Quince

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El tiempo había pasado lento y con calma. Una hora parecía un día, un día parecía una semana, y junto a el tiempo se habían desvaneciendo sus preocupaciones.

Parecía que había sido ayer cuando se escapó de casa y había parado en la casa de Hoseok. Pero realmente habían pasado dos semanas.

Dos muy largas semanas, en las que no lograba descifrar la actitud de sus amigos y se sentía un poco culpable al respecto.

Taehyung ya no lo visitaba como antes y cuando lo hacía, se limitaba a evadir sus preguntas. Jungkook, por el contrario, lo visitaba más frecuentemente, lo llevaba a comer, caminar o simplemente pasar el rato.

Esos dos ya no iban juntos y era un poco raro, pero sencillamente no se atrevía a cuestionar sobre ello.

Namjoon también había pasado más tiempo a su lado, se ofrecía a llevarlo sin importar que Jin no se lo hubiera pedido.

Hoseok también se había convertido en un amigo, que aunque no lo veía todos los días, pasaba varías horas conversando con él al teléfono.

El único lado malo de todo aquel lío emocional era el mensaje leído y jamás contestado. Pero bueno, Jimin tenía mejores cosas que hacer, ¿no?

Además, no sabía nada de él. No sabía que había pasado con el de cabellos negros o si se encontraba bien y a pesar de que no quisiera... le hacía sentir un poco triste

—¿Qué quieres que hagamos hoy? —preguntó Jin mientras acomodaba sus cosas en la sala.

—Tengo ganas de dormir —dijo el rubio sonriendo—. ¿Te interesa mi plan?

Jin había llegado tan solo unos minutos atrás, siguiendo el patrón de todos los días desde hace dos semanas: evadir preguntas, sonreír y fingir demencia.

Jimin seguía preguntándose qué había pasado para que sus amigos cambiarán totalmente de un día para otro. Pero seguía sin tener ni una sola pista de aquellas actitudes.

—Me parece perfecto —dijo dirigiendo su mirada al rubio sentado sobre uno de los bancos de la mesada—. Antes de dormir podemos comer, ¿tienes hambre? Pregúntale a tu papá si tiene hambre, Mini.

Otro factor importante era su padre. Su progenitor se había convertido en un pilar fundamental en su vida actual.

Habían pasado más de cuatro años con una comunicación vaga y seca. Llamadas cada cuatro meses, sin mensajes, nada, nunca había sentido una carga de conciencia o arrepentimiento, pero saber que su padre estuvo solo, le hizó sentir mal.

Él amaba a su padre, quería tenerlo a su lado, sostenerlo cuando lo necesitará, pero se le olvidaba que realmente ese no era su trabajo.

De cierta forma sabía que su padre debía sanar solo, porque él no podía reparar el daño tan grande que su corazón tenía. Sí, podía ayudarlo, animarle, amarle. ¿Aquello sí era suficiente?

—¡Papá! ¡¿Tienes hambre?! —llamó el rubio desde su lugar, sin levantarse, alzando la voz para que lo oyera.

—Sí, hemos desayunado temprano —dijo el hombre entrando a la sala principal—, ya hace hambre. Claro, si no es mucha molestia, Jinie.

—Para nada.

El pelinegro le sonrió al mayor y se encaminó a la cocina para comenzar a preparar la comida.

Jin se veía más calmado que otros días. Aún recordaba la mañana siguiente a su escape, su hyung lo había regañado, le gritó y le reprendió con un sermón bien elaborado, quitándole al rubio la oportunidad de objetar.

Ata(ra)xia | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora