Ruta b) Parte 7

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Por la noche, después de una cena no tan abundante debido a los berrinches del profesor Kirkland, (T/n) preparaba todo para irse a su dormitorio antes de que sucediera el inconveniente de la vez anterior. Ésta vez no tendría donde quedarse después de todo. Volvía a leer una y otra vez la receta médica de Arthur y ponía en orden cada frasco con su respectiva medida en la mesita de noche.

— No soy un niño, puedo encargarme perfectamente de los horarios...

(T/n) hacía caso omiso a sus reclamos, ya había tenido suficiente todo el día como para saber cómo funcionaban las cosas con el obstinado profesor. La cosa iba de ésta manera: si no era firme, no conseguiría nada.

— ¿Estás sorda, niña? Ya, deja eso... — tomó los frascos de las manos de su alumna.

— Usted deje de ser tan terco — la joven le arrebató los frascos de vuelta y terminó de hacer lo que se disponía desde un principio.

Arthur la esperó, recargado del sofá, viéndola con sus profundos ojos verdes. (T/n) lo notaba, tanto como en clases, cuando alguien hablaba muy alto o hacia algo fuera de las reglas. La joven rogaba al cielo que por favor esto no lo recordará después en el próximo siclo escolar o hasta allí llegaría su beca.

— Bien, ya está.

(T/n) caminó hasta el sofá para recoger su bolso, sintiéndose algo nerviosa. Kirkland había recuperado durante la tarde un poco de esa fuerza que lo caracterizaba, así que ya no lucía tan indefenso como entonces. Esa mirada acusadora le ponía los nervios de punta — ¿Se-seguro que estará bien? — le preguntó, tartamudeando. Quiso cortarse la lengua en el instante por su torpeza.

Kirkland, consciente de que su mirada la tenía en ese estado de estrés, desvió la vista, suspirando tan profundo como se lo permitían sus pulmones—. Sí, estaré bien. Ahora, señorita (T/a), vaya a descansar.

— Bien, hasta luego — la muchacha avanzó unos pasos para después sentir que el profesor iba detrás de ella ¿Cómo era posible que tan sólo recobrando una parte de su energía pudiera dirigirla así a sus ojos?

El profesor Kirkland se adelantó para abrirle la puerta en gesto caballeroso.

— Me voy. Por favor, si tiene alguna emergencia, no dude en llamarme — le dijo (T/n), recordando las palabras del profesor Jones.

Kirkland asintió con el cabeza, tan serio como siempre. No quería admitirlo, pero los cuidados de (T/n) le habían brindado un respiro. Ya podía pasar un poco de aire por la nariz; su garganta ya se había desinflamado, aunque todavía le ardía y sus pulmones se sentían adoloridos. La fiebre se había ido también, ahora podría tomar un baño relajante sin tiritar.

Ok, entonces, me retiro. Buenas noches, profesor — la chica emprendió camino por las baldosas blancas que daban a la calle, iluminadas por las lámparas de poste.

Kirkland la miró caminando tranquilamente en la noche. Un sentimiento incómodo se arremolinaba en su pecho y la boca de su estómago. Abrió la boca un par de veces sin que nada saliera de ella hasta que...— Gracias — dijo después de unos segundos.

(T/n) se volteó levemente para hacer una pequeña inclinación y dirigirle una sonrisa. Después siguió caminando hacia la calle principal donde pasaban aún un par de vehículos.

Con el corazón palpitando salvajemente dentro de pecho, Arthur se volteó, cerrando detrás de sí la puerta de un solo golpe. Se recargó sobre la madera pulida, sintiendo sus mejillas arder y su estómago encogerse. Entonces, se agarró la camisa del pijama con un puño apretado en un intento de deshacerse del incómodo, complicado, controversial sentimiento.

Teacher or Daddy (Hetalia x Lectora fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora