Capítulo 27: ¿Te vas a casar?

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¿Acaso me querían hacer algo a mí?

"No", intenté tranquilizarme, "el Francisco jamás dejaría que alguien me hiciera daño".

Me senté en la cama y me desabroché los zapatos para sacármelos. Acomodé mis brazos dentro de las mangas de la chaqueta, que hasta ahora solo tenía sobrepuesta, y me puse cómoda mientras lo esperaba. 

Pensé en prender la tele, pero tenía la intención de volver a la fiesta lo antes posible. Me quedé jugando con mis pies desnudos que colgaban al borde de la cama, meciéndolos, primero el derecho, luego el izquierdo y así, siguiendo un ritmo que me acababa de inventar.

Oí sus pasos acercándose y me senté derecha. Mientras lo esperaba se me ocurrió pensar en alguna broma para molestarlo cuando abriera la puerta, la verdad es que se había demorado caleta, no traje mi celular, pero calculo que debe haber sido más de media hora.

Metió la llave en la chapa y me preparé para recibirlo. Metí las manos en los bolsillos y sentí algo extraño.

Se me paró el corazón cuando mis dedos reconocieron la forma de una caja.

"No, no, no", mi mente iba a mil por hora e intentaba negarlo, "no, que no sea eso, por favor". 

Un escalofrío me recorrió toda la espalda mientras mi corazón retumbaba en mi pecho tan fuerte que pensé que podía oírlo él desde afuera.

La sangre dejó de fluir a mis articulaciones volviéndolas rígidas, sin tacto, sin temperatura. Pero incluso así mis dedos fueron capaces de tomar la caja y sacarla del bolsillo, igual que las máquinas mecánicas de peluches.

Exhalé todo el aire que tenía en los pulmones cuando sostuve en mi mano una caja de terciopelo azul. 

Me temblaba el cuerpo entero y mi pecho no era capaz de expandirse para hacer que entrara aire, con cada inhalación forzada mi caja torácica se cerraba más y más.

Una mano de autómata abrió la caja que descansaba en mi palma derecha, un segundo después la reconocí como propia, dejando ver un anillo de compromiso.

Brillantes sobre platino, que tenía grabado un nombre: Paula.

- Emilia... - susurró él. 

¿En qué momento entró? 

La verdad es que ya no importaba, no me sentía capaz de mirarlo. Tragué saliva.

- ¿Te vas a casar? - pregunté con la voz rota.

El rucio se cortó entero, no me respondió. Me aclaré la garganta, la presión en mi tórax me estaba dando un respiro.

- Contéstame - insistí con un hilo de voz, apenas audible.

- Emi - reaccionó y corrió a arodillarse frente a mí, tomó mis manos entre las suyas y apartó el anillo - Emi, yo... no quería que te enteraras de esta forma, te juro que iba a contártelo cuando llegara el momento, yo...

- Por eso no querías que viniera... - alejé mis manos para ponerlas en mi regazo y seguir mirando a un punto fijo entre ellas.

- Yo quería cuidarte - intentó levantar mi mentón pero lo aparté.

- No - negué con la cabeza y me puse de pie - no me estabas cuidando, me estabas escondiendo.

Me dolía asumir esta verdad, unir todos los puntos en mi cabeza de una vez y no darme cuenta de lo que significaban hasta que las palabras salieron de mi boca. No sé cómo podía mantenerme en pie.

- Esta no era una celebración por tu temporada en el Watford - continué resolviendo el rompecabezas - esta era tu fiesta de compromiso, por eso no querías que viniera, por eso... - cerré los ojos con fuerza para despejarme las lágrimas - por eso la Paula quería que estuviera aquí.

Suéltate (Francisco Sierralta y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora