Con el tobillo lastimado, (T/n) no hacía mucho más que moverse en su propio eje. El profesor Arthur había insistido en que se quedara esa noche en su casa; no quería que sufriera otra lesión de camino al edificio. En el trasporte público podían ocurrir mil cosas.
Llegando a la pequeña casita amarilla, Arthur no dejó que (T/n) hiciera nada. Le ordenó expresamente que tomara asiento en el sofá y que de ahí no se moviera pues él se encargaría de todo para la cena.
A (T/n) no le quedó nada más que suspirar ¿Qué podía hacer? Con el tobillo en ese estado, si lograba apoyarlo, sólo conseguiría que se hinchara al tamaño de una pelota de baseball. Quería recuperarse lo más pronto posible porque era ella quien debía cuidar de Kirkland, no del revés. Sería un día perdido, obviamente.
Afuera el clima empezaba a enfriarse a pesar de estar a una hora de la puesta de sol. Quizá se acercaba una tormenta y, con ello, un dolor espantoso y agudo en donde se había golpeado.
Fue como si el profesor Kirkland pudiera leerle la mente, pues en ese momento se acercó a ella con un vaso de agua y el botecito de analgésicos en mano.
— ¿Te duele mucho? — preguntó Arthur, serio pero atento.
— Un poco, no lo había notado hasta ahora — contestó (T/n) tomando el frasquito de las pastillas para después sacar una. Puso el resto sobre la mesita y agarró el vaso, entonces pasó la medicina de un trago.
— Bien, si necesitas moverte, llámame.
Y Kirkland se fue de nuevo a la cocina dejando sola a (T/n).
La joven miró un rato por la ventana, después a los objetos que tenía sobre la mesita y, finalmente, el mueble de la TV que guardaba también un par de libros. Se levantó sobre su pie derecho avanzando sólo dos pasos, eso sí, sosteniéndose de todo como un gato a veinte uñas, entonces, tomó un libro al azar.
El ejemplar pesaba mucho, olía a polvo y a humedad. Avanzó como pudo de nuevo hacia el sofá. Ahí se tiró, dispuesta a leer cada palabra, o al menos hasta que se aburriera y tomara su teléfono celular.
Al abrirlo, notó que el libro no era en realidad uno: era un álbum de fotografías viejas. No el mismo que el profesor le había enseñado cuando le dijo que era un Kirkland, sino uno diferente, uno más familiar en todo caso. La cubierta estaba encuadernada en piel de color verde oscuro con esquinas doradas que, no dudaría, se tratara de oro verdadero.
Las primeras fotografías estaban algo maltratadas por el paso del tiempo. Algunas tenían las orillas desdibujadas y otras más la presencia de manchas sobre el lienzo. Una gran casa antigua con un hermoso jardín aparecía en las primeras hojas al igual que una familia grande con cuatro niños muy parecidos, sobre todo en las cejas. Conforme avanzaban las páginas, estas fotografías se volvían de mejor calidad y pasaban de ser sepia a color.
(T/n) supo identificar inmediatamente quién era su profesor. De niño parecía ser una completa ternura a pesar del ceño fruncido con sus abundantes cejas. Casi siempre aparecía en un traje muy bonito o con un uniforme de colegio, pero no cualquiera, sino un uniforme de esos que te dicen inmediatamente que no podrías ir a menos que tuvieras mucho dinero. Esto se repetía hasta su adolescencia y cerca de la adultez. Apenas había cambiado un poco, sólo en la expresión.
De lo que parecían ser sus cinco hasta sus dieciocho años había tenido la misma complexión, casi el mismo peinado y aquel porte de príncipe inglés... ¿Sería cercano a la familia real?
La última fotografía la dejó sorprendida. De exagerar un poco, podríamos decir que hasta pasmada, sin aliento. Era Arthur Kirkland en el jardín de la misma enorme casa con un atuendo un poco más casual, usando algo parecido a lo que traía hoy.
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Teacher or Daddy (Hetalia x Lectora fanfic)
Fanfic(T/n) está estudiando la universidad, pero pronto se vuelve difícil mantener sus estudios. Un profesor muy amablemente le ofrece ayuda. ¿Cómo le irá a (T/n) de ahora en adelante? Nota: la imagen utilizada en la portada no es mía, yo sólo la edit...