Vidas alternas (2)

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—¿Darien? —lo llamó con la esperanza llenando su corazón, al fin alguien conocido.
Pero Darien no la miró, la ignoró por completo y ella quiso creer que era debido al ruido del campamento que no la podía escuchar.

—¡Príncipe Conrad, su majestad! —exclamó Milo con voz fuerte, y está vez el ojiazul les dió completa atención.
La sorpresa adornó el rostro serio de aquel joven y tardó menos de tres segundos en correr hacia la rubia y abrazarla con fuerza, colgándose de su cuello y escondiendo su rostro en él.
Serena, que estaba por completo desacostumbrada al afecto en público de su Darien, estaba hecha un manojo de nervios. Correspondió tímida aquel abrazo, colocando sus manos alrededor de su cintura. Jamás había abrazado así pero admitía que le gustaba mucho.

Pronto sintió humedad en su cuello, junto a unos sollozos masculinos provenientes de quién la abrazaba. Darien estaba llorando. —Te extrañé, te extrañé mucho mi luna —repetía mientras paraba su llanto, como un niño que ha encontrado la calma.

—Ya estoy aquí, no llores más —fue puro instinto decir eso pero estaba aliviada de hacerlo en cuanto vio la mirada resplandeciente que él le daba.

Sin querer, los murmullos de los soldados la trajeron a la realidad. Ella no tiene problema con demostrar afecto pero, de nuevo, no está acostumbrada con Darien a esas situaciones y la vergüenza por lo que acaba de pasar la ataca sin cuartel.

Se alejó un poco del pelinegro, captando que él también tenía otro nombre en esa tierra, era como si hubiera regresado a los tiempos dónde ella era la princesa Serenity enamorada del principe Endymion.

"¿Será posible qué...?" Pensaba con asombro al descubrir un poco del lugar donde se hallaba. Era muy posible que estuviera viviendo la vida de alguna reencarnación.

Apenas y prestando un poco de atención logró entender que partirán al amanecer del día siguiente hacía Camelot para reportar su victoria al rey, el ojiazul estaría muy ocupado con los preparativos de modo que ella tenía tiempo libre para hacer lo que quisiera.

Serena lo único que quería era dormir y comer un poco del estofado que olió al llegar, aunque no necesariamente en ese orden. Milo fue quien la llevó a una tienda cercana a la del principe Conrad, no entendía la razón para no dormir en el mismo lado siendo que lo había hecho con Darien varias veces, pero era demasiado esfuerzo preguntar.

Las mantas eran suaves, y las almohadas cómodas, tenía un tazón de fruta al lado para el hambre pero tenía un pequeño problema, ¡No podía dormir! Escuchaba hasta el más mínimo ruido, incluso las peleas con las espadas de madera.
Frustrada salió de la tienda a explorar un poco el campamento, dejó la armadura adentro, le parecía absurdo si estaba a salvo.

El viento helado golpeaba sus pómulos pero ya no sentía frío a pesar de la delgada camisa que llevaba puesta. Quizás el cuerpo de su yo de este mundo estaba mejor adaptado al frío, opuesto a ella cuando visitó el polo norte.

¡Óyeme bien renacuajo!, ¡Encontrar al perro guardian del principe no te hace especial, deja de fingir que sí! —Volteó en dirección de los gritos y se encontró con una escena bastante desagradable.
Milo estaba en el suelo, sobando su cabeza y a su lado estaba un hombre robusto y alto con la barba compensando su falta de cabello sostenido una espada de madera.

Se acercó corriendo a dónde estaban con clara molestia, aquí o en dónde sea no toleraría tonterías como esa, de tipos desagradables como ese.

—¡Métete con alguien de tu calaña, grandote! —espetó mientras se ponía en medio de Milo y el otro tipo.

—¡Pero si es la amante de su majestad! ¿Vienes aquí buscando un buen palo? —Seguido a sus palabras, algunos soldado reían escandalosos sin temor a nada.

Darién & SerenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora