No creyó que vivir bajo el mismo techo que un taciturno y peculiar joven le cambiaría la vida. Niccolò Rossi, su nuevo compañero de piso solía ser retraído, lejano y hermético.
Y, ella estaba ahí, atraída por el muchacho que suponía, encerraba en s...
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Culpando Al Corazón
La lámpara de luz directa incide disipando la oscuridad. Me acorrala la duda, llega pronto el motivo de mi estancia en esa habitación de hospital. ¡Maldito Jarek! Lo odio, lo aborrezco con todo mi ser.
Parpadeo con lentitud sobre Niccolò, está encorvado en una silla, apoyando la cabeza al borde de la cama, ahora noto que sostiene mi mano, su tacto tibio me derrite el corazón, que esté aquí, es real. ¡No estoy delirando! Entonces sí ha sido él, que llegó en el momento adecuado.
Sigo desorientada, pero el efecto aminoró, supongo que ya ha pasado algo de tiempo. ¿Qué hora es? Ahora mismo no sé dónde está mi teléfono.
—Niccolò —susurro tras moverlo un poco.
Debo insistir un par de veces más. Es cuestión de segundos para quedarme perpleja. Nicco tiene el labio roto, moretones en barbilla y mejilla. Me preocupa verlo así, más que mi estado. Llevo una mano al contorno, pero me detiene y entrelaza nuestros dedos.
—Clara, no es nada, lo importante es que tú estés bien, ¿cómo te sientes?
—Culpable —admito, soy un desastre emocional, por un lado hay furia, impotencia, tristeza y la forma en que Niccolò me trata lo anuda más.
—No, no es tu culpa sino la de ese degenerado, porque ha sido él quien te dejo así, ¿no es cierto?
—La verdad es que desde que tomé ese cóctel comencé a sentirme extraña —confieso con un nudo enorme en la garganta, rebobinar en el tiempo y volver a sentirme al filo del peligro me pone el corazón a mil por hora, aprieto su mano con fuerza, me hace bien que esté a mi par —. Gracias por aparecer en el momento adecuado, ¿cómo sabías que estaba ahí?
Está a punto de responderme, pero entra el doctor y no me dice nada.
—Me alegra verla consciente, ¿podría decirme cómo se encuentra?
—Bien, ya no es tan terrible como hace... —me quedo en el aire, no sé con exactitud el tiempo que ha pasado.
—Ha pasado media hora, va a estar bien. Quien sea que haya colocado algo en su bebida, tenía mala intención.
—No diré nada al respecto —me limito a decir.
—No, esto no debe quedarse así, tienes que poner una denuncia contra Jarek —suelta dejándome anonadada.
¿Cómo sabe todo eso? En el desconcierto, alterno la mirada entre el doctor y él.
—Voy a dejarlos a solas, volveré en unos minutos —declara antes de marcharse.
Apenas alcanzo a darle las gracias. Ya me dispongo a salir de esa cama y busco mis zapatos. Niccolò aparece y se agacha para ponerme el calzado, como si yo no pudiera hacerlo. Me parece un acto dulce de su parte, se lo permito.