Sinestesia

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Hace nueve meses

Sentía el calor inundando su cuerpo, el sudor escurriendo por su frente y unas cálidas manos subiendo sobre su pecho en un desenfrenado intento de sostenerse de algo. El mundo giraba a su alrededor y él se sentía como el sol, estando en el centro del sistema solar.

Sus labios, gruesos, danzando al compás de la molesta e irritante música de fondo que les aturdía los sentidos. Se quería sostener de algo porque se sentía caer y también quería tomarlo a él entre sus manos para que tampoco cayera.

El tiempo pasaba en cámara lenta frente a sus ojos, mientras se acercaban más. Podían escuchar a la gente, los insistentes gritos, los empujones y uno que otro abucheo, pero lo ignoraban.

No sabían cómo habían llegado a eso. No se conocían lo suficiente, no sabían lo suficiente. El ambiente era agitado y sus respiraciones también, no sabían la hora y mucho menos cuando había sido el momento en que sus labios se juntaron.

El clima invernal no era lo suficientemente fuerte para hacerlo tiritar, menos entre esos brazos. Los labios le quemaban, pero se rehusaba a separarlos de los contrarios.

Una mordida en su labio inferior le hizo parar los movimientos. Abrió los ojos debido al leve ardor y miró a su acompañante directamente.

—¿T-tienes sed? —cuestionó el rubio ruborizado. Mirando al pelinegro con ojos brillantes.

El pelinegro negó con la cabeza sin quitar la vista de los labios opuestos, sosteniendo entre sus manos la pequeña cintura.

—¿Seguro? —preguntó Jimin otra vez. Sus manos jugaban con los mechones negros del cuello del contrario y respiraba irregularmente. Estaba agitado.

—Quiero… seguir besándote —habló en un susurro. Dirigiendo su mirada a los ojos claros del rubio, pasando saliva.

Jimin soltó una risa antes de alzar la mano y acomodar un mechón de cabello negro que obstruia la vista del pelinegro. Yoongi se dejó hacer mientras afianzaba el agarre en la cintura del rubio.

—¿Tienes calor? —respondió Jimin, tomando nuevamente el cuello de Yoongi—. Yo sí… ¿Vamos a fuera?

Quizá era el alcohol o quizá era la multitud de gente que se alzaba a sus espaldas, quizá también era el ruido ensordecedor y la poca iluminación del lugar, pero aquella propuesta le pareció excelente.

No tenía calor. Sentía su cuerpo tibio gracias a la cantidad de gente mezclada en un lugar tan pequeño y las cálidas manos que le sostenían las mejillas, sin embargo, no se negó a la petición del rubio de salir del lugar.

El frío aire de la época le hizo saber que la temperatura había descendido. No dijo nada, miró al rubio que lo tomaba de la mano e impaciente le siguió el paso.

Fue guiado por la parte trasera de la casa y cruzaron la calle. Pudo distinguir el espaciado lugar como un parque, un silencioso parque que lucía muy lindo como para ser de madrugada. Jimin tomaba la mano de Yoongi y lo llevaba hacia algún lugar que el pelinegro desconocía.

El rubio sintió la adrenalina recorrer sus venas desde el primer segundo en que junto sus labios con ese pelinegro de sonrisa única. Así que, no dudó mucho, decidió huir de todo el ajetreo de la fiesta e intentar conversar más amenamente con Yoongi.

El pelinegro no negó la propuesta y había sido demasiado lindo para su gusto, sin duda le había llamado la atención. Ahora ahí estaban, de bajo de un gran árbol color marrón, aún tomados de la mano, que por alguna extraña razón les brindaba calidez.

—Odio las fiestas —comentó Jimin intentando iniciar una conversación, con la mirada fija en el pasto verde—. Podría decirse que fui obligado a asistir.

Ata(ra)xia | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora