Diecisiete

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¿Qué era el amor? Yoongi no conocía ese sentimiento como tal ni sabía cómo era sentirlo. La mínima muestra de amor que recibió en su vida fue por parte de su hermano, un amor fraternal.

¿Cómo saber si amas a alguien? ¿Cómo saber si eres amado?

Tenía dudas, pero fue el momento en que miró los ojos color ámbar de Jimin, mientras le contaba todo aquello que había pasado en los últimos meses que no se vieron, que se dio cuenta que estaba enamorado.

Más que satisfacción, le dio terror. Porque admitir ante las voces de su cabeza que existía una persona que le hacía sentir algo más que solo migraña era absurdo, casi divertido. Elocuente.

Sin embargo, era cierto, no podía mentirse por más tiempo a sí mismo, era tonto, era doloroso, porque fingir que no amaba a ese rubio de lindos labios era muy estúpido.

Jimin había bajado al mirada después de contar la verdad. Esperando por la reacción de quien aún lo tenía preso entre sus brazos, sin intenciones de aflojar su agarre.

A Yoongi se le había creado un hueco en el estómago al escuchar todo lo que Jimin le oculto. No estaba enojado, de hecho ahora tenía miedo, miedo de perderle.

Aunque no quisiera, una lágrima rebelde se deslizó por su rostro y se perdió entre la fina tela de su almohada. Sus ojos estaban perdidos sobre algún punto de la habitación y sus manos se aferraron a la cintura del contrario.

¿Qué debía hacer? No lo sabía con exactitud, pero sabía que ya no podía dejar ir a ese chico de cabellos ondulados.

Un pulgar suave que limpió el rastro de aquella pequeña lágrima, lo sacó del lío de su cabeza y lo devolvió a la realidad.

Aún en aquella posición, Yoongi por fin liberó la pequeña cintura del rubio y subió sus manos al rostro del mismo, obligandolo a mirarle.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Yoongi sin apartar sus manos de las mejillas rosas del rubio, examinandolo con la mirada—. ¿Te duele algo? ¿Tines sientes mal? No has comido, ¿cierto? ¿Por qué siempre eres tan ter...?

—Oye, oye —interrumpió Jimin sonriendo por el comportamiento estético del pelinegro—. Estoy bien, no me siento mal, solo me dolía un poco el pecho por haber corrido tanto... De ahí en fuera estoy bien, no tengo hambre y tampoco soy terco.

—Sigues mintiendo, Jiminie —canturreó Yoongi con burla—. Sí eres un terco y... ¿por qué corriste? Pudiste haberte hecho daño. ¿Te sigue doliendo el pecho?

Jimin negó y subió su mirada, otra vez el silencio reinó. Seguían en la misma posición, Yoongi sosteniendo las mejillas cálidas de Jimin y le miraba a los ojos sin parpadear.

Las pequeñas sonrisas de burla que antes adornaban sus rostros se desvanecieron, sus facciones se volvieron un poco serias, perdidos en los ojos del otro sin siquiera saberlo.

—¿Estás enojado? —habló Jimin en un susurro, mirando los finos labios del pelinegro que sostenía su rostro.

—No —respondió Yoongi con la mirada perdida sobre el pulcro y suave rostro de su acompañante.

Un nuevo silencio apareció, parecía que el tiempo se detenía en cada pequeño suspiro que sus labios liberaban. Jimin sentía la ansiedad recorrer su cuerpo por querer estar más cerca del pelinegro.

—¿Puedo...? —Yoongi dijo sin poder terminar la frase, atragantadose con sus palabras.

A Jimin no se le hizo difícil descifrar aquella petición no pronunciada, porque él también quería pero no se atrevía siquiera a mover un solo músculo de sus labios.

Ata(ra)xia | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora