Brave (2)

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Un gran resplandor se hizo presente, empujando con fuerza a Zoisite y desvaneciendo la zoisita que había perforado las entrañas de la joven.
Aquel resplandor emanaba un brillo que crecía a cada segundo envolviendo en él a la ojiazul que se hallaba en el suelo.

Cuando esté había había dejado de brillar con tal fuerza, Darien pudo observar que la lágrima de Serena se había cristalizado y se mantenía flotante sobre ella. Destilando un resplandor que le daba paz a su corazón.
A pensar del miedo que lo gobernaba, se acercó presuroso a su amada, quería comprobar si estaba bien.
Cuando sus ojos se acostumbraron a la poca luz que había, observó a la guerrera con un vestido blanco tan largo que cubría sus pies; tenía detalles dorados y las mangas eran cortas y aglobadas.
En su frente ya no estaba la preciosa tiara que siempre la acompañaba, en su lugar había una luna menguante tan brillante como el oro mismo.

Desvío su atención de inmediato hacía la herida de la que había sido víctima hace instates. Dándose cuenta de que ya no había nada que manchara el inmaculado vestido de su guerrera.
Miró entonces aquella piedra en forma de diamante que aún resplandecía sobre el cuerpo de Serena. Sentía que su brillo le llamaba; sus movimientos los dejó de controlar su mente y el instinto tomó la batuta. Cuando menos se dió cuenta, había quitado el guante de su mano y la acercaba con lentitud hacía el ¿Diamante? No, había visto cientos de joyerías y esa piedra no parecía un diamante.

Al momento que sus dedos hicieron contacto con aquella piedra cientos, no, miles de recuerdos lo envolvieron cual tornado. Un roce, dos, tres; se veía a sí mismo hablando con una mujer en medio de un rosal. Se concentró lo suficiente para ver el rostro de ella, sabía que era la joven de sus sueños; aquella que lo envolvió en todo este lío de cristales.
No podía creer lo que veía, era ella, era Serena. La misma que estaba ahora en el suelo inconsciente, llevando un vestido blanco similar al que ahora tenía. Se veía más joven, nada que ver con la gritona, dramática, glotona y sentimental que era Sailor Moon.

Pero, no solo a ella la recordaba, entre sus memorias pasadas estaban los rostros de los que se presentaron como sus enemigos: los caballeros del negaverso. Nephrite, Zoisite, Malachite y Jadeite

Pero en sus recuerdos no estaban peleando, los cuatro se arrodillaban frente a él jurando protegerlo y entregándole lealtad eterna. Y ahora que lo pensaba, ellos de alguna manera en lo más profundo de su mente evitaban lastimarlo de gravedad. Si no es que lo sacaban de combate casi de inmediato.

Entonces si en el pasado eran sus aliados, ¿Por qué ahora los atacaban?

Escuchó pasos acercándose, sacándolo de sus vacilaciones; de inmediato se puso en pose de combate. La defendería con todas sus fuerzas. Cómo siempre lo había hecho, aún si eso le costaba la vida.
Aún con la poca luz que había, logró ver a los dueños de las pisadas. Cuatro sombras que se acercaban veloces hacía donde estaban.

– ¡Tuxedo Mask! – Exclamó una de las sombras, con sorpresa notable. No esperaba verlo ahí. Venía por Sailor Moon, a quién el hombre ocultaba de la vista de los cuatro.

– Sailor Scauts, esperaba que vinieran –
Se escuchó una voz femenina que provocó que los vellos de la piel se le  erizaran a los presentes.
De entre la oscuridad una figura alta ,junto a otras tres, salía mostrándose a los ojos de los guerreros.

– Beryl –
Atrajo la atención de aquella mujer pelirroja que lucía ese vestido púrpura. Ya no era la joven dulce y atenta que le servía en un pasado. Ahora solo quedaba la sombra de quién fue.

– Endymion, ha pasado tiempo –
Lo analizó con la mirada. Lo sabía, claro que lo sabía. Esa princesita volvía a interferir en sus planes. Su plan había sido matar a Sailor Moon y después hacer de Endymion su sirviente gracias al poder de su maestra.

Darién & SerenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora