Hace doce años
El invierno comenzaba y él intentaba luchar contra el frío que recio quemaba su respiración. El autobús todavía no llegaba y esperaba ansioso por el calor de su hogar, eso esperaba hacer, hubiera esperado sentado a que el dichoso autobús llegará para poder ir a casa, pero el ruido de un llanto lo hizo voltear. En la acera de enfrente un pequeño niño de cabellos rubios se encontraba de rodillas en el suelo, parecía que acababa de tropezar y, a juzgar por su ropa, también lucía como si el pequeño acabará de salir de la escuela.
El uniforme arrugado y manchado, los ojos llenos de lágrimas y el llanto desconsolado que el infante soltaba, fueron suficientes motivos para que el adolescente se levantará del banco y cruzará la calle con intenciones de ayudar al menor. El pelinegro cruzó la calle de manera rápida y se arrodilló frente al niño rubio para ver que tenía.
—¿Estás bien, niño? —preguntó el pelinegro, buscando con la mirada algún golpe sobre el pequeño cuerpo—. ¿Te duele algo? ¿Qué te pasó? ¿Cómo te llamas?
Lo bombardeó de preguntas, intentando descifrar algo para saber qué hacer con el menor. El niño rubio detuvo su llanto y miró confundido al pelinegro que intentaba ayudarlo, luego el pequeño rubio miró su rodilla y su mano derecha, señalando con la mirada el raspón que adornaba su palma. El pantalón color azul que llevaba puesto el pequeño se había rasgado a causa de la caída.
—¿Te duele tu rodilla y tu mano? —cuestionó el pelinegro con voz suave, para no asustar al rubio, el niño asintió sin voltear a verlo a los ojos—. ¿Cómo te llamas? Yo me llamó Seokjin, pero puedes decirme Jin.
El pelinegro sonrió aunque el pequeño no lo estuviera mirando a la cara. El rubio sorbió su nariz y parpadeó repetidas veces, las lágrimas secas habían dejado un rastro sobre sus rosadas mejillas y sus ojos, su nariz y su boca se veían rojas a causa del llanto y la baja temperatura, a los ojos de Jin aquel infante lucía demasiado tierno.
—Me llamo Jimin —susurró el rubio, mirando su mano raspada y tallando su ojo con su mano izquierda—. Park Jimin.
Jin sonrió ante la respuesta de Jimin pero igualmente soltó un suspiro confundido, la raspada era pequeña y su rodilla no parecía haber sufrido daño, a pesar de ello Jimin había estado llorando demasiado fuerte como para un pequeño rasguño, por eso se atrevió a preguntar.
—¿Qué pasó, Jiminie? ¿Por qué llorabas? —dijo Jin con la voz más amable y dulce que pudo hacer, pero no importo, de igual forma al pequeño rubio se le empañaron los ojos de nuevo y la barbilla le tembló, definitivamente esas lágrimas no eran a consecuencia de su reciente caída.
—Extraño a mi mamá... —confesó el rubio mientras largas lágrimas caían de sus ojos. Parecía que la pequeña herida de la mano era lo de menos, pues Jimin había apretado su puño con fuerza al comenzar a llorar sin importarle el corte—. Hoy es el cumpleaños de ella.
Jin apretó los labios sin saber qué decir, no sabía qué hacer. ¿Qué le había pasado a la mamá de Jimin? ¿Se encontraría bien? Algunas preguntas invadieron su mente pero no quiso pensar demasiado sobre el asunto, debía ayudar al niño y quizá llevarlo a casa o contactar con sus padres.
—¿Por dónde vives, Jiminie? Puedo ayudarte a llegar a casa, si tú quieres —sonrió y por primera vez Jimin lo miró a los ojos, entonces Jin se sorprendió. Aquel niño rubio poseía unos hermosos ojos color ámbar que ahora se encontraban llorosos, y un tanto rojos por culpa del llanto, pero sin duda eran únicos.
Jimin sorbió su nariz de nuevo y limpió sus ojos bruscamente, para después tomar aire y regalarle una sonrisa al pelinegro. Esa sonrisa había sido demasiado grande y bonita para ser real, los ojos de Jimin se achicaron por el acto y la elevación de sus labios dejó al descubierto sus lindos dientes.
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Ata(ra)xia | Yoonmin
Fiksi PenggemarJimin y Yoongi son amigos con derechos, y aunque aquel término sonará arcaico, era el título que llevaba su relación. Entre sonrisas traviesas, toques indiscretos y miradas furtivas, un nuevo sentimiento nació en ellos como flor en primavera. Pero...