Ruta a) Parte 9

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— ¿Me permites un momento, Alfred?

Mr. Jones se volteó con el pijama a medio poner. Terminó por bajarse la orilla de la camisa. Ahí estaba su padre, parado bajo el marco de la puerta aún sin cambiarse. Cuando le llamaba por su nombre, algo serio estaba por tratar. Un escalofrío le subió por la espalda.

— Sí, papá.

— ¿Estás completamente sobrio?

— Supongo que sí... — respondió. Aún sentía un pequeño dolor de cabeza, de estómago, tenía las extremidades un poco lánguidas y estaba ligeramente mareado.

Había bebido un poco más para controlar los nervios porque no podía seguir presente en la cena teniendo la sospecha de que lo habían descubierto: era como tener un arma apuntando a su cabeza.

Después de haber hecho eso, cuando subió a su habitación aún con la mente tan confusa y un dolor en el pecho, trató de pensar, de deshacer el nudo que había en su garganta: de solucionar todo. Llegó pronto a la conclusión de que, en efecto, eso de en la noche no debió suceder, pero por el momento le palpitaban las sienes, así que decidiría qué hacer por la mañana.

— Ven conmigo.

Alfred lo siguió, tenía un vacío en el estómago, como cuando se está por bajar una gran pendiente en la montaña rusa ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Decirle a su padre que no estaba de humor para hablar? ¡Cómo si pudiera!

En el baño de la planta baja, el señor Frederick tomó a su hijo por la nuca haciéndole inclinar la cabeza en el lavabo. Entonces, abrió el grifo.

— ¡Mierda, viejo! ¡Está helada! — se quejó Alfred. El choque de temperaturas lo hizo hiperventilar; de repente, el aire faltaba en sus pulmones.

— Disculpa, te necesito en tus cinco sentidos.

Fuck! Damn it! — siguió quejándose hasta que la cabeza se le aclaró bastante como para comprender que no era un castigo.

Al terminar, Frederick tomó la toalla de mano para secar el cabello de Alfred. Recordó cuando él era un poco más joven y su hijo se emborrachó por primera vez en una fiesta. Tuvo que hacer lo mismo para evitar que fuera aún un poco borracho al otro día al colegio. No lo mal entiendan, adoraba a su hijo, por eso era estricto con él.

Al terminar, fueron a sentarse a la isla de la cocina. Frederick le pasó un jugo del frigorífico a Alfred para que su cuerpo fuera hidratándose. Mañana tendría una horrible resaca y necesitaría fuerzas, MUCHAS FUERZAS.

— Creo que ya tienes una idea sobre lo que voy a hablarte, ¿no es así?

Alfred se quedó sin palabras, en completo, sepulcral silencio. Prefería estar ebrio por mucho; así no sería tan difícil.

— Alfred... ya no eres un niño.

— Disculpa, Dad. Yo limpiaré la bodega.

— No estoy hablando de la maldita botella, Alfred. Ni del cableado. Ambos somos hombres, hablemos como tal.

Ahora Alfred se sentía como si aún estuviera bajo del chorro de agua fría.

— Te vi con esa jovencita en la cava. Estabas tan borracho que no te diste cuenta cuando bajé — habló tajante. La voz de su padre cuando estaba enojado era inconfundible. Y claro que tenía razón en estarlo, pero, más que enojado, tenía una profunda decepción —. Fingí no saber nada durante la cena porque no quería que tu madre se decepcionara de ti.

— Lo siento, papá.

— Mírame, Alfred. No bajes los ojos — el señor Frederick suavizó un poco su expresión —. Yo... Yo pensé que te había educado mejor. Pero creo que aún tengo algunas cosas que enseñarte, aunque sea yo un viejo.

— No, papá, no digas eso. Tú fuiste un excelente padre, yo-

— Déjame hablar — dijo Frederick, esta vez con dureza —. Aunque tengas cuarenta, cincuenta o aun cuando te vuelvas viejo igual que yo. Mientras esté vivo seguiré siendo tu padre. No voy a ser como otros que se deslindan de esa responsabilidad cuando sus hijos se marchan.

Alfred quiso decir otro 'lo siento', pero de su boca no salía ni una sílaba, era como si no tuviera derecho a hablar.

El señor Jones tamborileó los dedos en la mesa ¿Por dónde iniciar? Esto también era incómodo para él. Inspiró profundo —. Lo diré sin rodeos: CRECE YA. Hazlo o tu vida se irá al caño. Y lo peor es que arrastrarás a esa jovencita contigo sino lo haces. Ella es demasiado pequeña, Alfred ¿De cuántos años es su brecha de edad? ¿Veintidós? Podría ser tu hija. ES UNA NIÑA, la hija de alguien más. Y estoy seguro que su padre y su madre no estarían tan contentos de lo que yo vi esta noche.

— De verdad lo lamento — Alfred habló bajito. Esas palabras habían sido como miles de dagas enterrándose en su pecho y su estómago. Pero vaya que tenía razón, mucha razón. No era un niño, era un adulto y sabía lo que hacía ¡Maldición, lo sabía desde hace mucho!

Un desagradable, fuerte sentimiento de culpa y remordimiento se iban comiendo su alma poco a poco. Además, empezaba a sentirse asqueado de sí mismo.

— No es conmigo con quien debes disculparte, Alfred. Debes pedirle perdón a ella y poner las cosas en claro — suspiró, sacándose los lentes para después ponerlos en la mesa. Miró a su hijo a los ojos para asegurarse de que lo estaba escuchando —. Ella es joven, debe estar confundida. A esa edad, los adolescentes apenas van entendiendo el mundo a su alrededor. Aún no saben lo que quieren, ni a que dedicarse. Sus hormonas y sus sentimientos tienden a jugar un papel importante en sus decisiones, incluso más que la razón. Por eso tienes que hablar con ella y disculparte ¿Comprendes? Hazlo o no estaré tranquilo.

— Está bien, lo comprendo.

Alfred estaba a punto de levantarse de la mesa. No podía ver a su padre a los ojos, ni a su madre. A nadie en realidad.

Ah, y una cosa más. No vuelvas a meterte con alguien tan joven o tendré que llegar a medidas desesperadas; no me va a importar que seas mi hijo — dijo el señor Jones como un ultimátum. Esas 'medidas' de las que hablaba, las dejaremos al criterio de las lectoras.

Destrozado, Frederick Jones subió a dormir junto a su esposa, preguntándose si no habría hecho mal con sólo dar una advertencia. Debía haber hecho más, llevar a la joven de regreso a la universidad, por ejemplo ¿Aún podía confiar en Alfred?

Mr. Jones se quedó en la cocina un rato, reflexionando, pesando en que carajos se le pasó por la cabeza el día en que todo comenzó. Cuando pudo recomponerse lo suficiente como para andar, tomó una decisión: No le diría nada a (T/n), rompería los lazos de la forma más disimulada posible para no hacerle daño ni avergonzarla; entonces regresarían a la normalidad. O casi a la normalidad. Él se iría a otro estado como profesor; siempre había una vacante para él dónde quisiera enseñar. Y ella se graduaría con honores dentro de un par de ciclos sin recordar si quiera que tuvo alguna vez a un profesor llamado Alfred Jones. 

Teacher or Daddy (Hetalia x Lectora fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora