Ruta b) Parte 4

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Era pasado de las nueve de la mañana y (T/n) apenas se había despertado. El sol ese día se encontraba opacado por una fina capa de nubes, apenas dejando pasar la tenue luz. Con ese clima, era obvio que se antojaba dormir más y más, puede que hasta el mediodía. Y quizá podía hacer eso sin preocuparse porque oficialmente ya era el periodo de vacaciones. Sin embargo, tuvo que hacer a un lado todo rastro de pereza de su cuerpo para ir a visitar al profesor Kirkland. Rogaba a dios que todos hayan pasado su materia.

Con un ligero gruñido dio vueltas en la cama, enredándose entre las sábanas. Sentía sus músculos desentumecerse en cada movimiento ¡Dios! ¡Que su cama era el mismísimo cielo justo en ese instante! Casi podía oírla decir que se quedara a hibernar, pero no podía; sus compañeros... no, más bien, las vacaciones de sus compañeros dependían casi completamente de ella.

No podía fallarles.

Giró por toda la cama justo hacia el suelo. Entonces, cayó estrepitosamente, quejándose una vez más. Sólo así tomó el valor de levantarse a darse un baño, caminando con la espalda encorvada y el cabello horriblemente revuelto.

Sin muchas ganas, se desvistió, botando la ropa encima del váter. No tenía ánimos si quiera de levantarla y doblarla. Así como así, se metió al chorro del agua sin checar primero la temperatura. Pasando no más de diez minutos, se encontraba completamente despierta. Al salir del baño, podría decirse que incluso se veía como una persona completamente diferente, claro, enrollada en una toalla desde el pecho hasta las rodillas.

Se acercó a su pequeño armario y buscó un par de pantalones, una blusa blanca de vestir y un lindo y delgado suéter en tonos pastel. Ya sabía lo que opinaba el profesor Kirkland de los alumnos que no se tomaban si quiera la molestia de vestir un poco 'decentes'. Aunque, (T/n) pensaba que era una exageración; simplemente, no le hallaba sentido a vestirse semi-formales todo el tiempo. Si había algo que (T/n) podía considerar admirable de la tonta cabeza hueca de Megan, entonces eso era que se vestía como le diera la gana sin importarle los regaños del gruñón Kirkland.

— ¿Dónde la dejé? — se preguntó, buscando entre sus libros la tarjeta que Mr. Jones le había dado. Revoloteó por toda la habitación sólo para darse cuenta de que estaba justo en el bolsillo del pantalón que ocupó el día de ayer — ¡Ajá! ¡Aquí estabas!

Entonces, teniendo ya casi todo listo, tomó una manzana de la nevera y la comió mientras guardaba unas cuantas cosas más en su bolso. Miró la tarjeta unos segundos. Estaba un poco lejos para su mala suerte. Metió un poco más de dinero, ya iría en un taxi.

Primero fue al frente de la universidad a esperar el autobús que la llevaría al centro de la ciudad, después, tomaría ahí el taxi ¿Por qué trasbordar? ¡Porque le costaría un ojo de la cara! No quería gastar mucho más del dinero que tenía ahorrado porque debía mantenerse un mes más únicamente con sus ingresos.

Ya que lo pensaba, ahora que el profesor Kirkland no podía llevarla a su país, debía conseguirse un trabajo de medio tiempo; en parte, para matar el tiempo y, por otro lado, para tener más liquidez económica.

Miraba como del casi campo abierto, el autobús de adentraba en la ciudad, primero por los pequeños barrios pintorescos hasta llegar a los grandes edificios y las calles amplias llenas de personas. Pasó por los complejos más grandes y entonces se preguntó si de casualidad Mr. Jones ya estaría en camino hacia California. Suspiró, quizá si hubiera sido buena idea apuntarse al viaje con él.

Unos cuarenta minutos más en taxi fueron suficientes para llegar al hogar del profesor Kirkland. Miraba insistentemente la tarjeta, sólo para verificar que el número fuera el correcto. Su hogar era nada más y nada menos que una hermosa casita pintada de amarillo, combinada con partes decoradas en blanco. Pequeñas macetas de flores adornaban cada esquina de las ventanas, que por supuesto, tenían lindas cortinas beige pálido. Y, en el jardín frontal bien cuidado, había un lugar para un automóvil —que por cierto no estaba— y un par de hermosos rosales blancos.

Teacher or Daddy (Hetalia x Lectora fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora