Mi lugar

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Tendría que haber un lugar donde ir cuando ya no puedes conciliar el sueño o estás cansado de emborracharte.
Un lugar aparte de la muerte que aguarda callada, respirando en la nuca esperando su momento, o el amor que no funciona. Un lugar al que acudir cuando te cansas de caderas extrañas o besos sin sentido.
Me había pasado más de 10 borracheras e incontables intentos fallidos en otras camas buscando ese lugar, por eso me reía de esa fama de mujeriego, me reía cuando encendía un cigarro y miraba por la ventana preguntándome si eso era todo mientras miraba con lástima a la mujer desnuda que esa noche ocupaba turno en mi cama.
Pero con ella no, con ella fue otro cuento muy distinto: sus ojos me daban la paz que nunca había encontrado y sus labios me daban la guerra que mis demonios necesitaban.  Me las daba de poeta y cuando la escuché gemir supe lo que era poesía realmente.
Sí,  tendría que haber un lugar donde ir cuándo la rutina no basta, cuando el sexo comienza a exigir sentimientos y cuándo el corazón se cansa de estar en el cajón d los zapatos. Y lo encontré en ella, nunca supe a dónde pertenecía y llamé hogar a sus ojos. Eran las noches con un bacardi en los bares y las madrugadas con vino en el portal. Lo importante no era el lugar, eramos nosotros, es ella, capaz de hacer magia entre tanta monotonía.
Es encontrar todas las constelaciones en los lunares de su espalda sin tener que mirar por la ventana.

Tequila en Versos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora