- ¿Qué vas a pedir para Navidad? – me preguntó la Caro mientras revolvía una caja con adornos.
- Unos bototos de trekking – respondí – ya tengo todo listo para ir a Torres del Paine el próximo año.
- ¿Vas con tus compañeros?
- Sí – sonreí orgullosa – es como una tradición en Geología cuando llegas a la mitad de la carrera, desde primer año que empecé a juntar plata.
- No sé si dormir en carpa y andar buscando rocas es mi estilo, pero si a ti te gusta... - se puso a desenredar las luces del árbol.
Me subí a una escalera para comenzar a poner las luces, mientras la Caro desde abajo desenredaba los cables y me los iba pasando. El árbol de Navidad llegaba hasta el techo, era mucha pega para una sola persona así que quise venir a ayudar a mi prima. Ya estábamos terminando de poner las últimas esferas cuando apareció su mamá a supervisar.
- ¡No pues, niñitas! – escuché su voz aguda – les dije que primero van las luces blancas y después las azules, no al revés.
"Esta señora reclama por todo", suspiré y tuve que contar hasta diez para no contestarle que se dejara de webear. Había que desarmar toda la wea y empezar de nuevo, me volví a subir a la escalera.
- Emilia, ¿cómo andas con esos pantalones? – se llevó una mano a la frente, horrorizada.
Miré lo que tenía puesto: unos skinny jeans rasgados desde los muslos hasta abajo, en líneas.
- ¿Qué tienen? – pregunté confundida.
- ¡Que están todos rotos pues niñita! – se enojó la señora – usted no puede andar con eso, yo le voy a regalar unos que sí sean de señorita.
No le contesté nada solo por el cariño que le tengo a la Caro. Mi tía volvió a repetir las instrucciones: primero iban las luces blancas, después las azules y encima las de colores; luego había que poner todos los adornos plateados en hileras perfectas, intercalando esferas grandes y pequeñas, procurando que nunca quedaran dos brillantes o dos opacas juntas, siempre tenía que ser una y una.
- Si no me hubiera gastado la plata en el Monticello, te prometo que de puro mala onda le regalo una pesa este año – le susurré a la Caro cuando su mamá se fue.
- No seai así – me buscó la buena – tú sabes que ella es... especial.
Y bastante. La mamá de la Caro era de estas típicas viejas cuicas que van en Mercedes a comprar pan, tenía el pelo rubio platinado y siempre peinado de peluquería con un alisado perfecto, toda su ropa era blanca y se adornaba con joyas doradas, le faltaban dedos para ponerse más anillos, la tía era un personaje.
- Qué bueno que vas a pasar la Navidad con nosotras este año – agregó.
- ¿Segura que quieres rechazar mi oferta de irnos a acampar al río esa noche? – recordé mi plan para no tener que pasar las fiestas de fin de año en su casa – todavía podemos escapar.
- No va a ser tan malo – me intentó convencer – vamos a hacer un picoteo rico y...
- ¡Me cargan los picoteos! – exclamé con disgusto – yo quiero comida, algo que llene.
¡Es que los encontraba tan desabridos! Me cargan los canapés, esos pancitos con weaitas extrañas que no llenan nada, te tienes que comer la bandeja entera para quedar satisfecha y más encima tienen sabores raros, ni una gracia po.
Pero entonces miré a la Caro, había agachado la cabeza. Quizá mi honestidad había sido muy directa, yo sé que a ella tampoco le gusta que su mamá sea así.
- Ya oh – la abracé como pude desde arriba de la escalera – por ti me voy a comer un pan con queso antes de venir para no reclamar.
La hice reír un poquito, pero yo quería alegrarla todavía más así que me puse a cantar haciendo el ridículo:
- Y soy rebelde, cuando no sigo a los demás, y soy rebelde cuando te quiero hasta rabiar, y soy rebelde...
Terminamos de adornar el árbol 2 horas después. Retrocedimos un poco para observarlo entero:
- Se parece a los que salen en la tele – dije sorprendida, de verdad que impactaba lo perfeccionista de la distribución de los adornos, los colores de las luces, todo era demasiado estético.
- La cagó que sí – agregó mi prima, igual de impresionada que yo.
- Igual no sé, siento que el espíritu de la Navidad es otro – dejé de mirarlo para salir del aturdimiento y volver a la realidad – para mí la idea es que el árbol lo armen los niños como quieran, que pongan los adornos donde ellos encuentren que quedan bonitos, así bien colorinche.
- Sí – me dio la razón – esto es tan perfecto que me perturba.
Nos fuimos a sentar a la cocina, era el primero de Diciembre y hacía más calor que la cresta. Fui a buscar agüita al refri de dos puertas.
- Insisto en que esta wea parece closet – bromeé.
- Estás saliendo con un cuico, deberías acostumbrarte – me molestó de vuelta.
- Mi rucio – sonreí como tonta sin darme cuenta.
- ¿No cachai qué onda entre él y su polola? – me preguntó, yo me encogí de hombros porque no sabía – es que el otro día la mina subió algo a Instagram, no sé si lo viste.
- No, no uso eso – dije y la Caro me miró como si fuera un extraterreste.
- ¿Cómo no teni insta?
- Es que no me gustan mucho las redes sociales po – le conté – ¿para qué andar sapeando lo que hace la gente todo el día? A mí me gusta desconectarme, andar en mi volá...
- No sé cómo lo haces – negó con la cabeza y buscó algo en su teléfono – le saqué un screenshot por si acaso, toma.
Era una historia de Instagram, en ella se leía:
"No deja de sorprenderme como nunca bajas los brazos. Estoy orgullosa de ti y de La Roja, siempre. Todavía queda camino y la esperanza sigue intacta! Te amo @francisco_sierralta! Eres un guerro mi amor".
- Bien chanta la mina – dije cuando le devolví el teléfono – la weona ni siquiera lo llamó antes del partido, el Francisco me contó.
No le tomé el peso a sus palabras, era puro show de apariencias, pero para dejar tranquila a la Caro iba a averiguar qué onda su relación:
- Mañana me voy a juntar con él, ahí le pregunto.
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Hoy pudimos conocer un poco más de la personalidad de la Emi! Y siempre lo digo, las protagonistas de mis historias son súper distintas: la Pulga era romántica, súper educada; la Rapu es cero sentimientos (delante de la gente) y la Emilia es rebelde total, es súper chora, tiene toda la perso para pararle los carros a la tía, ¿cuántas más así?
Pd. Sé que los comentarios de la mamá de la Caro parecen muy de teleserie, pero de verdad que he escuchado a gente así en la vida real xD
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Suéltate (Francisco Sierralta y tú)
FanfictionÉl pensó que le podía mostrar el mundo. Ella le demostró que no había conocido nada todavía. A Sierralta se le mueve el piso cuando conoce a una mina que es un caos con patas. ¿El problema? Que el rucio anda con su polola de toda la vida. ¿Es muy ta...