Abyecto

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Hace catorce años

La noche era gris. Parecía que iba a llover. Quizá ahora los niños del barrio estaban acomodados en sus camas, soñando.

Por el contrario, él se encontraba dibujando. Dibujando un instrumento musical, uno el cual desconocía como se tocaba pero que admiraba su sonido.

Si lo vieran solo a él, crearían que era un niño normal, común y corriente. Pero seguro era porque no habían escuchado los gritos, esos que se podía escuchar hasta la esquina de la calle. Eso pensaba Yoongi.

Pero si ese era el caso... ¿Por qué nadie se había acercado a preguntar qué pasaba? ¿Por qué nadie llamaba a la policía?

A los vecinos no les importaba una señora adicta con "niños problema". Mucho menos en un barrio como ese.

Quisiera decir que estaba acostumbrando, pero no era así. No podía soportar esos gritos, esas miradas de los vecinos, la indiferencia de la sociedad... todos los días.

La rutina siempre era la misma.

El hombre que había llegado hace un par de horas había golpeado a su madre. Eso lo creyó por los gritos y forcejeos que se escucharon en la planta de abajo.

Ahora los gritos eran más claros y provenían de la parte de arriba, específicamente del cuarto de su madre. Él no entendía que hacían, sonaba raro.

—Yeong... —llamó Yoongi con los ojos cansados y llorosos. Ahora que los gritos eran más claros él se sentía asustado, sentía miedo y ganas de vomitar.

—Solo tapa tus oídos, ¿de acuerdo? —Su hermano le sonrió, lo llevó hasta la cama y tapó su cuerpo con una manta.

Era tarde. El reloj marcaba pasado de las doce de la noche y ambos niños no podían conciliar el sueño.

Era doloroso decir que aquella situación era normal. Todos los días algo similar sucedía, distintos hombres entraban, se escuchan gritos durante un tiempo y entonces se iban.

Yeong obligaba a Yoongi a permanecer dentro del cuarto. El único momento en el que podían salir era para ir a la escuela y de regreso cuando llegaban.

La única comida que daba al día, con suerte, era un sándwich y un jugo. Pero valía la pena con tal de conservar la inocencia de su hermanito.

Le rogaba al cielo que le diera las fuerzas para no huir de casa y dejar a su hermanito a su suerte.

Giró su cabeza de nuevo hacia su Yoongi, el cual tiritaba, sudaba frío y respiraba irregularmente. Otra vez no.

Lo tomó en sus brazos y comenzó a susurrar en su oído. Una melodía.

Una suave melodía invadió los canales auditivos del más pequeño, logrando tranquilizar el ataque que estaba sufriendo. Aquella melodía no cesó hasta que sus ojos se cerraron por el cansancio y su respiración se volvió pesada.

El hermano mayor lo arropó y dejó un beso sobre su frente. Él intentaría animarle y cuidarle de una forma u otra. Debía de ser fuerte para él. Debía poder soportar ese dolor por los dos.

Miró el dibujo de su hermanito sobre la mesa de centro y sonrió con los ojos llorosos. Estaba decidido a salir de ahí y llevarse a su Yoongi con él. Pero necesitaba tiempo.

Hace siete años

Por fin tenía el dinero suficiente. El año que venía iría a la universidad, ni de broma se quedaba en esa casa.

Su hermano había tenido que irse unos años atrás. Le dolió su partida, pero Yeong le había explicado que quería darle una mejor vida.

Por ello Yoongi también había comenzado a trabajar. En el momento que su hermano se fue él decidió mantenerse a sí mismo.

Ata(ra)xia | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora