Reencuentros no tan desastrosos

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Un pelinegro caminaba por toda la extensión de su sala, pensando, determinando los pros y contras de la opción que tenía en mente.

—Darien me estás mareando, ¿Qué tienes pensado hacer? —preguntó su novia de ojos azules sentada en el sofá con un vaso de té helado entre sus manos.

—Serena, el enemigo nos pisa los talones, y no tenemos nada para contrarrestar sus ataques —reponía al borde de la histeria, pues en una de las batallas Serena la contó por los pelos.

Serena dió el último sorbo a su vaso de té esperando una idea como siempre llegaban de última esperanza, pero nada, ni un solo pensamiento optimista.

_No queda otra opción, necesitamos refuerzos —declaró Darien mirando los azules ojos de Serena.

—No estarás hablando de...

—Así es, ellos son los únicos que nos pueden ayudar.

—¡Pero Darien...! -Replicó alterada por lo que una acción así provocaría a sus guardianas.
Darien permaneció en silencio unos segundos, mirando la caja que contenía aquellas piedras preciosas que obtuvo desde la batalla contra Queen Metalia.

—Pero nada Serena, la decisión está tomada —ignoró los intentos de Serena por hacerlo cambiar de opinión pero la realidad era que no tenía otra salida. Era eso o presenciar en primera fila la destrucción de su amado planeta.

—Piénsalo al menos —volvió a insistir la ojiazul jalando con su pequeña mano, la manga de la camisa que el pelinegro usaba —, no se que reacción tendrán ellas si los ven de repente —

Darien la miró confuso por su petición, pensaba, ¿Qué tenían que ver las sailors en todo eso?
Aún sin entender a su novia, intentó darle aliento con lo poco que recordaba de las batallas que se dieron entre las sailor y sus guardianes.

—No te angusties, se que han tenido sus diferencias cuando ellos fueron generales de Beryl —se acercó a ella cauteloso por la mirada que Serena le estaba dando —. Pero todo eso quedó en el pasado y ellas podrán entenderlo —

—Ay Darien, es que, ¿No lo recuerdas cierto? —habló con cierta tristeza en su voz que dejó más confundido a su novio —Ven, siéntate conmigo, te contaré todo.

Una vez que Darien se sentó a lado de su novia movido por pura curiosidad, prestó absoluta atención en las palabras que su amada le comunicaba. Sorprendido de que él mismo no recordara algo tan importante como eso.

Cuando el relato hubo terminado, el pelinegro se dedicó a reflexionar mejor su decisión. Si bien, Serena tenía un punto en considerar la reacción de las chicas, también había que tomar en cuenta la de sus guardianes. Sabía que aún sentían cierta culpabilidad por las acciones que cometieron bajo el poder maligno de Beryl y no había manera de predecir que pasaría cuando ellos se reencontraran con sus antiguos amores.

Acordó con la rubia de que hablaría con ellos sobre eso y actuaría de acuerdo a cómo se mostrarán con la noticia. No podía obligarlos, aunque los necesitará, pues entendía perfectamente sus temores de volver a ver a quienes más dañaron sin estar realmente conscientes y no les deseaba ese amargo trago a sus amigos.

Le tomó un par de horas armarse de valor y enfrentarlos de una vez.
Agarró entre sus manos la caja con las piedras y se sentó en su sillón individual que le otorgó un poco de confort.
Abrió la caja y, como ya se lo esperaba, los cuatro espíritus de los Reyes celestiales aparecieron frente a él haciendo una reverencia de saludo.

—¿En podemos ayudar a nuestro príncipe? —preguntó Zoisite en coro con Nephrite, esperando atentos la respuesta de su superior.

—Es algo delicado, el nuevo enemigo es más complicado de vencer de lo que esperábamos —comenzó a explicar disimulando sus nervios por el asunto más relevante que debía tratar con ellos —, y necesito de su fuerza para equilibrar la balanza, quizás más que eso.

Darién & SerenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora