Capítulo 3: Desordénate un poco

187 9 42
                                    

Me sentí satisfecha por lograr que se quedara. Después de haber presenciado la discusión con su polola me daba lata dejar que se fuera así, a lo mejor con un tecito se calmaba un poco.

- ¿Qué quieres pedir? – le sonreí, en serio estaba contenta por hacer que se sintiera mejor.

- Eh, no sé – miró a su alrededor, observando las otras mesas – lo mismo que tú pidai.

¿Es idea mía o de repente se puso tímido? Lo encontré tierno.

- Ya po rucio, si yo te estoy invitando – intenté hacerlo sentir en confianza - ¿quieres comer algo? Igual es tarde, debes tener hambre.

- Bueno – asintió y por primera vez en la noche me fijé en lo ronca que era su voz - ¿un churrasco al plato puede ser?

- Lo que querai – le respondí con gusto y levanté la mano para llamar al garzón.

Pedí lo mismo, un churrasco al plato con papas fritas. "Total la Caro paga", pensé (porque se lo iban a cargar a su cuenta), "No, mentira, mañana le devuelvo todo".

- ¿Y para tomar? – preguntó el Garzón.

- Un agua mineral para mí – miré al Pancho - ¿y tú?

- Eh... - en ese momento justo se cruzó otro garzón que llevaba dos tragos de color azul intenso: blue tequila. Francisco lo siguió con la mirada.

- ¿O quieres uno de esos? – dije haciendo que se diera vuelta hacia mí otra vez. Dudó un poco, entonces agregué – si apagai tele yo te cuido, no te preocupes.

- Ya po – accedió – soy más de piscola eso sí.

- Pídete una piscola entonces po – lo animé. La idea era que disfrutara un poco para desconectarse del mal rato.

Mientras esperábamos nuestros platos intenté meterle conversa para que no hubiera un silencio incómodo.

- ¿A qué viniste al casino? – pregunté haciéndome la loca, no le iba a decir "sé que viniste al desfile porque te estuve observando como psicópata desde la fila de atrás y te seguí".

- Vine con la Paula, mi polola, a un desfile de modas que estaban haciendo en el Arena – me contó, yo por supuesto fingí sorpresa - ¿y tú?

- También, me invitó mi prima – hice una pausa para pensar mejor si ser del todo sincera– aunque tengo que admitir que lo encontré fome.

- Yo igual – se rio y me alivió saber que le cayó bien mi comentario – estaba más aburrido que la cresta.

- Pero llegué yo a rescatarte – me lancé, mitad en broma, mitad no tanto en broma.

- Sí, en serio muchas gracias – agachó la cabeza – disculpa, no te he preguntado ni el nombre, ¿cómo te llamas?

- Emilia – yo creo que me brillaron los ojitos de emoción – o Emi, como querai. Y en verdad cero problema, quédate tranquilo Francisco.

Pude leer en su expresión que estaba a punto de preguntarme cómo sabía su nombre, pero justo llegó el garzón con la comida y le puso la piscola helada justo al frente. Hasta a mí me dieron ganas de tomar pero me conformé con mi agüita, hoy me tenía que portar bien.

Observé la forma en que el Pancho cortaba la carne en trozos pequeños, al igual que las papas, y la pinchaba meticulosamente con el tenedor para llevársela a la boca. Menos mal que me di cuenta e hice mi mejor esfuerzo por parecer señorita y tener modales en la mesa, pero de ser por mí me habría comido las papas fritas con la mano y con harta mayonesa.

- ¿Quieres otra? – señalé su vaso vacío.

- Ya – asintió tras pensarlo un poco.

Llamé al garzón de nuevo y me hizo el gesto de que vendría enseguida.

- Oye, ¿y tú me vas a dejar tomando solo? – dijo Sierralta agarrando confianza - ¿no me vas a acompañar?

No me dio tiempo a responder porque llegó el garzón a tomar el pedido.

- Otra piscola para mí – alzó el vaso tomándose el conchito que quedaba, entonces me miró – ¿qué te gusta tomar?

- ¿Un mojito? – fue lo primero que se me ocurrió ante lo sorpresivo de su pregunta.

- Ya – dio un pequeño aplauso en el aire con cara de satisfacción y le habló al garzón – un mojito y una piscola, porfa.

Habíamos terminado de comer hace rato pero este weon había agarrado vuelo.

- Oye, hay una disco aquí arriba, ¿quieres ir? – se me ocurrió – es bien piola el bar.

- ¿La Suka? – preguntó y yo asentí, entonces se paró y me tomó de la mano – vamos.

Yo nunca había ido, si lo del bar era chamullo, pero la perso no me faltaba. Dejé que me guiara hasta el piso de arriba y quedé hipnotizada por las luces y el ambiente.

Pensé que el rucio quería ir a tomarse algo al bar y después ir a acostarse, pero no me opuse cuando se tomó un cortito de whisky al seco y, todavía de la mano, me llevó a bailar.

La temática de esa noche era música electrónica, así que había mucha gente bailando sola y metida en su mundo. Me acerqué a Sierralta tanteando terreno y estiró su brazo para pegarme más a él.

- Ya po rucio – puse mis brazos alrededor de su cuello – desordénate un poco, suéltate.

Tenía la camisa adherida al pecho por la transpiración, estaba entero mino. Inspiré hondo cuando su mano me sujetó firme por la cintura y sentí sus músculos contra mi cuerpo. Bajó la mirada a mis labios y se inclinó buscando mi cuello.

La música, las luces, el alcohol, el aroma de Sierralta... me dejé llevar.

⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆

Cómanse luego pls asdfghjklñ


Suéltate (Francisco Sierralta y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora