Capítulo 19: Salvaje

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Sierralta's POV

"Emilia, te necesito a ti", escribí con manos temblorosas y el corazón en la mano. Me estaba jugando todas mis cartas y ni siquiera lo había pensado bien, pero si algo me había enseñado esta chica era a ser espontáneo.

Volvió a aparecer en línea, si me deja en visto no sé qué voy a hacer. Ella también pareció dudar un poco porque se tomó un tiempo antes de contestar. Suspiré de alivio y eché la cabeza hacia atrás, todavía con lágrimas en los ojos, cuando leí su respuesta.

Dime dónde nos juntamos. Me estoy vistiendo.

Mándame tu ubicación. Te paso a buscar.

Me pasé las manos por la cara para limpiarme las lágrimas. La Emi me había dado una oportunidad y ahora tenía que ser resolutivo, puse las manos firmes en el volante y me dije a mí mismo que no me iba a permitir hacer una pausa más hasta llegar a su casa.

A eso de las 5 de la mañana el GPS me avisó que estaba a 200 metros de mi destino. Tomé aire y reduje la velocidad, necesitaba tiempo para pensar en qué iba a decir cuando me encontrara con ella. ¿Debería disculparme apenas la saludara? ¿O invitarla a dar una vuelta, quizás a tomar desayuno en alguna cafetería que estuviera abierta para explicarle todo con calma?

- Gire a la derecha en la siguiente intersección con dirección a... – me interrumpió la voz robótica de la app de navegación.

Intenté retomar mis pensamientos pero ya no me daba tiempo a idear nada. De repente estaba estacionado afuera de una casa donde me esperaba una niña sentada en la escalera de la puerta. Tenía las manos en los bolsillos, la cabeza apoyada en el marco de la puerta y parecía estar medio dormida en esa posición.

Me apresuré en hacerla entrar al auto, no quería que estuviera pasando frío. Se despertó con el ruido que hizo mi puerta al cerrarse y me miró fijo un momento.

- Emilia... - solo eso supe decir.

Lo siguiente que sucedió es que se paró y caminó a paso firme hacia mí. "Me va a pegar", pensé pero no me aparté, "igual me lo merezco". Me quedé quieto y giré un poco la cabeza, esperando recibir una cachetada en mi mejilla.

Me sorprendió sentir que pasó sus brazos por debajo de mis axilas para rodearme y atraerme hacia ella en un abrazo. Sus manos buscaron mi espalda para hacerme cariño.

- Shh, tranquilo – me susurró – ya estoy aquí.

¿Acaso me estaba consolando?

Me descolocó un poco, habíamos entendido cosas distintas. Yo vine a pedirle perdón por dejarla sola, ella accedió a juntarse conmigo porque terminé con la Paula y piensa que debo estar destrozado. No es del todo mentira, pero son tantas emociones que ya no sé qué sentir.

Dejé que me envolviera con sus brazos y, con cuidado, busqué corresponderle el abrazo. Apoyó su mejilla en mi pecho:

- Estás helada – comenté después de un rato, el frío de su carita había traspasado la tela de mi polera – vamos al auto, no quiero que pases frío.

La Emi no se negó, la guié hasta el auto con una mano en su cintura y le abrí la puerta del copiloto.

- ¿A dónde vamos? – habló después de un rato.

- A nuestro lugar favorito – intenté sonreír, tenía solo buenos recuerdos de ese parque escondido cerca del Costanera, y todos eran con ella.

El viaje transcurrió en silencio, yo creo que ella también sabía que la conversación iba a estar tan cargada de emoción que era mejor esperar el momento indicado. Me estacioné en un parking privado y nos sentamos en el pasto. La Emi se sacó los zapatos y los calcetines, igual que la primera vez, para sentir la tierra húmeda. Yo la imité.

Suéltate (Francisco Sierralta y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora