Epilogo

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Omnisciente POV

El brillante sol anaranjado de la mañana resplandecía en el cielo azulado, un cielo despejado que dejaba pasar sin problemas los finos haces de la cálida luz solar bañándolo en cientos de tonos, en los bordes del paisaje nubes blancas que parecían algodón se arremolinaban delimitando la imagen y creando formas de ensueño que parecían cobrar vida conforme el sol las iluminaba con su brillo dorado, un color dorado que se diluía en tonalidades cálidas.

Bajo el cielo un pequeño bosque de pinos se extendía hasta el horizonte, donde el sol se posaba sobre las copas mientras comenzaba su recorrido en el cielo, el verde de las hojas era atravesado por los amarillos rayos dejando ver los pequeños canales que la recorrían, el suelo estaba cubierto de agujas de pino amarillentas que crujían ante El Paso de pequeños mamíferos, lejos de las enormes coníferas un campo de flores se extendía tapizando el suelo con múltiples colores, miles de abejas rondaban los pétalos aromáticos recolectando el polen para su miel y regresando a sus nidos en los pinos donde un enorme grupo de aves descansaba en sus propios nidos alimentando a las pequeñas crías que acababan de nacer a mitad de la primavera.

Poderosas ráfagas del viento primaveral que era tan frío como cálido elevaban a las aves que extendían sus alas en el aire elevándose y trazando hermosas siluetas en el cielo, algunas hojas de los pinos o de otros árboles circundantes se movían junto a la brisa, pequeños insectos saltaban entre las hojas que caían al suelo o volaban alrededor de los gruesos troncos de pino haciendo danzar sus coloridas alas que combinaban con las flores cercanas cuyos pétalos eran arrancados por el cortante y silbante viento que movía a su vez las ramas de los árboles dejando pasar haces de luz que parecían paralizar pequeñas partículas en el aire y creaban imágenes únicas.

Cerca de ese paraíso un enorme edificio que parecía una rara y muy poco acertada combinación del estilo neoclasico y renacentista con enormes y amorfas gárgolas en el techo y una forma similar a la letra 'H', este era opacado por el relativamente enorme bosque que lo cubría en el oeste, una montaña lejana que se veía en el lejano norte y el cause de un rio sonaba por el este, una solitaria carretera conectaba el viejo edificio con el mundo exterior, sus enormes muros de ladrillo de un rojo anaranjado como los paisajes de Utah, varillas de hierro pintado de negro reposaban en la parte más alta de los muros como si fueran las vayas de una cárcel, columnas pintadas de blanco marcaban los límites de las vayas con enormes ornamentos sobre estas.

El edificio poseía enormes jardines con caminos de roca que serpenteaban en todo el terreno hasta el pequeño bosque, flores y arbustos crecían en el jardín deleitando con sus colores la vista de cualquiera que los observara, estatuas de roca tallada y fuentes que rebosaban de agua se acomodaban entre estas rodeadas de un verde pasto en el que se ocultaban diminutos insectos, las estatuas emulaban personajes griegos y Romanos, reyes de la antigüedad y sacerdotes católicos, las paredes rojas estaban tapizadas por verdes enredaderas que tocaban todo excepto los enormes ventanales y puertas que daban al interior de la estructura.

Un enorme portón negro formado por dos rejas con decorados dorados era la única entrada a toda la propiedad, decorados dorados entre los que se podían destacar un par de 'Y's, una en cada una de las rejas que formaban el portón, púas doradas salían por arriba de las varillas de metal como si fueran lanzas de la época victoriana, detrás de todo esto, y en el edificio rojo enormes columnas blancas soportaban magníficos arcos de estilo renacentista de los que caían pequeñas ramas de las enredaderas contorsionándose en el aire y soltando pequeños pétalos y hojas muertas, los Arcos creaban un pequeño espacio techado que daba a enormes puertas de madera.

Las puertas se veían pesadas a simple vista, era de pino barnizado, un pino tan antiguo que podía superar incluso al más antiguo de la propiedad, las
sus chapas de oro brillaban con los rayos del sol, un tocapuertas de oro tan viejo que había perdido el brillo y con forma de León se acomodaba en cada una de las puertas, en la parte baja y media estando a escasos 40 cm la una de la otra, sobre el tocapuertas una ventana de cristal tintada se extendía mostrando una simple pero hermosa imagen, los ladrillos que rodeaban la puerta estaban descubiertos por completo negándole El Paso a las enredaderas, dos candelabros colgaban a los lados de las puertas, dos candelabros enormes que tenían espacio para unas diez velas aunque carecían de ellas, el metal que los formaba se veía corroído y opaco, al lado de las puertas dos farolas se unían a el ladrillo, dos farolas iguales a los candelabros pero que emitían un tenue brillo amarillento que se perdía entre los primeros haces del amanecer.

Percabeth: La historia Del Mar y la lechuzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora