«O C H O» /Niccolò

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Maldita Hipocondría

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Maldita Hipocondría

—Niccolò Rossi—

...

Centro de Psicología Clínica y Psicoterapia.

Me carcome la espera, odio tener que esperar un turno; en mí hay impaciencia y un escabroso nerviosismo que me atrae con la idea de no entrar a esa consulta. Temo que va a pasar lo peor. Ya perdí la cuenta de los intentos, todos resultando en vano. ¿Por qué nadie me cree? Me siento mal, de súbito y de forma extraña ya no tengo estabilidad. «Solo es la hipocondría» me señala la parte estable dentro de mí, y le creo, aunque después cambie de idea.

Una bonita mujer se me acerca, trae una sonrisa en el rostro, pero no reparo en el gesto, sino en la carpeta a la que se abraza. ¿Será mi historial médico?

—Niccolò Rossi, ¿cierto?

Me levanto y asiento antes de tender una mano.

Nunca la había visto por aquí, ¿es qué Nella renunció? Tampoco le presto mucha atención al asunto del cambio. Pero la anterior asistente me parecía más simpática.

—Sí, tengo una c-cita con...

—Lo sé, la doctora Zelinda Milman lo espera en el consultorio, permítame dirigirlo.

Aunque sé dónde queda, me dejo guiar por la fémina.

Sin demora me ubico en la estancia, esa sensación agradable es el impacto que ocurre en mí, influye sobre mi decisión de quedarme. La iluminación es la acertada y me da un subidón de sosiego, el silencio también repercute de forma positiva, estabiliza mis ansias, me brinda mayor seguridad.

Sí, me inspira confianza.

Me aleja de la irritabilidad que por el contrario continuas horas de ruido causan. La temperatura es agradable y percibo el ambiente aromatizado.

De inmediato noto los cambios, ha sido remodelada. Ahora el blanco se ha ido de ahí, en una de las paredes barnizadas de verde musgo, se encuentra una estantería repleta de libros, en la otra de color marrón se ha colgado un enorme cuadro. Distingo un cielo despejado y el paisaje que lo complementa con su aspecto vital. Hay una enorme ventana y plantas de cactus que la adornan, la luz natural ingresa sin problemas y ese ligero aire natural que me evoca a los momentos de tranquilidad, entre otras cosas y omitiendo el escritorio y la silla en la que Zelinda se encuentra, veo la pared a sus espaldas, me transmite armonía y profesionalidad, no solo por exponerse allí certificados y logros importantes de Milman, sino también porque está pintada de aquel azul. A la vez que el dinamismo que emana penetra en un espiral positivo dentro de mí.

El Chico Delle Fragilità © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora