Una vez que la entrada estuvo libre, (T/n) y Mr. Jones pudieron pasar con la motocicleta por el pequeño caminito de tierra que daba justo hacia una hermosa, gran y acogedora casa de madera rodeada de un hermoso jardín lleno de florecillas silvestres y otras que habían sido plantadas en el lugar con todo propósito de ser ornamentos.
Una mujer de avanzada edad, rellenita y vestida en un lindo traje sastre de color rosa regaba las plantas con una pequeña regadera de metal. Cubría su rostro y cabeza de los rayos del sol con un sombrero de playa y caminaba lentamente entre las macetas y las jardineras. Tan pronto oyó el sonido del motor, se giró sobre sus pies con lentitud y alzó los ojos, tan azules como los de Alfred.
— ¡Cariño! — exclamó la mujer, yendo tan rápido como podía hacia donde Mr. Jones aparcó la motocicleta. Su expresión era de completa alegría; su pálida piel se tiñó de un agradable sonrojo sobre las mejillas y sus párpados inferiores se elevaron levemente al sonreír.
(T/n) inmediatamente fijó su atención en la dama que se dirigía hacia ellos, y en ese instante y a pesar de no haber nunca recibido una descripción de ella, supo que se trataba de la madre de Mr. Jones. Era, de igual forma, rubia, blanca y de ojos azules con expresiones completamente alegres y amables. Era, en todo aspecto, como la había imaginado, incluso su voz.
Mr. Jones se bajó del vehículo — ¡Mamá! ¿Cómo estás? ¿Cómo está papá? Los extrañé muchísimo — dijo, acercándose de igual manera a la mujer. Cuando la alcanzó, la estrechó fuertemente entre sus brazos con singular alegría.
La dama hizo señales con su mano para que Alfred se agachara a su altura y luego lo tomó por las mejillas, estrujándolas con sus dedos—. Nos tenías muy abandonados, jovencito — lo reprendió dulcemente.
(T/n) también bajó de la motocicleta y se ajustó la blusa. Fue entonces que la atención de la mujer se centró en ella. (T/n) se puso algo nerviosa de tener toda su atención y se removió en su lugar antes de ofrecer su mano en un apretón.
— Bu-buenos días, señora Jon-
— Pero, ¿quién es esta linda jovencita? — dijo la señora, pasando de largo el gesto de (T/n) para, simplemente, darle un efusivo abrazo y un par de besos en las mejillas — ¡Estás preciosa! ¡Mira esas lindas mejillas! — dijo, haciendo lo mismo que con Alfred quien miró con incomodidad a la joven, como excusándose — ¡Oh, mis modales! Disculpa querida. Mi nombre es Margaret Jones ¿Cómo te llamas?
— Eh, ah, mi nombre es (T/n) (T/a) — la señora Jones había hablado tan rápido que (T/n) tuvo problemas para seguirle debidamente la conversación. Pensó que Margaret Jones era, en efecto, una amable, cálida, amorosa y maternal mujer —. Mucho gusto.
— El gusto es mío, querida. Pero no se queden ahí. Vamos, pasen — les dijo, haciendo señales para que fueran adentro de la casa.
'Disculpa lo de las mejillas', le susurró Mr. Jones a (T/n) cuando tuvo la oportunidad.
'No se preocupe, me agrada, es muy linda', le contestó de regreso y pensó que, sorpresivamente, ella no había especulado nada entre ellos desde un principio.
La señora Margaret rápidamente entró a la residencia, dejando en el perchero de la entrada su sombrero.
— ¡Querido! A que no adivinas quién está aquí — exclamó desde la sala de estar, un hermoso y espacioso lugar lleno de muebles de cristal y madera, adornado con pequeños centros de mesa y plantas a los lados de los sofás.
— ¡Ya voy, mujer! ¡No grites! — se escuchó desde la planta de arriba seguido de unos pesados pasos sobre las escaleras de madera.
Pronto se mostró un hombre entrado en años al igual que la señora Margaret, alto, delgado, con el cabello casi complemente blanco y usando un par de gafas de montura fina. Traía en la mano un libro y con la otra se sostenía del barandal. A diferencia de la señora, el señor Jones tenía el cabello rubio oscuro y la tez ligeramente más morena. Bajó las escaleras con lentitud, y en un gesto bastante severo, le dio un abrazo fuerte a su hijo, uno que casi lo asfixiaba.
— Es bueno verte de nuevo, hijo.
— También me da gusto verte, papá — le dijo Alfred, respirando profundamente una vez que lo soltó.
— ¿Y esta jovencita quién es? — preguntó, tomando de los hombros a Alfred para hacerlo a un lado. Su expresión dura se suavizó ligeramente al ver a (T/n) y ella pensó que definitivamente su voz daba un poco de miedo ¡Se parecía un montón al profesor! Sin embargo, había heredado más de su madre.
— E-eh, soy (T/n) (T/a). U-un gusto, señor — ella logró decir apenas.
El señor Jones la registraba de pies a cabeza con una estricta expresión, alzando una ceja y curvando la otra, clavando sus profundos ojos marrones sobre ella. Estaba de verdad nerviosa.
— Frederick Jones, el gusto es mío — contestó simple, seco — ¿De qué te conoce mi hijo?
— Fred, cariño, la asustas — lo reprendió la señora Margaret, tomando por los hombros a la aterrada jovencita que no hacía nada más que balbucear —. Disculpa querida, así es él ¿Sabes?
— No pidas disculpas en mi nombre, mujer. Sólo esta- — el señor Jones no pudo terminar la frase porque la amable mujer le había jalado la oreja.
'Frederick Jones, compórtate con las visitas', le susurró al oído.
— Bien, cómo sea. Deben estar cansados por el viaje. Iré a decirle a la cocinera que les prepare algo — se retiró de ahí, rojo de la vergüenza, como un perrito con la cola entre las patas.
— ¿Ti-tienen cocinera? — comentó (T/n), perpleja. No sólo Mr. Jones vivía a todo lujo, también lo hacían sus padres. Y es que no solamente era el hecho de que tuvieran una cocinera, sino un extenso campo con plantas de vid, varios trabajadores, una hermosa gran casa y un jardín enorme lleno de plantas florales.
— Claro, querida. Aunque yo también sé cocinar — comentó Margaret, orgullosa — ¿Quieres que te prepare algo?
— ¡N-no se moleste, señora! Muchas gracias, no es necesario — respondió (T/n), roja hasta las orejas.
— ¡Oh! No es una molestia en absoluto, cariño. Hace tiempo que no cocino y lo disfruto mucho — se acercó una vez más a (T/n) y pinchó brevemente su mejilla derecha —. Ustedes esperen aquí, niños. Pónganse cómodos ¡Les prepararé algo para chuparse los dedos! — justo después se fue caminando gustosa hacia el mismo lugar por donde se había retirado su esposo.
Mr. Jones y (T/n) se quedaron solos en la sala de estar, mirándose el uno al otro, sonrojados.
— Espero que no te hayan incomodado — dijo Alfred, rompiendo el silencio. Entonces, encogió los hombros —. Son algo especiales y casi nunca traigo visitas conmigo. Supongo que se emocionaron un poco — rio con nerviosismo, acomodándose los lentes sobre el puente de la nariz.
— No, no ¡Para nada, Mr. Jones! Fueron personas muy amables — comentó (T/n) alzando ambas manos. Sí, eran una pareja bastante peculiar, pero se notaba ese amor de familia flotando en el aire. Además de que la señora Margaret, como se diría coloquialmente, era un pan de dios.
— Me alegro de que te agradaran — contestó el profesor mientras le invitaba a sentarse en uno de los sofás a esperar.
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Teacher or Daddy (Hetalia x Lectora fanfic)
Fanfic(T/n) está estudiando la universidad, pero pronto se vuelve difícil mantener sus estudios. Un profesor muy amablemente le ofrece ayuda. ¿Cómo le irá a (T/n) de ahora en adelante? Nota: la imagen utilizada en la portada no es mía, yo sólo la edit...