Diez

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La vida era aburrida, realmente aburrida. ¿Debía él tener que soportar todo eso?

La respuesta nunca apareció por su mente. Había leído en algunas ocasiones frases así, en donde hablaban de cómo las personas buenas sufrían y las malas no, como algún tipo de juego cínico del universo.

Sonaba un poco irónico, ¿no? Él se consideraba una persona buena, común y corriente, pero feliz y también creía que el universo tenía la razón.

¿Se merecía eso de verdad? No lo sabía, tan solo pensaba en querer cambiar el rumbo de su vida. ¿Era aquello tan irreal e imposible? Hasta ahora todo lo que alguna vez quiso se le había escapado de las manos, como arena entre sus dedos y ya no tenía esperanzas.

Se sentía mal. La ansiedad tan solo había pasado a su lista de enfermedades y con ella un nuevo tratamiento médico. Él estaba tan poco sorprendido que daba miedo.

Además, lo mental era algo insignificante comparado con sus dolores físicos. Le dolía el cuerpo y se sentía agotado.

Con un simple golpe le salía un moreton, por ello ahora un par de manchas violetas adornaban la piel de su brazo, le dolían los pies, las manos y la cabeza, el aire le faltaba si llegaba a forzarse de más y los calambres eran más comunes que antes.

En menos de una semana le volverían a hacer estudios y en un par de días su padre llegaría para "confirmar" que todo fuera bien. Eso le quitaba el sueño. Se sentía inseguro de lo que fuera a pasar con él, no sabía realmente que tenía y aún así fingía estar bien ante los demás para no preocupar a sus amigos.

Porque la anemia común que siempre había padecido había evolucionado y esta se encargó de cortarle las alas.

Tenía una corazonada de todo eso, sentía que algo malo estaba por pasar. ¿Debía de ser paranoico? Se sentía así como un auto que va a toda velocidad hacia un muro y sabe que va a chocar pero aún así... no se detiene.

—¿En qué momento quitarás esa cara? —preguntó el pelinegro que lo acompañaba, mientras lo miraba con una ceja alzada y una sonrisa ladina.

—En el momento que hagan mis estudios y los resultados digan que todo está bien —dijo Jimin con frustración, cansancio y un bostezo. Tenía sueño.

—Oh, en ese caso, puedo esperar —dijo el contrario sonriendo con burla—. Cuando tengas cincuenta y yo me vea mucho más joven que tú, vas a recordar este momento.

—Hyung... —Jimin borró su ceño fruncido e hizo un tierno puchero, mirando con falso enfado a su mayor.

—Tú te lo buscaste —respondió Jin con una sonrisa—. Ya me cansé de decirte que sonrías..., está bien sentirse así, Mini, nadie te obliga a fingir que estás bien y preguntarte si lo estás es tonto, sé que no es así.

El rubio lo miró por unos segundo antes de volver a bajar la mirada. Realmente era cierto, él no estaba bien y estaba harto de que le preguntarán eso.

—Hyung... ¿es correcto rendirme ahora? —preguntó el rubio a su mayor, alzando la mirada de sus manos, mostrando un semblante decaído y triste.

—Nunca es bueno rendirse, Mini, más si sabes que diste todo de ti para lograr tu objetivo —respondió con cariño hacia Jimin, sonriendo de regreso al menor.

—Tengo miedo —habló Jimin con sinceridad—, tengo terror de lo que vaya a pasar... No estoy listo.

—Nadie está listo para el futuro —dijo Jin con un suspiro sincero—. Las personas que viven en el ahora son las que día a día siguen luchando para sobrevivir del futuro... Así es la vida, Mini.

Ata(ra)xia | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora