Percabeth: La historia Del Mar y la lechuza

Parte IV

Ubicación Desconocida
Fecha desconocida
Omnisciente POV

Una silueta avanzaba pesadamente, el suelo quebradizo no hacía más que perjudicar su avanzar, al menos eso parecía pues con cada paso que daba el suelo parecía resquebrajarse, intentando tragarlo, pero esa no era la única cosa rara, el cielo rojo parecía tener vida, pues mientras la figura se movilizaba por la seca tierra el cielo parecía observarla, negras nubes se arremolinaban como el ojo de una tormenta sobre el moviéndose a sincronía con forme el avanzaba

Del suelo, de cada grieta que aparecía salía un humo blanquecino, un vapor similar al que expulsaba el ácido, el vapor se arremolinaba a su alrededor formando una densa neblina que le daba un aspecto sepulcral a todo el lugar, evitando que su figura se pudiera identificar en su totalidad, todo se veía borroso como si la niebla se concentrara específicamente en ocultarlo, de hecho todo el lugar parecía tener una relación con el, el aire sulfúrico arrastraba oscuras y extrañas partículas lejos de el, mientras los cinco ríos parecían ir al mismo lugar que el

La figura continuo caminando, avanzando junto al litoral de uno de los ríos, el que se veía más peligroso, a pesar de que era el más inofensivo, a tal grado que ayudaba a las miles de criaturas que habitaban dichos nebulosos, oscuros y retorcidos pasajes que parecían querer matarte, desde el aire ácido hasta el río de fuego

Conforme avanzaba empezó a acercarse a lo que parecía un pantano, a lo lejos vio una choza medio destruída, un Drakon meoniano retozaba sobre esta mientras limpiaba restos de alguna despistada presa de sus dientes, al ver a la silueta se levantó a una velocidad alucinante antes de huir de ese lugar

La silueta avanzó aún más, pasando una mansión enorme de la que las sombras emanaban creando siluetas terroríficas, las sombras parecían arremolinarse alrededor de varias figuras, cientos de seres que veían a la figura pasar a lo lejos, y como detrás de esta, en todos los puntos donde pisaba cráteres empezaban a crecer, como granos en la piel

Finalmente la figura llegó a su destino, enfrente de el una gran meseta se alzaba, tan Grande que tocaba el cielo que no era más que el techo de una caverna, en la planicie bajo la meseta miles de granos como los que estaban detrás de él empezaban a crecer, y de estos cientos de criaturas de todos tipos empezaban a emerger, los granos crecían hasta llenarse y ese era el momento en el que explotaban

Había miles, si no es que millones de criaturas, el ejército más grande jamás visto, criaturas que su solo parece cita evocaban pesadillas y criaturas que eran estas mismas, las Arai maldiciones vivientes revoloteaban cerca del techo de la caverna observando como los monstruos se regeneraban de heridas que habían sido causadas por seres en la superficie, seres que generalmente están fuera de su alcance, pero tras probar un poco de la sangre de semidiós una década atrás habían decidido subir y cazarlos, así como hacían todos lo demás

De unas criaturas en el suelo unas empezaron a estirarse, alas empezaron a surgir de sus cuerpos a medio reconstruir, uniéndose a sus picos de águila y cuerpo de León, estas empezaron a batirlas elevándose y uniéndose a la Arai quienes veían con recelo la cantidad de monstruos, otras especie los siguió, mujeres aladas, y pájaros con cabeza de mujer, Arpías y Sirenas, dos seres de alta letalidad

Pero no todos eran voladores, aunque no faltaban de estos, Grifos, Arai, Harpías, Sirenas, aves de Estinfalo, y Strixs dominaban los cielos, pero en la tierra seres enormes retozaban, Hellhounds sabuesos gigantes y negros con los ojos rojos y un apetito insaciable además de preferencia por la carne de semidios recién arrancada del hueso, a eso hay que agregarle la capacidad de viajar por las sombras, había cientos de ellos, de tamaños tan variables, desde una vaca gorda hasta un Terrex 33-19 titán