No creyó que vivir bajo el mismo techo que un taciturno y peculiar joven le cambiaría la vida. Niccolò Rossi, su nuevo compañero de piso solía ser retraído, lejano y hermético.
Y, ella estaba ahí, atraída por el muchacho que suponía, encerraba en s...
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El Círculo Vicioso
...
Se ha sentado en el sofá, es hora de que le hable sobre ese asunto. Lentamente dejo de estar con las piernas cruzadas en posición de indio sobre el asiento, tengo la sensación de que él lo está riñendo con solo clavar sus ojos en mí. Me aclaro la garganta antes de hablar.
—Quisiera saber, ¿cuánto debo pagar? Los servicios aquí deben de ser caros, entonces... ¿qué parte me corresponde poner?
No es el asunto inicial, pero sí uno importante.
—¿De eso querías platicar?
—Sí, es relevante.
—No tienes de que preocuparte, trabajas de dependienta, ¿no?
—Sí. ¿Cómo lo sabes?
—No debe ser mucho lo que ganas, créeme que no podrías pagar ni la cuarta parte, mejor dejémoslo así —comenta, me quiero tomar sus palabras con calma, pero en el fondo me cae de la patada. Al menos tengo un empleo, ¿qué hace él? Tengo curiosidad —. Y sé supone que debía ahondar algunas cosas sobre ti.
Claro, para cerciorarse de que no soy una sicópata, cuestión que yo no indagué ni un poco sobre él.
Lo que añade me descoloca un poco, ¿qué más sabe de mí? Mamá de seguro le dio un libro a página abierta de información. Líneas malintencionadas, la redacción contra mí, a su favor. Por ahora no cortaré más tela del asunto.
—Sí, es poco, tampoco quiero ser una mantenida aquí, si viviré en este piso debo aportar algo, y me dices que no me preocupe, ¿vas a correr tú solo con los gastos? No lo veo justo.
—Quieres ayudar, pero no podrás, a mí no me molesta en absoluto.
—No lo sé, podría estar en casa, si mi madre no me hubiera obligado a estar aquí.
—No lo creo, tengo entendido que tu mamá vendió el apartamento, ¿no es así?
De golpe me levanto del sofá.
—No es cierto.
—De no ser así, no estarías aquí, supongo. ¿Por qué no le preguntas? Pensé que lo sabías.
—Ella en ningún momento me lo comentó, ¿por qué no me dijiste esta mañana? ¡Dios! le voy a hablar a mi padre.
Se queda en silencio, solo unos segundos.
—No me molesta que estés aquí, como ves, el piso es grande, quédate el tiempo que necesites. Y no es necesario que pongas un solo centavo. Pero voy a pedirte que no traigas a nadie, con eso me refiero a amigos o algún chico y mantén el orden, ¿podrás con eso? —es directo, y está bien que me lo diga.
Asiento.
—No voy a traerte problemas. Disculpa, haré una llamada. —en mi habitación le marco a mi padre.