Capítulo 7: Me gusta

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16 de Noviembre, 2021

Volví corriendo a lo largo de la fila, el Nacho se había puesto a un lado para esperarme porque teníamos que entrar juntos. No le di tiempo a retarme, porque lo tomé del brazo y lo llevé adentro.

- No puedo creer que siempre alcances a llegar – me dijo mientras lo tironeaba escaleras arriba para acomodarnos en la galería.

- Es mi talento natural – sonreí orgullosa mientras buscaba un par de asientos vacíos – mira, ahí.

No hay mucho qué decir, ese partido estuvo fatal. Desde los primeros minutos supimos que Chile la tenía difícil, los ecuatorianos iban mucho al choque y el árbitro no cobraba ni una wea, estaban aporreando a nuestros cabros y varios ya venían con lesiones. Cayó Mena y Alexis en el primer tiempo, sin contar que el Arturito se fue expulsado por creerse bailarina de ballet y pegarle la media patá a un ecuatoriano. Pero mi rucio se mantenía firme en la defensa por muchos golpes que le dieran, y yo no daba más de lo orgullosa.

Chile se desordenó completo, y el profe Lasarte hacía cambios para parchar nomás, yo creo que hasta él estaba descolocado de que Chile estuviera teniendo tanta mala cuea.

Entonces llegó el minuto 83 y Sierralta dio un grito que me apretó el corazón:

- ¡Me desgarré!

Se acercó con dificultad a un costado de la cancha, no podía escuchar nada.

- ¿Qué está pasando? – le pregunté al Nacho sin contener mi preocupación, pero se encogió de hombros, desde esa distancia era imposible saberlo.

Saqué mi teléfono y me tapé el otro oído para escuchar mejor.

- Caro, necesito que pongas el partido y me digas qué está pasando.

- Al tiro – me respondió ella – están diciendo que Sierralta se lesionó pero no lo pueden sacar porque Chile ya agotó los cambios.

- ¿Qué? No pueden hacer eso – me empecé a alterar.

- Lo van a poner de 9, Chile no puede quedar con dos menos – repitió las palabras del comentarista – por último para que camine, pero no se puede quedar en el suelo porque se detiene el partido.

Corté. Me dio rabia lo insensible del cuerpo técnico, de sus compañeros de selección que no lo dejaban salir. ¡Estaba desgarrado y pedía que lo sacaran! ¿Por qué lo obligan a quedarse cuando es claro que no puede? No le da el cuerpo para más.

Me paré en mi asiento y grité de pura impotencia:

- ¡Sáquenlo! ¡Saquen a Sierralta! ¡Está desgarrado! – pero mis gritos se perdieron entre el bullicio de la hinchada - ¡Lo van a lesionar más! ¡Sáquenlo! ¡Le duele!

Lo observaba cojeando y sentía que me dolía a mí también, contaba los segundos para que el partido terminara. Dejó de importarme que fuéramos perdiendo, se me caían las lágrimas de saber que Francisco estaba jugando lesionado frente a mis ojos y yo no podía hacer nada para defenderlo. Pensé en tirarme, en saltar la reja para interrumpir el partido y sacarlo de ahí, pero la pequeña parte racional que me quedaba sabía que no iba a lograrlo. Entonces pensé en su carrera, en cuánto tiempo le iba a tomar recuperarse y me enojé más con el profe por ser tan egoísta y no pensar el daño que le puede hacer a futuro.

Puse la transmisión en vivo en mi celular y mostraban su carita, sus músculos tensos por el esfuerzo de seguir corriendo, sus reclamos como diciéndole a los compañeros "¿cómo quieres que juegue así? ¡mírame!".

El Nacho me agarró de un brazo para bajarme y me pegó contra su pecho. Ya era inútil gritar, si no lo habían escuchado a él menos me iban a pescar en mí. Dejé que me contuviera hasta que sonó el silbato que marcaba el fin del partido.

La hinchada se disipó rápido, Chile había perdido 2-0 y Qatar estaba cada vez más lejos. Mi mano, todavía empuñada por los nervios, sostenía la bolsita ziploc con el pan con mortadela que tan cariñosamente le había preparado antes de venir. Ahora no tenía caso, sólo quería saber que lo hubieran llevado a un hospital.

Hey, ¿estás bien? ¿qué te pasó?

En la tele dijeron que podía ser un desgarro, ¿eso es grave? ¿te llevaron al médico?

No sé cuándo leas esto, pero en cuánto puedas respóndeme porfa, estoy preocupada.

¿Necesitas algo? ¿Puedo hacer algo por ti?

Tú dime nomás, a la hora que sea, dime a dónde y yo llego.

Pero era obvio que no me iba a responder. El viaje en auto al departamento del Nacho transcurrió en silencio, la Caro nos abrió la puerta, se iba a quedar con nosotros esta noche también.

- ¿Estás bajoneada porque Chile perdió? – me preguntó mientras me servía agua caliente, el Nacho se había ido a acostar y estábamos las dos en la cocina – busqué en internet y dicen que todavía pueden llegar a Qatar, pero tienen que ganar todo de aquí en adelante eso sí.

Asentí para darle una respuesta vaga y seguí revolviendo mi tecito.

- Te conozco, no es por eso, ¿verdad? – hizo que la mirara.

Le di un sorbo a mi tecito antes de contestar, me dolía la garganta por haber gritado tanto.

- Estoy preocupada – dije con disfonía – el rucio se lesionó y lo hicieron jugar igual. ¿Y si se desgarró más? ¿o si queda mal para siempre?

- Los jugadores se desgarran, tu siempre dices eso – intentó darme tranquilidad.

- Ya, pero ahora es distinto, no se desgarró un jugador x, se desgarró él – apoyé el tazón con fuerza en la mesa, todavía enojada.

- ¿Y desde cuándo te importa tanto? – me miró confundida.

Entonces hablé sin pensar.

- ¡Es que él me gusta, po Caro! – admití, y luego escondí la cara entre mis manos.

- Ya pero ¿pa qué te poni así? – se lo tomó como una broma – te gusta igual que te gustó ese mino que viste una vez en la micro, el weon del Starbucks, el loco que te comiste en el carrete de fin de semestre, no te lo tomes tan a pecho, es un amor platónico nomás.

- No Caro – negué con la cabeza – el rucio me gusta de verdad. 

- ¡Pero si no lo conoces! - se rio, yo me puse seria.

- Es que tú no supiste lo que pasó esa noche en el Monticello...

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Es súper intensa la Emilia jaja va a defender a su rucio con todo.

No olviden seguir dándole amor al fic:) compartiéndolo, votando, recomendando sus otras historias también si es que pueden <3 son las mejores.

Suéltate (Francisco Sierralta y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora