Capítulo 21: Defiéndeme II

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- ¡Suéltala weon!

- Francisco... - dije con un hilo de voz ante la sorpresa.

De un manotazo el rucio hizo que mi amigo me soltara pero no le bastó con eso, le pegó con ambas manos sobre el pecho para alejarlo más de mí.

- ¡Te dije que no la tocarai, weon!

-Francisco, para – intenté detenerlo para que la situación no escalara a los golpes – Francisco.

No me hizo caso, solo me tomó por el brazo para ponerme detrás de él y protegerme. Tiré de su camisa, no quería que se metiera en problemas por agarrarse a puñetes con JT.

Dio un suspiro de frustración y me rodeó por la cintura para encaminarme a su casa. Captamos la atención de todos los invitados pero él no se molestó en dar explicaciones, me llevó derecho hasta el segundo piso donde estaba su pieza. Cerró la puerta tras de sí y me tomó por los hombros, mirándome de arriba a abajo.

- ¿Estás bien? ¿Te hizo algo? – me preguntó preocupado.

- No, tranqui – negué con la cabeza y giré un poco mi brazo para observar mejor las marcas que me quedaron de su agarre – estoy bien.

- Emi, perdona – se pasó una mano por el pelo, angustiado – debí haber llegado antes, no quería dejarte sola con ese weon.

- No pasa nada – intenté tranquilizarlo y puse mi mano en su mejilla – igual qué lata haber arruinado tu fiesta de cumpleaños – bajé la mirada – yo creo que lo mejor es que me vaya, voy a pedir un uber y...

- No – me interrumpió – me da lo mismo toda esta gente que está afuera, yo quiero pasar mi cumpleaños contigo.

Una sonrisa se dibujó en mis labios y escondí la cara en su pecho. Estaba tan enamorada del rucio y parece que por fin me estaba empezando a querer. Me dio un beso en la cabeza y me meció un suavecito entre sus brazos.

- Ya, pero tienes que estar con tus invitados po – le dije separándome un poquito de su cuerpo – vinieron a saludarte a ti.

Asintió y abrió su closet para sacar un polerón, era de esos estilo americano como los que usaba Zayn Malik de One Direction. Me lo puso sobre los hombros y subió el cierre hasta la mitad.

- Espérame aquí, ¿sí? – me sonrió antes de salir.

Cerró la puerta y yo me estiré hasta alcanzar el cierre en la espalda de mi vestido. Dejé que se deslizara hasta el suelo, el tul de la falda me picaba en las piernas y así estaba más cómoda. El polerón del rucio me llegaba hasta medio muslo así que cubría todo lo que había que tapar. Me subí el cierre hasta arriba y busqué en su cómoda un par de calcetines para sacarme los tacos y abrigarme las patitas.

Me senté en su cama con las piernas cruzadas y prendí la tele. Cada tanto el Francisco subía a traerme comida o preguntarme si necesitaba algo, yo solo le decía que no estuviera preocupado por mí, que disfrutara su fiesta nomás, pero el rucio estaba decidido a cuidarme.

El ruido de la fiesta se fue apagando y por la ventana de su balcón miraba como los autos se iban yendo y el estacionamiento quedaba vacío. Cuando estuve casi segura de que no quedaba nadie más, bajé las escaleras en silencio, por si acaso.

- Hey, estaba por ir a ver cómo estás – me dijo cuando me vio aparecer en el living y luego se rio - ¿y esa pinta?

No le respondí. En su lugar me acerqué a abrazarlo y el me correspondió.

- Quería vestirme como el cumpleañero más lindo del mundo – me paré de puntitas y él atrapó mi nariz con sus dedos.

Me separé de él y comencé a recoger las copas usadas que estaban por toda la casa.

- ¿Qué estás haciendo? – preguntó a mis espaldas.

- Te estoy ayudando a limpiar – contesté como si fuera obvio – cuando vas a un carrete, uno pone la casa y los otros le tienen que ayudar a dejar ordenado.

- Emi, no – se rio y me quitó las copas sucias de las manos – yo mañana llamo a alguien para que venga a limpiar.

- Rucio, no seai porfiado – lo molesté – anda a acostarte si queri, no me demoro nada en ordenar.

Apoyó su mentón en mi hombro y me abrazó por la espalda.

- Te voy a ayudar entonces – me susurró al oído y soltó una risita.

Pienso que esto le debía parecer insólito, seguramente nunca se había quedado a limpiar después de un carrete en su vida, pero con buena compañía todo es entrete.

Lo primero que hicimos fue recoger todas las copas y vasos sucios para meterlos en el lavavajillas. Eran caleta, yo creo que ni siquiera una botillería tiene tantos vasos.

- ¿Cuánta gente vive en esta casa, rucio? – bromeé a raíz de lo anterior.

Mientras Sierralta hacía las camas en las piezas del primer piso yo entraba las sillas y acomodaba los muebles. Me impresionó lo desordenados que pueden ser los cuicos, dejan un desastre por donde pasan, rompen y ensucian todo.

Intenté empujar la mesa de centro a su lugar, la habían apartado a una orilla para tener más espacio para bailar. Probé tirando de ella y apenas logré separarla de la pared, continué así hasta hacer un hueco suficientemente grande para meterme del lado de la pared y empujar desde ahí que parecía ser más fácil. Se movió con suerte un par de centímetros, pero estaba tan concentrada empujando que no escuché llegar al Pancho y no me di cuenta de su presencia hasta que de un tirón desplazó la mesa algunos metros y yo me caí de hocico en la alfombra.

- Eri Hulk, weon – su fuerza me había impresionado, tuve que recordarme a mí misma que era deportista y trabajaba con su cuerpo.

Cambiamos de tareas: él se iba a quedar moviendo los muebles mientras yo estaba en el segundo piso cambiando las sábanas y haciendo las camas que los cuicos habían usado para tirar hace un rato. Si tienen plata, ¿cómo tan ordinarios de venir a tirar acá en vez de pagar un hotel?

Su casa era gigante, todo blanco, moderno y, a mi gusto, impersonal. No se sentía como una casa realmente, no tenía esa sensación hogareña.

Suspiré satisfecha cuando terminé de hacer la última cama, la del cuarto de invitados, y bajé las escaleras agotada. Me encontré al Francisco acomodando los últimos cojines en el sillón.

- La casa nos quedó soplada – comenté orgullosa.

- Sí, pero la cagó que esto cansa – respondió dejándose caer en el sillón - ¿Te quieres ir a acostar? Quédate en la pieza de alojados, está en el segundo piso, es la última cuando doblas a la izquierda.

- No wei po – me senté al lado de él, cansadísima – es la pieza que acabo de hacer, me da pena desordenarla. ¿Puedo dormir en el sillón? – le pregunté y me acurruqué contra el respaldo.

- Quédate a dormir conmigo entonces.

- ¿Hmm? – pensé que había escuchado mal, ya me había acomodado y estaba por quedarme dormida.

- Durmamos juntos – lo repitió con cierta timidez.

Su propuesta me había descolocado, mi mente no lo procesaba bien.

- ¿En tu cama? – pregunté sin pensar. Él asintió.

Me corté entera. Yo había dormido con mis amigos del liceo después de los carretes todos amontonados, pero esto era distinto, era en otro contexto y me ponía nerviosa.

Dormir en la misma cama que Francisco Sierralta... no estaba lista para eso.

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¿Hay algo más lindo que ser defendida por Francisco Sierralta?

Es que imagínenselo, weon. Lean la novela lentito y se van armando la escena en sus cabezas. Me lo imagino tan sobreprotector como pololo, y ahora más encima van a dormir juntos...

WAAAAAAAAAA *gritito fangirl*

Suéltate (Francisco Sierralta y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora