Hace quince años
Un pequeño rubio se encontraba jugando con los objetos que el área de niños del hospital llamaba "juguetes". Llevaba ahí, quizá, una hora y ya comenzaba a aburrirse. Los demás niños no jugaban con él y eso le puso triste.
Cansado de esperar a su progenitor, el cual lo había dejado con apuro y ansia, se acercó al extremo del área, donde ya no cubría el pasto falso, y se colocó de nuevo su calzado color verde. Estaba decidido en ir y encontrar a su padre.
Miró a ambos lados del largo y solitario pasillo para verificar que ningún enfermero o enfermera lo viera salir del cuadro en donde tenían "encerrados" a los niños. Un escalofrío recorrió su pequeño cuerpo al ver que el pasillo daba mucho terror.
Caminó con cautela hacia donde vio a su papá alejarse la última vez, curioso y temeroso. Sin querer, sus pies comenzaron a siguir la línea verde que adornaba el piso blanco del hospital, distrayendolo de su tarea principal. Su mirada estaba fija en el suelo, buscando no fallar en su nuevo objetivo.
La línea llegaba al final del pasillo, esta doblaba a la izquierda, dando continuación a una nueva línea recta y un nuevo pasillo desconocido. Pero el rubio desconocía el paradero de su padre y también el de su madre, los cuales, él creía, se encontraban juntos. No sabía que rumbo tomar.
En vez de regresar, caminó derecho por, lo que creyó que era, el camino correcto. Caminó dos pasillos más, uno al frente y otro hacia la derecha. Inquisitivo.
El hospital era el triple de grande para un pequeño de tan solo 7 años y la curiosidad no hizo más que ayudar al rubio a perderse.
Asustado de haber perdido el rumbo de su caminó, se detuvo. Miró a su alrededor con la esperanza de recordar por donde había llegado. Por desgracia, no recordó nada, lo que le hizo entrar en pánico.
Corrió al lado contrario del pasillo en el que iba caminando y al llegar al final de este no se dio cuanta e impacto con una persona. Aquella persona era más alta que él y más pesada, tan solo el pequeño impacto lo hizo caer al suelo.
—¡Jimin! —susurró en un grito una voz conocida—. ¿Qué haces aquí? Te dejé en la sala de espera.
El pequeño se levantó con rapidez del suelo y abrazó al hombre por las piernas. Reconociendo al instante aquel color caqui del pantalón y la voz chillona de aquel grito.
—Me perdí... —dijo en un susurro el rubio, con la cabeza gacha, apegado aún a las piernas del mayor. Sintiéndose seguro de repente.
Su padre, acarició los dorados cabellos del pequeño y se hincó a la altura de su hijo para poder verlo mejor.
—Debo decirte algo... —dijo su padre mientras lo miraba directo a sus ojos ámbar—... es sobre mamá.
—¿Qué tiene mami? —preguntó Jimin con inocencia, inclinando su cabeza tiernamente ante la duda.
—Ella... —titubeó el hombre de cabello castaño al continuar, soltando un suspiro—... no volverá a casa hoy.
Mintió. Su padre le había mentido, quizá para cuidar la salud mental de su hijo, quizá para no aceptar la realidad.
—¿Cuándo volveré a verla? —cuestionó el rubio, queriendo saber la fecha del reencuentro con su madre, sin saber que eso nunca pasaría.
—Pronto. —Fue lo único que dijo el hombre antes de tomar al rubio en brazos y cargarlo rumbo a la salida.
El pequeño de ojos claros recostó su mejilla sobre uno de los hombros de su padre y antes de que sus ojos se cerrarán por el cansancio, susurró:
—Ya quiero que sea pronto.

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Ata(ra)xia | Yoonmin
Hayran KurguJimin y Yoongi son amigos con derechos, y aunque aquel término sonará arcaico, era el título que llevaba su relación. Entre sonrisas traviesas, toques indiscretos y miradas furtivas, un nuevo sentimiento nació en ellos como flor en primavera. Pero...