Capítulo 24: Llegué tarde

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Hola Emi.

¿Nos podemos juntar hoy día?

Tenemos que hablar.

Chuta, igual esa frase de "tenemos que hablar" tiene la fama de anunciar que va a pasar algo, pero como los mensajes eran del rucio no le di más vueltas, si fuera algo importante ya me lo hubiera dicho. Le respondí a la rápida porque estaba haciendo senderismo con un grupo de turistas:

Ya po

¿Misma hora y lugar?

No supe si me respondió algo además de eso porque guardé el celular para seguir con mi trabajo. Cuando me bajé del metro Tobalaba y caminé hasta el parque donde solíamos encontrarnos siempre me reí bajito al mirar mi reflejo en la vitrina de una de las tiendas: cada vez que me iba a juntar con el Francisco venía de una salida a terreno llena de tierra, o recién salida de la ducha y con el pelo desordenado, o hasta con pijama y las lagañas pegadas en la cara como esa vez que me fue a buscar de madrugada. Nunca tenía tiempo para arreglarme para él, y lo irónico de esto es que él era la razón de toda la ropa bonita que me había comprado, que ya había estrenado varias veces en distintos circulos sociales, mas nunca había llegado a mostrarme de esa forma delante del rucio.

"Bueno, ya llegará la oportunidad", pensé.

Lo encontré de pie apoyado contra el árbol del que solíamos sacar manzanas. Tenía los brazos cruzados y una expresión preocupada, intentó disimularla cuando me vio llegar.

- Hola rucio - me paré de puntitas para darle un beso en la mejilla.

Apenas me acerqué supe que algo andaba mal: sus labios estaban fríos.

- ¿Qué onda? Estai súper helado - dije con una risa nerviosa, esperando que fueran imaginaciones mías solamente - ¿pasa algo?

- Eh, no - miró hacia otro lado, evitándome - no, tranqui. ¿Te queri sentar?

- Ya po - contesté media desconfiada, nunca había tenido esta actitud conmigo antes - dijiste que teníamos que hablar de algo...

- Sí, es verdad - agachó la cabeza y se rascó la nuca - Emi, tu sabes que te quiero mucho, ¿verdad? Que eres súper importante para mí.

"Weona, te va a pedir pololeo", me emocioné, "por eso está tan nervioso".

- Si po Francisco - le sonreí y busqué tomar su mano - yo también te quiero un montón.

- Qué bueno que sientas eso por mí - me sonrió de vuelta pero había algo extraño, ¿acaso era una sonrisa triste? - No quiero que se te olvide nunca, ¿ya? Pase lo que pase, que no se te olvide nunca lo mucho que te quiero.

- Ya pero rucio, me estai asustando - mi respiración se volvió pesada, como anticipándose a que algo iba a pasar, y sus palabras no podían ser un buen augurio - ¿qué pasa?

Inspiró hondo, con la mirada fija en los autos que pasaban por la avenida. Mi corazón se llenó de miedo por las palabras que estaba a punto de decir.

Entonces disparó:

- Voy a volver con la Paula.

Sentí como si hubiese recibido un golpe en el pecho tan fuerte que hizo que curvara la espalda. Tragué saliva e hice un esfuerzo por recuperar el aire.

Suéltate (Francisco Sierralta y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora