28. Miedo a la oscuridad.

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En una noche que podría parecer muy común en nuestra casa, me quede despierta, pues he estado notando que Alex no se duerme cuando debería

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En una noche que podría parecer muy común en nuestra casa, me quede despierta, pues he estado notando que Alex no se duerme cuando debería.

En otro momento hubiese creído que es porque algún bebé llora, pero Perséfone e Ícaro ya no son bebés, así que no entendía que era lo que mantenía a Alex despierto y sentado derecho en nuestra cama, como si notara que algo está a punto de pasar.

Disimule mi sueño por un rato, esperando que en algún momento se levante y vaya con su computadora, o que use su celular, pero el solo se quedó en silencio, esperando, como un cazador esperando a la presa.

Hasta que de repente, la puerta de nuestra habitación se abrió, dejándome ver el pequeño cuerpo de Ícaro, que como mucho llegaba al pestillo.

—Papá— susurró y Alex en seguida se levantó, teniendo cuidado de no moverse mucho.

¿Acaso estaba esperando a nuestro hijo?
No lo sé, pero observé como se apoyaba en una rodilla, enfrente a nuestro pequeño y le acaricio el cabello.

—¿Otra vez?— Alex le preguntó.

¿Otra vez que?
Vi como Ícaro asentía y sollozó, mientras saltaba a los brazos de su padre, llorando en su hombro.

—Oh, mi pequeño, está bien, papá está aquí— Alex se levantó con nuestro hijo en sus brazos y luego salió de la habitación.

En seguida me levanté, quería saber que pasaba con mi hijo, porque lloraba, porque estaba tan amargando y quería saber que significaba "¿otra vez?".
Fui al vestidor para ponerme algo encima, pues hacía frío como para andar así nomas, pronto salí de mi habitación, yendo directamente a la de Ícaro, pero vi a Alex subiendo las escaleras con una bandeja en sus manos.
¿Acaso ya tenía eso preparado?

—¿Alex, qué pasa?— le pregunté en un susurro, con mis brazos cruzados, viendo que la bandeja tenía un vaso de leche y galletas de chocolate.

Alex me miró con una expresión tranquila, no estaba tan alarmado como yo y eso me hacía creer que quizá él estuvo estudiando esto más tiempo del que yo noté y ya sabía que hacer para que Ícaro deje de sentirse como se siente, aunque aún no sé el motivo.

—No es nada, sirena, no te preocupes— Alex se acercó a mi y besó mi frente.

—¿Como que no es nada? ¿Qué le pasa a Ícaro?— insistí.

—Le tiene miedo a la oscuridad, eso es todo, no te preocupes, yo me encargo— me calmo y luego siguió su camino hacia la habitación de nuestro hijo.

Mi pequeño volador.
¿Por qué no me lo dijo? Podríamos haberle puesto unas luces más pequeñas o haber buscado una solución en vez de dejarlo dormir a oscuras.
¿Si quiera ha dormido?
Camine hacia la habitación de Ícaro y me asome con cuidado de que no me vea, pues si no me dijo es porque no me quiere preocupar, pero soy su madre, debe saber que puede confiar en mi para absolutamente todo.

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