Veinte

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Hacía calor, a pesar de ser casi de noche, o eso creía Jimin, porque la ropa que llevaba puesta le picaba la piel y el aire acondicionado del auto no lograba calmar la sofocación que tenía en ese momento.

Llevaban ya un rato de transcurso y la impaciencia golpeaba a Jimin con el paso de cada nuevo segundo. El rubio miraba por la ventana para distraer sus ansias, pero el calor, el dolor de cabeza, el mareo y las náuseas no le dejaban pensar con claridad.

—Jimin, ¿te sientes bien? —preguntó una voz a su izquierda y él se tenso ante la pregunta—. Desde que salimos no has hablado mucho, eso no es común en ti.

Jimin se golpeó mentalmente ante su indiscreción. Mordió su labio inferior con angustia y giró lentamente su rostro para poder ver al mayor.

—Solo... Ya quiero ver a Yoongi. —Y no mentía, porque sí ansiaba ver al pelinegro, pero aquello no era la causa de su silencio. El rubio miró con intriga el perfil de quien iba al volante y suspiró cuando este le regresó la mirada con un asentimiento.

—Bien —respondió Jin no muy convencido regresando su vista al frente—. Ya casi llegamos.

Así fue, pocos minutos después se hallaban ahí, afuera de la casa del pelinegro y Jimin rezó a quién sea que lo escuchará que nadie dijera nada de su sospechosa actitud o su aspecto físico deplorable.

-—Vamos, Jiminie -—dijo Jin bajando del auto y entonces Jimin supo que debía bajar rápido antes de que el mayor viera como perdía el equilibrio al ponerse de pie.

Abrió la puerta del vehículo, respiró profundo antes de ponerse de pie y se aferró a la puerta mientras se paraba con rapidez. El mareo llegó de acuerdo a lo predicho, pero tuvo el tiempo de componerse antes de que Jin llegará a su lado.

El pelinegro alzó una ceja cuando llegó al lado de Jimin y entrecerró los ojos mientras veía como este recuperaba el aire perdido debido al esfuerzo.

—¿Seguro estás bien? —habló Jin un poco preocupado—. Si no te sientes bien dímelo, Jimin.

El rubio miró al mayor y dió una sonrisa encantadora, de esas que solía hacer para que nadie sospechara de su mal estado.

—Que sí, hyung —alegó y se irguió tomando aire y subiendo a la banqueta para así cerrar la puerta del auto—. Vamos, que hace un poco de frío acá fuera.

Jaló a Jin de brazo y se encaminaron a la entrada del conocido departamento del azabache. La verdad que no tenía frío y mucho menos prisa, pero aún así caminó rápido hacia la entrada del departamento de Yoongi. Jin tocó la puerta tres veces seguidas para después hacer una pausa y volver a tocar dos veces. El rubio miró con rareza al mayor, confundido por su actuar e intentando descifrar qué pasaba.

—Hyung... ¿Está bien? —cuestionó está vez Jimin, mirando a Jin—. Enserio que luce un poco raro desde hace rato.

Y ese comentario era irónico, porque él también parecía raro con su actuar e intentaba pasar desapercibido para evitar preguntas. Jin tan solo alzó una ceja, inquisitivo, pero no tuvo tiempo para hablar cuando la puerta se abrió.

Ambos voltearon al frente al escuchar que la puerta se abría. El rubio frunció el ceño al no ver a la persona que abrió y al ver el interior del lugar en completa oscuridad. Jimin dio un paso al frente aún tomando a Jin del brazo y se adentró al departamento.

—¿Yoongi hyung...? —preguntó el rubio en un susurro al estar ya dentro y cerrar la puerta.

—¡Sorpresa! —gritaron algunas voces y las luces se encendieron al instante. Jimin se había sobresaltado debido al grito, tomando con fuerza el brazo de su acompañante.

Ata(ra)xia | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora