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Ya al día siguiente, la rubia despertó y era la primera vez en todos estos días que dormía cómoda y tranquila. Se metió al baño y tomó una ducha y se lavó los dientes y luego se puso la ropa que tenía ayer, pero también el saco que le prestó el chico porque se sentía algo incómoda con esa ropa que la obligaban a usar.

Estaba peinándose frente al espejo cuando la puerta de la habitación se abrió lentamente dejando ver al chico, el cual sonrió en cuanto la vio.

— Perdón... sólo venia a ver si estabas despierta para avisarte que el desayuno ya está listo— Avisó el.

— Está bien — Respondió Betty poniéndose de pie y caminando hacia el.

Betty caminó detrás de él, bajando las escaleras para atravesar la sala y llegar a la cocina, en donde ya el desayuno de ambos estaba servido en la mesa. Dos platos de panqueques con miel de maple y una fresa encima.

— Están un poquito quemados porque los hice yo— Avisó Jughead divertido sentándose a desayunar al lado de la rubia.

Betty se llevó un pedazo de panqueque a la boca y le sonrió al chico. — Está bien —

Jughead sonrió. — Me alegra que te gusten. Después de que desayunes te llevaré de compras—

Ella asintió y ambos continuaron desayunando en silencio. Cuando terminaron y se tomaron un vaso de leche chocolatada, Lucía se llevó los platos y Jughead llevó a Betty hasta la sala.

En la sala habían dos hombres enormes de traje y le dieron miedo a Betty, quien se ocultó detrás de Jughead e involuntariamente tomó su mano, cosa  que asombró a Jughead y también lo confundió un poco.

— Muchachos... ella es Betty Cooper. Ustedes la llevarán de compras. Betty... ellos son Gastón y Mario. Van a acompañarte— Dijo Jughead mirándola.

Betty lo miraba con ese miedo intenso reflejado en sus ojos y eso lo preocupó.

— Muchachos... espérenme afuera— Les ordenó.

Los guardaespaldas asintieron y salieron de la mansión, y el ojiazul miró a Betty y la tomó de ambas manos.

— ¿Que ocurre?— Le preguntó en voz baja. — Te noto asustada—

— Es que... e-esos hombres me asustan— Confesó con los ojos cristalizados.

Jughead suspiró y se le partió el alma cuando la escuchó decir eso. Deseaba saber por cuáles cosas ha pasado para tal vez poder ayudarla.

— Ellos no te harán daño. Ya tienen órdenes de protegerte— Aseguró sonriéndole. — ¿Quieres que yo valla contigo?— Preguntó.

Betty asintió bajando la mirada. — Si no te molesta...

— Claro que no me molesta pequeña — Aseguró tomándola de la mano. — ¿Vamos?—

Ella asintió y salieron juntos de la mansión encontrándose con aquellos guardaespaldas afuera. Entraron al vehículo que iba siendo conducido por uno de los guardaespaldas mientras Jughead iba detrás con la ojiverde. Ella estaba aferrada a él, como si él fuera su lugar seguro.

Y la realidad es que ella no conocía nada ni a nadie. Ella siempre había sido una inocente y sencilla chica a la que le arrebataron todo en un día.

Llegaron al centro comercial y bajaron del vehículo. Jughead guió a Betty hasta el interior del centro comercial y uno de los guardaespaldas iba tras ellos mientras el otro esperaba afuera junto al auto.

— Por allá está el sitio en el que está la ropa— Dijo Jughead señalándole dicho lugar a la rubia. — Y si te pierdes o buscas algo y no lo encuentras puedes decirle a una de las empleadas de éste lugar. Estaremos esperándote aquí—

Rescatar Tu Corazón •Bughead• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora