Su cabello

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La lluvia aún no paraba y su maletín ya no podría seguir protegiéndola por mucho tiempo.
Sentía el frío a través de las mojadas mangas del uniforme.

Fué a unas calles de la escuela cuando el cielo se nubló y las lluvia hizo acto de presencia. Se refugió bajo el letrero de una tienda de hierbas pero las goteras ocasionadas por el agua que resbalaba del propio letrero la mojaban igual.
Se puso encima su maletín pero la lucha era de una aguja contra una espada.

Caminar hasta su casa no era opción, seguramente se enfermaría y su madre la regañaría por su decisión. Pero quedarse tampoco era viable, la mujer de la tienda la observaba con impaciencia y estaba segura que no tardaría en pedirle que se fuera de ahí.

"¿Qué haré? Piensa Serena"

Ya no le quedaba dinero, no podría tomar un autobús y las casas de las chicas en esta situación quedan muy lejanas.

—Niña, ¿No tienes casa a la que ir? —dijo la mujer asomando su cabeza por la puerta corrediza. —Espantas a mis clientes ¡Shuu! —exclamó mientras agitaba sus manos como si espantara una paloma.

"Que mujer tan grosera" pensó Serena con molestia.
Le recordaba mucho a la señora del restaurante en su mansión, era idéntica a cuando Darien se la describió en su primer encuentro.

¡Darien!

Un foco en su cabeza se acababa de prender, el edificio donde su novio vivía no estaba tan lejos, le costaría unos diez minutos a pie, cinco si corría.

Apresuró el paso olvidando cubrir su cabeza con el maletín, sintiendo las gotas frías de la lluvia chocar con su rostro.

El alivio la recorrió cuando el portero del edificio la reconoció y la arrastró hasta la entrada donde el agua ya no alcanzaba a llegar.

Si bien ya no sentía la lluvia mojarla, ahora el frío de su ropa húmeda, y su cabello chorreando, le calaba los huesos.
Subía en el ascensor sintiendo su peinado tan frágil como una delicada flor a punto de quebrarse. Esperaba llegar pronto con Darien y no hacer un desastre de agua en medio del pasillo.

Para su suerte, escucho sus pasos acercarse a la puerta después de golpearla dos veces.

Tenía su cabello perfectamente peinado como siempre y vestía una camisa roja que lo hacía ver apuesto, realmente apuesto.

—¿Serena? ¿Por qué estás tan mojada? —preguntó con un tono preocupado.
Se hizo a un lado para dejarla pasar al calor de su apartamento.

—Larga historia —respondió con el cansancio recorriendo sus extremidades. Quería acostarse y descansar pero en ese estado arruinaría los muebles de su novio.

—¿Mi ropa aún está aquí? —inquirió esperanzada de que el conjunto que dejó hace una semana aún estuviera aquí para cambiarse.

—¿No lo recuerdas? Te la llevaste el sábado —dijo burlándose un poco de su despiste. No sabía que le había pasado pero la fuerte lluvia de afuera le hacía tener una idea.

La vió mascullar alguna maldición molesta por la información que le había dado.

—Anda ve a darte un baño.

—Pero no tengo ropa.

—Ya arreglaremos eso, ve o te puedes enfermar.

Accedió despreocupada y la vio irse al baño, dejando un rastro de agua a su paso.

Feliz de tener a Serena con él, fue hasta la cocina para preparar chocolate caliente. Había algo en consentir y mimar a su chica que lo hacía sentir increíblemente afortunado de tenerla a su lado.

Treinta minutos después, ella llego a la sala que conectaba con su habitación.

Por poco y tiraba el chocolate de la impresión.
Serena tenía puesta una de sus camisas rosadas, le quedaba algo grande por su pequeña estatura pero eso no le quitaba peso a que ella se veía preciosa, absolutamente perfecta.

Ya la había visto de esa forma pero jamás la vió sin esos odangos adornando su cabeza.

Pero está vez, su dorada cabellera caía libre como una cascada que llegaba hasta su cadera. Kami! Nunca creyó que su novia podría llegar a verse aun más radiante y una vez ella lo sorprendía.

—¿Qué tienes en las manos? —preguntó dulce y sonriente, como solía ser pero en ese instante le parecía la melódica voz de una sirena.

Abría y cerraba la boca buscando las palabras para hablarle pero no salió nada, solo silencio. Le extendió la taza con el chocolate que le había contagiado su calor.

—Estás muy callado, ¿Está todo bien? —preguntó ella cuando había regresado a su temperatura normal.

—Tu cabello —balbuceó con timidez.

—Ah sí, aún no se seca por completo, no puedo atarlo.

—Deberías dejártelo así.

—¿Eh?, ¿Por qué? Me limita comer como deseo.

—Es que —hizo una pausa, dudando si decirle o callarse —, te ves muy bonita —

Tan pronto como las últimas palabras salieron de su boca, tenía a una Serena pegada a su torso abrazándolo como a un peluche. Y diciendo cosas como "Darien cree que soy bella", "si quieres lo puedo soltar cuando sea sailor moon" y otras más.

Pensó seriamente la opción de ver a Sailor Moon con el cabello suelto, seguramente se vería hermosa y totalmente avasalladora.

Tenía una cosa más que agregar a su lista de "Cosas que me enamoran de Serena"





















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Holaaa ¿Cuánto tiempo no?

Mis vacaciones terminaron y ahora sí que mis actualizaciones serán impredecibles.

Podría ser mañana o en dos meses.

Nos leemos después.

Chaito.

Tomen awuita Uwu

Darién & SerenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora