Higanbana (4)

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—¡Tú, maldita princesa mimada!, ¡Me engañaste!, ¡Pagarás por ello! —exclamó furibunda lanzando a sus pies aquella caja con las "gemas" adentro.

Serena sonrió, la segunda fase del plan iniciaba.

....

Corría tan rápido como sus piernas se lo permitían, por encima de los edificios de Tokio rezando por que se le concediera más tiempo.

Cuando Luna le dijo que Serena estaba en peligro de muerte admitía que el temor de perderla lo asaltó. Aún así, se negó a prestar su ayuda, tenía a las sailor para luchar a su lado, a él no lo requería más.

"Quizás no te requiere, pero ella te necesita" fueron las palabras de la consejera ante su argumento.

Se fué del apartamento sin responderle nada y se encaminó al cuartel, porque, aunque no lo aceptará abiertamente, él también la necesitaba, la necesita como jamás lo había hecho con nadie.

Ella era la dueña de su corazón y podía hacer con él lo que quisiera.

La amaba, la ama y la amará por siempre.

En cuanto llegó al cuartel, tecleó en la base de datos alguna distorsión de energía en la ciudad. Era el método más fácil de encontrar a Serena.

Obtuvo la ubicación, en las afueras de la ciudad. Justo en el inicio de las escaleras de salida se detuvo abruptamente por una voz en su cabeza.

"Príncipe"

—¿Kunzite? —preguntó al aire, ¿Su mente le jugaba bromas?

No había nadie más ahí con él en la habitación, ¿Por qué los estaba escuchando?

"Sáquenos de aquí"

—¿Dónde están? —Estaba seguro, no era una ilusión, ellos realmente le estaban llamando.

"Abajo"

Tras eso último, ya no los escuchó más, buscó con la mirada toda la superficie que lo rodeaba. No había nada anormal, algún indicio de que ellos estaban ahí.
Regresó sus pasos escuchando el eco que hacían sus pisadas, quizás había pasado algo por alto.

Paró de inmediato en uno de los cuadros del piso que componía el cuartel. Su sonido era hueco, diferente de los demás. Como si pisara una caja en lugar de concreto.

Se hincó para ver mejor esa parte del piso, y lo notó, había un pedazo de mármol que sobresalía .

—Aquí debe ser —susurró para si mismo. Se alejó de la loseta y con su bastón comenzó a golpear con fuerza para romperlo.

Los pedazos volaron por el lugar cuando por fin su bastón pasó del mármol, revelando una especie de caja con la tapa de cobre; buscó alguna manija o sistema de cerradura pero no había ninguno, solo había un montón de símbolos extraños que jamás había visto.

"Su cristal, use su cristal"

Hizo caso de las instrucciones de Nephrite y en un respiro tenía enfrente al cristal dorado que le fue entregado hacía tres años.
Había un hueco en la cara de cobre dónde cabía perfectamente su cristal, parecía como si esa fuera la llave, ¿Por qué no lo había visto antes?

Al momento de colocar el cristal en el hueco, un poderoso brillo lo cegó por completo. Escuchó algo romperse y luego una onda de poder lo lanzó contra uno de los pilares que sostenían al cuartel.

Sintió una mano sobre su hombro, tocandolo con cautela, abrió los ojos y los vió, eran ellos, no eran una ilusión.

La mano enguantada de Jadeite lo ayudó a levantarse y fue en ese momento que reparó consciente a su realidad. Sus fieles amigos estaban ahí, parados frente a él, ya no eran aquellos espíritus proyectados en sus gemas, eran sus cuatro guardianes en carne y hueso.

Darién & SerenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora