«T R E I N T A Y O C H O» / Clara

351 29 3
                                    

Encuentros Incómodos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Encuentros Incómodos

...

La frialdad que habita este instante me congela la sangre, me suspende, no sé qué palabra surgirá de la boca de Niccolò, ni lo siguiente que emitirá Rossi. Mi corazón se detiene en este momento.

—¿Cómo estás Niccolò?

—Estaba bien hace unos minutos, ¿es tu galería? —lanza, serio.

—Yo no lo sabía, Nic —susurro.

Guido asiente sin dejar de verlo.

—No puedo seguir en este lugar, lo siento mucho Clara —se dirige a mí, antes de marcharse.

Me quedo petrificada, viendo a Guido y luego giro la cabeza con dirección a Niccolò. En verdad se va, no puedo quedarme.

—Yo lo siento mucho, señor Rossi —admito, antes de que pueda retirarme, el señor Rossi me detiene.

—¿Por qué seguirlo? Si te vas, perderás la oportunidad de cumplir tus sueños, quédate, lo que pasó con Niccolò no debe afectarte —intenta hacerme reflexionar.

—Nic es importante en mi vida, incluso más que esto, lo quiero y eso es más valioso que cualquier otra cosa.

Me suelto de él, entonces sigo a Niccolò. Se me ha perdido entre la multitud, pero en el exterior lo avisto, exclamo su nombre, al tiempo que tengo cuidado de no caer con este calzado. Al fin se detiene y me espera.

Lo abrazo.

—Clara.

—Ha sido suficiente, no me importa la galería o lo que pueda ofrecerme tu abuelo, te quiero a ti, solo a ti.

—No quiero ser egoísta, vuelve allá, sé que sí es importante la galería y lo que mi abuelo te puede ofrecer, de seguro muchas oportunidades. Pero no eches por un caño algo así, ¿no lo ves, Clara?

—Ahora te veo a ti, nada de esto podría estar pasando, aún así, estoy resuelta a alcanzar mis sueños por mi cuenta. No necesito a tu abuelo para conseguirlo. No volveré allí, ¿de acuerdo? —decido.

Niega. Por supuesto que no está de acuerdo.

—No, pero es tu decisión, vamos —acaba diciendo, me aferro a su brazo.

Me abre la puerta de copiloto, abordo mi lugar y me coloco el seguro. Rodea el auto y sube, nos ponemos en marcha.

—Pondré un poco de música —aviso alargando la mano para encender la radio.

—Siento arruinar tu noche.

—¿Qué?

—He sido un idiota.

—No digas tonterías —expreso, dejándole saber que no ha estropeado nada —. Ya no te culpes por ello, por favor. Además, si tu abuelo realmente vio talento en mí y quiere ayudarme, entonces lo hará sin importar que me haya ido o no. ¿Vale?

El Chico Delle Fragilità © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora