A lo mejor me estaba puro pasando rollos y para él dormir conmigo era lo más natural del mundo. Para mí también debería serlo, ¿por qué me ponía tímida de repente? Si íbamos a dormir nomás.
Me enderecé en el sillón y abracé mis rodillas solo para ganar tiempo y pensar en una respuesta. La encontré al otro lado del ventanal que daba a la terraza.
- ¿No te da flojera? – le pregunté – acabas de terminar de hacer tu cama y ahora la vas a desarmar.
- Igual sí – admitió.
- Durmamos acá entonces – comenté, siguiendo mi plan improvisado.
- ¿Acá en el sillón?
- Sí, ¿por qué no? – continué – o también puede ser en la colchoneta que está en el patio.
En la terraza habían varios de esos columpios para mecerse, ahora las colchonetas que cubrían el asiento y el respaldo estaban tiradas por ahí después del paso de sus amigos y ni siquiera nos habíamos acordado de ordenar el patio.
- Mejor – le pareció la idea y se paró – voy a buscarlas, espérame aquí.
- No po, yo te ayudo – lo tomé de la polera y caminé a sus espaldas como haciendo un trencito para animar el ambiente.
Tarareé un poco de música para hacerlo divertido, conseguí que me aganchara a bailar en el trayecto.
Volvimos a correr la mesa de centro a un lado y pusimos dos colchonetas, empecé a tocar los cojines del sillón para saber cuáles serían más cómodos mientras que el rucio sacó unas mantas del armario.
Me acosté yo primero, él dijo que se iba a poner un buzo y volvía. Me pegué al borde del colchón, mi mente estaba calculando cuánto espacio debía haber entre nosotros para no tocarnos. Él volvió y se metió a la cama como si nada. Miró el techo y parecía no tener intención de quedarse dormido todavía.
- Esto es como acampar – comenté sonriendo.
- ¿Te gusta acampar? – se giró para hablarme a la cara, yo seguí con la mirada fija en el techo.
- Si po, a mí me encanta viajar, ¿y a ti?
Lo pensó un poco.
- Un poco, sí – respondió – lo que pasa es que por mi trabajo tengo que viajar mucho, venir a Chile para las fechas con la Selección, devolverme altiro a Europa y al día siguiente estar entrenando en el Watford... eso igual me agota.
- Me imagino, son muchas horas además.
- ¿Oye? – se apoyó sobre su codo para ganar altura - Si pudieras ir a cualquier parte del mundo, ¿a dónde te gustaría viajar?
Me quedé callada un momento, de pronto el rucio me estaba poniendo demasiada atención y yo no sabía por qué.
- La Clo me contó lo que pasó en esa fiesta – agregó, su voz se había suavizado – que te molestaron porque nunca has ido a esquiar. Si quieres podemos ir, cuando tengas tiempo me avisas y te puedo llevar a dónde tú quieras, a los Alpes Suizos, o a Francia, en España también hay lugares buenos para esquiar... donde tú quieras conocer.
Me giré sobre mi costado para mirarlo a la cara.
- No po, rucio – negué con una sonrisa – antes de viajar a cualquier otra parte yo quiero conocer Chile. Siento que tenemos lugares tan hermosos acá que no hay para qué buscar en otro lado.
- ¿Ah sí? – mi respuesta pareció sorprenderlo y llamar más su interés - ¿a dónde te gustaría ir entonces?
- A las Torres – le conté ilusionada – me encantaría conocer Torres del Paine, es un sueño. Voy a ir con mis compañeros de universidad a fin de año, ya tenemos todo planeado, va a ser una excursión hermosa, perderse en la naturaleza, desconectarse para conectar...
- Suena súper bonito cómo lo estás contando – me sonrió y me pasó un mechón de pelo por detrás de la oreja – me encanta la intensidad que le pones a las cosas que te gustan.
Agaché la cabeza para que no se diera cuenta de que me estaba poniendo roja.
- Soy un animalito salvaje, ¿recuerdas? – bromeé recordando el episodio de las manzanas.
- Awrr – intentó imitar un rugido y nos reímos – ya, ¿durmamos?
- Durmamos – sonreí y cerré mis ojitos cuando me dio un beso en la frente.
Tenía pensado girarme hacia el otro lado para darle la espalda y que cada uno durmiera tranquilo, pero antes de que terminara el beso apoyó su mano en mi cintura y buscó acercarme a él. Me rodeó con sus brazos para mantenerme pegadita a su pecho.
Se quedó dormido altiro, lo supe porque su respiración se volvió acompasada, su pecho subía y bajaba suavecito. Me acurruqué más a él, el calor que su cuerpo emanaba me protegía, respiré su perfume, el olor de su ropa, y podía sentir sus latidos por debajo de la tela. Me sentí segura, a salvo, en casa.
Empecé a darle vueltas a lo que sucedió hoy. En cualquier otra situación yo misma le hubiese pegado el medio combo en el hocico al José Tomás por estarme molestando. Estudié en un liceo, aprendí a defenderme yo solita, no necesitaba que me cuidaran.
Pero por alguna razón, había encontrado refugio entre los brazos de Sierralta, y quería permitir que me cuidara, dejar de tener siempre esta armadura que me pongo encima para que no me afecte nada y mostrarle lo que hay debajo de las grietas. Me siento lo suficientemente en confianza como para bajar la guardia y dejar que conozca a la Emi más vulnerable, la Emi niñita, la Emi que llora.
Todos estos meses pensé que con el tiempo el rucio iba a empezar a quererme, pero hoy me di cuenta de que yo también tengo que dejarme querer.
Con mi dedo recorrí sus facciones. El Francisco era un vikingo, siempre serio, siempre fuerte, siempre a la defensiva y listo para atacar. Sé que me va a cuidar, confío en él.
...
Desperté porque la luz que entraba por la ventana a espaldas del Pancho me dio en la cara. Miré la hora en mi reloj, eran las 6 de la mañana.
El rucio todavía me estaba abrazando, parecía no haberme soltado en toda la noche y yo no podía estar más feliz. Tomé su brazo con cuidado para salir y en su lugar coloqué una almohada. Me paré de puntitas para irme antes de que se diera cuenta y volver a mi casa, sentía que ya me había aprovechado mucho de él y no quería ser barsa.
Pese al rayo de luz que me despertó el resto de la habitación estaba oscura porque el techo era súper alto. Intenté repasar en mi cabeza dónde estaban los muebles.
- Mierda – exclamé en un susurro cuando choqué con una mesa de arrimo.
"Ojalá que el Francisco no haya escuchado", pensé, pero lo siguiente que oí es que se aclaró la garganta y prendió una lámpara. Me pillaron.
- ¿Por qué siempre te vas sin despedirte? – habló con la voz ronca.
Lo vuelvo a reafirmar, la voz de recién despertado de Sierralta es lo más sexy que hay.
- Aprovéchame que si llegué ayer me puedo ir mañana, soy gitana – bromeé cantando la canción de Shakira.
Se rio un poco y luego me hizo el gesto de volver a sentarme en la cama. O bueno, el colchón.
- ¿Te pegaste muy fuerte? – me preguntó tomándome con cuidado la pierna.
- No – me reí – eso sí, yo de ladrona me muero de hambre, no sé pasar piola.
- ¿Qué hora es? – estiró el brazo para tomarme por la muñeca y ver la hora en mi reloj - ¿quieres tomar desayuno?
- No, rucio – lo detuve – yo creo que ya me voy.
Ya habíamos vivido esta situación antes esa mañana en el Monticello cuando lo fui a buscar a la pieza para pedirle el taxi. No quería que fuera igual de incómodo.
- Quédate conmigo un ratito más po – se dejó caer en la cama y tiró de mí para que hiciera lo mismo.
Sonreí.
Pídeme que me quede contigo toda la vida, si quieres.
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La Emi tiene un lado dulce también, y se lo está mostrando de a poquito a Sierralta <3
¿Les gusta esta nueva faceta de ella? De los dos, en verdad.
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Suéltate (Francisco Sierralta y tú)
FanfictionÉl pensó que le podía mostrar el mundo. Ella le demostró que no había conocido nada todavía. A Sierralta se le mueve el piso cuando conoce a una mina que es un caos con patas. ¿El problema? Que el rucio anda con su polola de toda la vida. ¿Es muy ta...