillaban de felicidad como la olas que reflejan los rayos del sol en medio Del Mar, como la espuma que es arrastraba con el oleaje hasta las costas brillando gracias a los cristales de sal en ella, aunque era la única parte de el que demostraba vigor, su cabello y barba que una vez fueron negros se veían grisaceos, casi blancos algo que representaba el estado actual de su reino, un reino que había desaparecido al haber sido consumido por las poderosas erupciones y heladas, ademas de caer en los abismos que se abrieron por los terremotos, su rostro se veía viejo, arrugas lo atravesaban de la misma manera que las grietas surcaban el lecho marino

Percy se dejó abrazar por su padre, por un segundo no supo como reaccionar y solo se dejó fundir en el abrazo, casi inmediatamente reaccionó parpadeando rápidamente y cruzando lentamente sus brazos sobre los hombros de su viejo padre, ligeramente conmocionado por su apariencia, se veía mucho peor que en la guerra contra Kronos, pero tenía sentido, esa vez la Atlántida solo corrió peligro, esta vez no quedaba nada de ella, finalmente Percy apretó a Poseidón contra si mismo sintiendo la debilidad del dios sin siquiera pensarlo, se sentía frágil, voluble como las rocas azotadas por el oleaje continuo algo que causaba lastima en el hijo de Poseidón

Al estar así ninguno escuchó el ulular de la lechuza que resonó en las magníficas columnas de mármol, el sonido alcanzó un grave tono al recorrer los pesados decorados de oro, al hacer vibrar las cadenas de bronce que sostenían los enormes candelabros, al rebotar en las puertas de oro que se encontraban detrás de cada trono y en los magníficos vitrales aún en pie, acumulándose en la cúpula que era el techo de la sala y dispersaron el sonido con uniformidad, por una de las ventanas una rápida figura entró, una pequeña ave que aleteaba con fuerza sus fuertes alas, las finas plumas cortaban en viento resonando con un suave y casi imperceptible silbido, los ojos grises del ave resplandecieron detrás de las blancas y doradas plumas del rostro cuando el ave detuvo su avance desplegando sus alas como alerones a un metro del suelo, su pico negruzco y afilado parecía reflejar las vetas de oro en el suelo,

Lentamente el mochuelo se paró en el mármol, las garras resonaron como si fueran de bronce al rasgarlo suavemente mientras plegaba sus alas grisáceas y doradas a sus costados, el ave miró a su alrededor recelosamente como buscando algún peligro antes de cubrirse con las alas, lentamente estas cambiaron al convertirse las plumas en un largo vestido gris, el dorado del cuello se convirtió en un broche que reflejaba el rostro del mochuelo, una corona de olivo creció en el cabello de la mujer que crecía dentro del vestido, sus ojos cubiertos por el párpado se acomodaban simétricamente, su piel olivácea solo era opacada por su largo y liso cabello castaño, los labios, el mentón, los pómulos y la nariz suavemente definidos como esculpidos en la roca más fina de todas, la diosa abrió los ojos dejando al descubierto dos orbes que parecían la parte trasera de una hoja de olivo pegada en su rostro, una imagen inusual, una ligera imperfección considerada por unos, pero que le hacía aún más hermosa

En su rostro un rayo de sol se vio reflejado, un rayo tan poderoso que cegó a los prenses, a excepción de padre e hijo que ignoraban al mundo, uno por que lloraba en el hombro de su padre, que sacaba su frustración acumulada con la única familia al 100% que le quedaba, con el único miembro de su familia nuclear, el otro consolaba a su último descendiente; el haz de luz empezó a menguar su potencia, convirtiéndose en simplemente una luz que iluminaba a un hombre de cabellos dorados y ojos azules como el cielo

Un zumbido resonó a su lado, un borrón pasó enfrente de el con tanta velocidad que revolvió sus cabellos, un borrón azul y blanco que se detuvo precipitadamente como si se hubiera impactado contra una pared de metal, sus ojos azules reflejaban el brillo dorado de su hermano quien lo miraba ligeramente irritado, rápidamente el Dios lo ignoró fijándose en la escena que tenía lugar en el centro de la sala y caminando lentamente hasta ahí siento interrumpido por la llegada de otro dios

Percabeth: La historia Del Mar y la lechuzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora