Dieciséis

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¿Alguna vez han experimentado el sentimiento de calma? Es un sentimiento tan único y mágico, donde sabes que estás cómodo, no necesitas nada más, todos tus problemas abandonan tu mente y por fin puedes respirar.

Eso era lo sentían ambos chicos en ese momento. Llevaban ya un rato en esa posición, sin querer moverse.

Apenas unos segundos atrás creían que el otro era una alucinación, una simple broma de sus mentes, pero no, eran reales y estaban ahí entre los brazos del otro.

Jimin se había encargado de consolar al pelinegro contra su pecho, sobando su espalda y acariciando su cabello mientras el otro, sin objetar, se mantenía quieto entre sus caricias.

Y podría ser una escena demasiado cliché para quien la viera, pero ellos en ningún momento se imaginaron estar así, con los sentimientos a flor de piel, con los ojos llorosos perdidos en el universo del otro.

Se sentía tan surreal, sentían que en cualquier momento el otro iba a desaparecer de entre sus brazos y eso les obligaba a mantenerse pegados, así como se encontraban ahora.

—¿Tienes frío? —cuestionó el pelinegro desde el pecho del rubio, recordando el estado de salud de Jimin y sintiendo los leves temblores del cuerpo contrario.

—No... —respondió el rubio quedito.

—¿Por qué tiemblas entonces?

Lo había atrapado. Claro que tenía frío, se estaba congelando, pero el cuerpo del pelinegro le brindaba el calor suficiente y además no quería separarse.

En ese momento a la mente de Yoongi regresó esa pregunta: ¿En qué momento su relación se fue a la mierda?

Porque sí, su relación estaba rota, al igual que ambos corazones, pero ninguno se atrevía a cambiar el panorama.

De nuevo, el miedo les invadía el cuerpo, aunque ambos chicos quisieran revelar tantas cosas y decir la verdad. Quizá ese era el momento indicado, quizá era una señal del destino que los quería unir. Quizá.

Queriendo y no, el pelinegro se separó de Jimin y lo miró a los ojos, aquellos lindos ojos color ámbar. Sus cuerpos, al igual que sus caras, se encontraban muy cerca, pero la corta distancia que los separada era difícil de romper.

—Vamos a casa —susurró Yoongi, como si quisiera que nadie más escuchará, quitando de la frente contraría los mechones rubios mojados que obstruían su visión.

Jimin asintió en respuesta. No tenía ganas de objetar, no tenía ganas de preguntar, no tenía ganas siquiera de cuestionar sus propias acciones.

Se soltaron de aquel abrazo y caminaron uno al lado del otro, sin intenciones de separarse más de lo que debían.

Sus ropas estaban todas mojadas a causa de la lluvia que, ya hacia un rato, había bajado su intensidad, ahora una pequeña llovizna caía sobre sus ya mojados cabellos.

Sin poder evitarlo, la mirada de Jimin viajaba de vez en cuando a Yoongi, quien, con su típico semblante serio, caminaba con pesar.

—Estoy bien —dijo el pelinegro, queriendo calmar las preocupadas miradas del otro—. No te preocupes.

Jimin volvió a asentir no muy convencido de ello y un suspiro abandonó sus labios mientras regresaba su mirada la frente, estaba ansioso.

Sin aviso previo, sintió como Yoongi tomaba su mano y entrelazada sus dedos. Miró expectante el rostro del pelinegro y obtuvo una muy pequeña sonrisa en respuesta.

El rubio se limitó a regresar la sonrisa y seguir caminando. A la mierda sus miedos, quería hacer las cosas bien, quería salvar esa relación. Quería a Yoongi en su vida.

Ata(ra)xia | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora