Trece

33 3 0
                                    

Sí, era cierto. La estaba pasando mal.

Pero aquella frase no era nueva, la sensación tampoco, mucho menos las ganas de llorar que se atoraban en su garganta.

Había llegado a su límite. Era extraño, porque no quería continuar luchando pero tampoco quería darse por vencido. De hecho, todo era irrelevante y por eso quería detenerse. Respirar.

Hace unas horas había salido por la ventana de su habitación con el objetivo de huir, no solo de su departamento y de los regaños de su amigo, sino para olvidarse de sí mismo

Caminó. Sus pies lo guiaron por largas aceras de concreto, perdido en sus pensamiento, apagando sus oídos y respirando un aire que no era de incertidumbre.

Quería sentir por un momento que no era él, que su vida era la de otro y que, al contrario de esa, su historia sí tenía final feliz. Eso era lo que quería soñar.

Pero además de deprimido se sentía avergonzado. Hacia unos días había tenido la osadía de enviar un mensaje al chico de cabello negro que rondaba día y noche su mente.

Tenía la esperanza de que él respondiera con una afirmación, sin embargo, su mensaje nunca fue respondido. Al contrario, el otro tan solo leyó el texto e ignoró el contenido.

Quizá esa era la razón principal de su escape. Pero es que él quería saber cómo estaba el pelinegro, quería verlo.

Extrañaba los días con él. Las noches en las que el tacto era más que necesario, las miradas, los sonrojos, los suspiros y anhelos. El simple saber que él estaba acostado a su lado, abrazandolo.

Había desarrollado cierta dependencia hacia el chico de ojos marrones y estar lejos de él hizo que se diera cuenta de cuánto adoraba al otro. Más tonto no podía sonar quello.

Tuvo aquella extraña obsesión de enredar sus pequeños dedos en el sedoso cabello del contrario. Y ese triste vacío aún permanecía en sus manos.

Sonoba tan cliché, pero daría lo que fuera por ver una vez más la sonrisa de Min Yoongi.

No quería pelear consigo mismo. Pero a pesar de todo, muy profundo en su ser, sabía que estar con Yoongi era como condenar a la persona que amas a un sufrimiento de pérdida.

Porque el rubio sabía su destino, sabía que no estaba bien. Sabía que su enfermedad empeoraba y que la vida se le escapaba de entre los dedos.

Jimin se sentía mal. Sentía que su cuerpo no funcionaba como debía. Podía sentir como el aire abandona sus pulmones si se esforzaba, podía ver como su piel se pintaba de morado con cada pequeño y accidental golpe que llegaba a darse, y en como su peso seguía bajando por más que se esforzaba en comer adecuadamente.

Y no creía poder seguir luchando. ¿Era correcto mirar atrás una vez más? ¿Debía continuar adelante? Las preguntas solo se acumulaban en su cabeza y las respuestas simplemente nunca llegaban.

El cielo se volvía de color rosa y naranja, anunciando la partida del sol. Las nubes seguían adornando el tricolor espacio, como si de una pintura se tratará, delineando a su vez los finos rayos de luz que el sol aún proyectaba.

Y volvió a desear que aquello que estaba viviendo fuera un mal sueño. Una pesadilla.

Quería darse por vencido porque luchar significaba vivir y a esas alturas el simple respirar era un castigo.

Finalmente, regresó su vista al suelo, en donde ahora pertenecía. Observó como la oscuridad se hacía cada vez más grande a causa de la ausencia del sol.

«¿Cuándo llegará el momento?», se preguntó con tristeza y dolor. Por décima vez en el día, se cuestionó el porqué seguía dudando de lo qué debía hacer, cuestionó sus sentimientos y emociones. Cuestionó su decisión.

Ata(ra)xia | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora