No creyó que vivir bajo el mismo techo que un taciturno y peculiar joven le cambiaría la vida. Niccolò Rossi, su nuevo compañero de piso solía ser retraído, lejano y hermético.
Y, ella estaba ahí, atraída por el muchacho que suponía, encerraba en s...
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Su Sonrisa
....
—Grazie, ha sido una noche agradable, Clara —expresa abriendo la puerta de la habitación, igualo la acción.
—Podemos repetir la ocasión cuando quieras, descansa —emito suspendida en esos ojos que me raptan y me hunden en la escalofriante sensación que se desplaza por mi ser.
Da un leve asentimiento de cabeza antes adentrarse a su estancia personal, yo a la mía, me recargo sobre la puerta cerrada y dramáticamente reposo una palma en mi pecho. Sí, parece que mi corazón rebota fuerte y pelea por escapar de su lugar.
Sonrío. Aprieto los párpados evocando minutos antes, sumida en la irrealidad palpable del instante; pero no debo confundir esa interacción con algo más. Me temo que ya es muy tarde.
De forma sonora libero el aire y me dirijo a la cama. Al filo me quedo, suspendida en mi propia burbuja, creo que no podré dormir de súbito, es un alivio que mañana sea sábado. El sonido de mi móvil me hace dar un salto por la sorpresa.
—Papá...
—¿Llamé en un mal momento, Clarita? —averigua, su dulzura me embadurna el alma.
—No, es de hecho oportuno, ¿cómo estás?
—Ganarle a la debilidad supone un reto. Pero lo intento, no he sabido de una sola gota de alcohol desde ese día que viniste —admite.
Se me infla el pecho de alivio.
—Y estoy convencida de que esta vez sí lo dejarás, papá, admiro que tengas la determinación, sé que es real. Solo pásame el horario de visitas en cuanto todo esté confirmado.
—Lo haré. Clara, quiero que salgamos mañana, pasar el día los dos.
Su invitación me alegra.
—Es una buena idea.
—Paso por ti a la hora que me digas.
—¿En la mañana?
—Si estás de acuerdo...
—Lo estoy, papá. Nada más importante que compartir contigo.
—¿Cómo ha ido el día de hoy?
Desvío la mirada como si él pudiera verme, la realidad es que solo soy yo temiendo que me pille, miedo tonto, ni siquiera podría darse cuenta. A menos que mi voz me exponga.
—Bien, papá. Salí, sí, de hecho no hace mucho que llegué —admito, pierdo el aire pronto y urgida tomo una bocanada, el oxígeno me ayuda a pensar —. Ya estoy en casa, y tengo sueño...
Bostezo.
No estoy fingiendo, pero tal vez exagero un poco con aplicarle a mi somnolienta excusa un bostezo que le dé mas credibilidad al agotamiento que me cargo.