Artista

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Sorbió de su vaso con fuerza, el frío líquido mentolado pasaba por su garganta refrescándola.

Estaba molesto.

Contando ésta era la tercera vez que Serena le cancelaba una cita, así que tenía dos semanas sin verla, sin escucharla siquiera, lo cancelaba por un mensaje de texto.

Y le molestaba aún más que no le diera alguna razón para que ella cancele, solo decía "Darien, hoy no puedo ¿Lo dejamos para otro día?"

-Parece que alguien no está teniendo un buen día -dijo Andrew recargado del otro lado de la barra.

-¿Tu crees? -respondió con un notable sarcasmo que provocó una mueca de disgusto en el ojiverde.

-No entiendo cómo Serena te soporta -replicó con un toque amargo -yo ya te hubiera dejado -

"Y sí, ¿Planea dejarme?" Pensó el moreno con temor.
Aquello por más estúpido que sonara, tenía mucho sentido.
Serena lo evitaba como a la peste, ya no le llamaba, solo se comunicaba por mensaje y nadie sabía que hacía mientras desaparecía. Las chicas tampoco estaban enteradas pero cuando preguntó, le respondieron «Así es Serena»

Pero entonces, si era algo común en ella desaparecer ¿Por qué él no estaba enterado?, ¿Acaso ya no le tenía la misma confianza de antes?, ¿Hizo algo mal que la enfado?

-No me digas que -habló Andrew con sorpresa -... ¡Te dejó! -exclamó como quien descubre oro en el parque.

-¡No ha hecho tal cosa!

-Ya decía yo que te- ¿Qué?

Reuniendo valor, le contó a Andrew el motivo de su tormento desde que Serena empezó a tomar ese raro comportamiento.
El rubio lo escuchaba atento y comprensivo con su amigo, tenía algún tiempo que la ojiazul no desaparecía así como así sin avisar.
Cuando Darien hubo terminado su relato, se tomó su tiempo para buscar las palabras correctas con las que tranquilizar a su inseguro amigo.

-No se mucho acerca de sus desapariciones -comenzó honesto intentando recordar con todo detalle la única vez que presenció sus escapes-; solo se que cuando volvía a aparecer en el Centro de juegos llegaba más animada que de costumbre, no se a donde iba pero la hacía muy feliz - fue lo último que dijo antes de dejar a Darien para ir a atender clientes.

El pelinegro aún seguía confundido, pensaba en las cosas que podrían hacer estallar de felicidad a la rubia.
Los pasteles, los caramelos, los helados, la comida en general, los gatos, el rosa, una flor. Pero por esas cosas ella no escaparía de la nada. Algo más debía pasar, ¿Qué?

Para eso tenía que preguntarle a alguien que conociera a Serena mejor que él, que fuera testigo de sus hazañas y confidente de sus secretos. Y solo había un ser en el mundo que cumplía con esas cualidades.

[...]

Las hojas rojizas de los árboles caían finamente sobre jardín en el patio de la residencia Tsukino.
Pero aquella tranquila no se disfrutaba dentro de sus paredes, específicamente por la riña que mantenía cierto pelinegro.

-No.

-¿Cómo qué no?.

-Darien no me hagas repetir, he dicho no.

-Pero, Luna, esto es de vida o muerte.

La gata miraba recelosa al joven frente a ella sentado sobre la mullida cama de su princesa.

Ella estaba pacíficamente durmiendo, cuando Darien llegó por la ventana suplicando que le dijese la ubicación actual de su dueña y amiga. Por supuesto ella se negó, no era una boca floja que revelaba los secretos de los demás como si fuera confeti.

Darién & SerenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora