«V E I N T I C U A T R O» /Clara

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Torcida Intención

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Torcida Intención

...

—¿Qué haces?

—¿Yo? Nada, ¿por qué dices eso? —con rapidez me guardo el teléfono, espero no haya notado lo que hice.

Temo que el nerviosismo me delate.

—Vale, sentí algo de luz... Olvídalo —mira hacia el ventanal y arruga el ceño, luego se frota los ojos antes de verme —. Me quedé dormido, perdí la noción del tiempo, ¿cómo te fue en la universidad?

—Bien —mi voz tiembla —. Normal, más de lo mismo, iré a cambiarme.

Me urge irme de ahí, ya estoy de camino a mi habitación sin permitirle decir una sola palabra. Hice algo tonto, arriesgado y sin sentido. ¿Por qué rayos le tomé una foto a Nicco? ¡Quizá me pilló y se hizo el desentendido! Maldición, mejor no sigo pensando en eso. Tampoco voy a borrar la foto, pensativa y suspirando como tonta, aterrizo la mirada en la fotografía, es idónea para hacer un retrato, la idea me atrapa, me mueve a hacerlo de una vez por todas. Ya creo que estoy loca, esto es solo un impulso al que no debería darle importancia, el problema es que no es nada más eso, en realidad el motivo de peso está en mi corazón.

Pero que líada me siento, antes la vida era menos complicada, por no decir que fácil. Desde que llegué a este piso las cosas han girado, se han volteado como una baraja. Ya nada es lo mismo. Si tan solo siguiera viendo a Niccolò como el chico taciturno y lejano, aunque condescendiente, no estaría en esta posición. Pero no puedo echarle la culpa, soy yo la culpable, y todo cambió desde que lo besé.

Podría decir que estaba ebria, que no quise hacerlo, la verdad es que aunado a ello, deseé aquel beso. Hoy lo sigo recordando, dentro de mí quiero que se repita, y eso está lejos de suceder.

—Papá —salto de la cama, mi progenitor me llama de pronto.

—Clarita, pasé por el mercado y compré unas cosas para hacer tu platillo favorito, ¿quieres venir? —invita.

—Pero si a mí me gusta casi todo.

Suelta una risotada.

—Está bien, uno de los tantos, hija. En esta ocasión haré una lasaña.

—Umm, sí que me apetece, me encanta la idea, pero tengo mucho que hacer, no quiero que te sientas mal, es solo que la uni...

—No, descuida, se me olvida cuanto puedes estar ocupada, podemos quedar luego, ¿vale? —emite sin enfadarse.

—Gracias, eres tan comprensivo, sabes que iría las veces que quieras, pero ahora debo hacer unas cosas, te amo.

—Lo sé, cariño. Cuídate, saluda a Niccolò de mi parte, ¿cuándo podré conocerlo?

Es cierto que aún papá no conoce a Niccolò en persona, tampoco podría decir que de forma virtual, nada, solo le he hablado de él.

—¿Te quedarías más satisfecho si digo que hablaré con él para acordar hacer algo aquí?

El Chico Delle Fragilità © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora