Nieve

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Las tardes frías cómo estás eran sus favoritos para dos personas por distintas razones, ella: era momento para un chocolate caliente y ver televisión. Él: disfrutar de un café y un buen libro.
Ambos diferentes pero con tanto en común.

- Vaya vaya, ¿Luna dónde estás? - Una mujer rubia ojiazul buscaba a su gatita en todo su departamento, pero no tuvo éxito.
Después de un gran suspiro tomó su abrigo y se dirigió al parque donde la pequeña gata solía escapar .
Al salir del edificio observó a la gente caminar abrigadas o abrazadas a sus parejas. Eso del amor a ella no le interesaba a menos que un  desapareció de la nada junto a su familia.

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Estaba en el despacho que había hecho en su casa, tenía que ajustar todo para la junta del Jueves. Tenía que crear una estrategia de venta para sobrepasar a la empresa que le hace competencia en la venta de relojes.
"Definitivamente necesito aire" Aquel pelinegro salió de su casa sin el auto. Pensando en el recuerdo de una niña rubia. Después del accidente con sus padres cuando era niño, él perdió la memoria recuperando solo dos recuerdos de su infancia:
* Un reloj muy extraño, en forma de estrella y de bolsillo.
* Una niña, rubia y con unos ojos azules tan profundos que parecían el mismo cielo.

Sin saber, había llegado a un parque. Caminó por ahí sin sentido hasta que observó un gran árbol sin rastro de alguna flor u hoja y a su lado un farol.
Se sentó en la banca que estaba justo al pie del enorme árbol, si no se equivocaba era un durazno.
El maullido de un gato lo hizo mirar hacia abajo encontrando a una gata negra muy tierna a su parecer.

- ¿Que hace una gatita como tú afuera? -
Pregunto cuando vio un listón amarillo que rodeaba su cuello.
Vio un inscripción con letra cursiva
- Serena Tsukino... Que bello nombre-
Por un momento sintió que conocía ese nombre.
- Así que Serena, dime gatita debes tener frío -
Suponía que al estar expuesta al frío el animal tendría problemas con su temperatura corporal. Escuchó una risa femenina y aparto la vista de la gata para toparse con la figura de una diosa habitando entre los mortales. Cabello rubio, piel blanca como la porcelana y bello rubor en sus mejillas debido al clima.

- Disculpa si te ofendió mi risa, es solo que la gatita se llama Luna y yo soy Serena -
"Es un ángel" pensó él al escuchar su voz.

- Para nada, así que la gata es tuya Serena -
La voz de aquel hombre era simplemente exquisita. Ni que decir de su físico, pelo negro, ojos azules y piel morena. "Un principe" pensó ella.

- ¿No me dirás tú nombre? -
Ella estaba nerviosa y eso le aterraba, no le podia gustar ese tipo, ¿o si?

- ¿Debería? Que yo recuerde tu quisiste dar tu nombre por tu cuenta-
El ojiazul se regaño mentalmente por haberse portado grosero.

- Eran formalismos, deme a mi gata y no me volverá a ver engreído -
Su frente se arrugó formando una expresión tierna para el pelinegro.

– ¡No! Ahh quiero decir que... bueno, disculpa mi actitud es solo que no acostumbro socializar –
Se sentía un manojo de nervios ¿Por qué?

– Bueno, acepto tus disculpas pero aún no me has dicho tu nombre –

Ella sonrió genuinamente, sonrisa que fue correspondida por el peli-negro.

– Chiba, Darién Chiba – el extendió a la gata que demostró efusividad al estar en contacto con su dueña – ¿Te encuentras bien? –
Aquella mujer había perdido el color en el rostro como si hubiese visto algún fantasma.

– No es posible...¿Por qué te fuiste? ¿Por qué no me buscaste? –
Serena ya no sabía que sentir, eran demasiadas sensaciones para su mente y corazón.

– ¿Disculpa? Es la primera vez que nos vemos – Ahora bien si la veía a detalle tenia un parecido asombroso con la niña ojiazul de su infancia.

– ¿Ya no me recuerdas? Hiciste una promesa. Dijiste que ni el fin del mundo te separaría de mí –
Serena comenzaba a exaltarse, él era su amor de infancia de eso estaba más que segura.

– Lo siento pero yo no te conozco, debes estar confundida –
Ella sin creer su respuesta, y antes de que el joven se fuera sacó de su bolsillo un objeto que él mismo le había dado días antes de su desaparición misteriosa.

– Me diste esto antes de irte –
Movido por algo más que la curiosidad, se dió la vuelta para ver de qué cosa estaba hablando la rubia.

– El reloj... –
El destino debía jugarle una broma, una de muy mal gusto a su parecer. No podía ser que ella estaba ahí parada con uno de sus más grandes tormentos: El reloj de bolsillo en forma de estrella.

– Es mas que un simple reloj – Ella aún con la esperanza de que la recordara, dejó sonar la hermosa melodía cuando movió las manecillas para que marcarán las doce.
Darién por su parte no lograba salir del trance que le dió el oir aquello del reloj, millones de imágenes y sonidos golpearon su mente.

– Mi rosa ...– susurró con emoción, al fin su vida comenzaba a cobrar sentido. Ella era esa porción de su pasado pero también de su presente y esperaba que siguiera así para el futuro.

– Lo recuerdas Darién – Con los ojos cristalizados  la rubia abrazó fuertemente al peli-negro.

– He vuelto pequeña –
Darién se sentía dichoso, no recordaba ninguna situación que lo hiciera sentir como lo hacía esa rubia de ojos azules.

No sabía cómo lidiaría con su pasado, pero ahora la tenía junto a él y no dejaría que lo volvieran a separarlo de esa belleza.
Ahora estaba teniendo un nuevo comienzo y gracias a todas las divinidades no lo hacía solo.


















Cortito pero bonito uwu

Darién & SerenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora