«S I E T E» /Clara

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Una Ternura


...


Desde que hablé con Ruby no he podido dejar de pensar en su situación, me preocupa. ¿Y como no hacerlo? Todo parece de una película, y no, desafortunadamente está sucediendo. Habría evitado todo esto si no se metiera en esas cosas. Ahora que lo pienso, ¿habrá sido ese hombre con el que estaba la noche de antier en el club? Tengo mis dudas porque lo habría reconocido, pero tomando en cuenta la escasa luz en el lugar todo es posible.


Trato de alejarme de ese asunto, confío en que todo va a mejorar, eso espero.


Me arreglo el cabello, debo secarlo con una toalla, tengo todo el pelo mojado y sigo en la cama; hace tres horas que llegué al apartamento. Estoy sola, ¿a dónde habrá ido Niccolò? ¿qué hace afuera? Me pregunto de todo, aunque no me concierne nada, su vida no es mi problema, y en el fondo quiero que sea parte de mí. Sacudo la cabeza, idiota que soy por andar pensando ridiculeces.


Si tiene alguna relación, entonces es probable que eso haga estando afuera, pasar tiempo con su pareja. Ni yo me creo eso, se ve que no tiene a nadie, aún así vuelve a interponerse la "posibilidad"  de que pudiera ser cierto. Toda conjetura tambalea y me alejo de ese tonto desequilibrio. Ya terminé de peinar mi rojizo cabello que en cuestión se alborota al estar menos húmedo. Puedo verme como una felina en este momento, algo extraña si veo el color de mis ojos al espejo. Ahí estoy yo mirando mi reflejo, viendo celeste y ámbar de mi mirada: heterocromía.


Puedo decir que soy una creación bonita, un tanto peculiar, no le fue suficiente a la vida hacerme pelirroja, también me otorgó esta (condición) de la que no me siento mal. Todo lo contrario, creo que es genial ser diferente. La vida sería aburrida habitando en una misma franja de color, la variedad marca un punto distinto. Yo lo comparo a una pintura, un lienzo en blanco no tiene sentido, pero cada pincelada lo vuelve diverso y al terminar queda una obra excepcional que será única.


En vista de que me da hambre dejo la cama y me muevo hasta la cocina, soy mala cocinando, ya lo he dicho, suerte que hay en la despensa pan de sandwich y me hago unos tres con jamón y queso, odio la lechuga y el tomate en rodajas. Desde pequeña lo he rechazado, no sabe bien, ahora, en salsa es otra cosa. Pero de esta forma crudo no lo puedo comer. La sola idea me da náuseas. En uno de los taburetes me acomodo para devorar la cena. Es algo temprano para hacerlo, apenas el reloj moverá su aguja a las seis.


La puerta se abre de pronto y me encuentro dándole una enorme mordida a la pieza triangular, tengo la manía de cortarlo a la mitad el pan, por lo que hay seis triángulos. Considerando que tengo la boca llena, no puedo hablar y por añadidura estoy con esta ropa que enseña mucho. Ni siquiera llevo brasier, la camisa es de tirantes y el shorts muy corto. Debí irme a la habitación para evitar esta incómoda situación. Dejo de pensar en todo eso, tampoco soy de mucho pudor y la fracción que había se desvanece en cuanto veo la cosita preciosa que trae en sus brazos. ¡Es un gato!

El Chico Delle Fragilità © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora