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— Esa chica gótica de Inglés es rara —dije a Taehyung cuando nos estábamos vistiendo para EF (educación física).

— Ajá, te acojonó de veras —estuvo de acuerdo él.

— Después de diez años viendo tu fea cara, nada me acojona.

— Oh, vale, ¿entonces por qué has estado dándole vueltas desde que salimos de inglés?

— No lo he hecho —Pero era cierto. Cuando la chica había dicho eso de que sería mejor que nunca me volviera fea, cuando me había mirado esa última vez, había sido como si supiera cosas de mí, cosas como que solía llorar cuando mi madre se largó porque no creía que volviera a verla nunca más (lo cual no había estado muy lejos de lo que ocurrió en realidad). Pero eso era estúpido. Ella no sabía nada.

— Lo que tú digas —dijo Taehyung.

— Fue espeluznante, vale —estuve de acuerdo—. Es escalofriante que exista siquiera gente así.

— Y venga a esta escuela supuestamente exclusiva para arruinarla para el resto de nosotros.

— Ajá. Alguien debería hacer algo respecto a ella.

De veras lo creía así. Había intentado actuar como si no fuera gran cosa, ser elegida princesa o príncipe y todo eso, pero en cierta forma lo era. Este debería haber sido un buen día para mí, pero esa bruja lo había arruinado.

Así era como pensaba en ella: una bruja. Normalmente, habría utilizado una palabra diferente, una palabra que rimaba con bruta. Pero algo en la chica, la forma en que me había mirado con esos ojos aterradores, de un color verde que nunca antes había visto, me había hecho pensar en una bruja. Bruja la describía totalmente.

Después, en el gimnasio, la había visto de nuevo. Estábamos corriendo en la pista cubierta, pero ella no. No se había vestido, todavía llevaba las ropas negras holgadas de antes. Estaba sentada en un banco bajo los ventanales del techo. Sobre ella, el cielo estaba oscuro. Iba a llover.

— Alguien debería darle una lección —Pensé en sus palabras: "Eres fea ahora, por dentro, donde realmente importa... eres bestial". Menuda estupidez—. No es distinta a todos los demás. Si pudiera entrar en nuestro grupo... lo haría. Cualquiera lo haría.

Y en un segundo, supe lo que iba a hacer.

Aceleré el paso. Teníamos que dar cinco vueltas alrededor de la pista, y normalmente yo las hacía a paso mesurado, porque una vez terminabas, el entrenador te hacía empezar otra cosa. Era una mierda que tuviera que dar EF cuando estaba en dos equipos escolares. Además sabía que el entrenador pensaba del mismo modo, así que normalmente podía librarme. Si dirigías al entrenador la mirada correcta de respeto... el tipo de mirada que le hacía recordar la clase de cheques que firmaba tu padre para financiar la asociación de atletismo... podías lograrlo.

Incluso yendo lento, terminé media vuelta por delante de la persona más cercana y empecé a recorrer la pista hasta el banco en el que la bruja estaba sentada, estudiando algo que tenía en el regazo.

— ¡Manobal! —chilló el entrenador—. Si has acabado, puedes sacar las pelotas de baloncesto.

Yo dije:

— Muy bien, entrenador —Comencé a alejarme, como si fuera a hacerlo, luego fingí un sobresalto—. Oh, tengo un calambre que debo aliviar. ¿Puedo estirar? Será mejor que no me haga daño.

Inserté ahí la mirada respetuosa.

— Vaya, adelante —rió el entrenador—. Vas kilómetros por delante de los demás de todos modos.

Funcionó.

— ¡Es usted genial, entrenador!

Él rió.

Cojeé hasta que se dio la vuelta, después me acerqué al banco donde la bruja estaba sentada. Comencé a estirar.

— Eres realmente buena manejando a los adultos, ¿no? —dijo ella.

— Soy excelente —le sonreí—. Eh —Vi el objeto que tenía en el regazo. Era un espejo, uno de esos anticuados con mango, como en Blancanieves. Cuando me vio mirarlo, lo deslizó rápidamente en su mochila.

— ¿Para qué es el espejo? —pregunté, pensando que era raro que una chica fea llevara por ahí un gran espejo. Raro para cualquiera, en realidad.

Ella ignoró la pregunta.

— ¿Qué tal tu pierna?

— ¿Qué? —Me detuve en mitad de un estiramiento—. Oh, en realidad está bien. Bueno. Sólo quería venir a hablar contigo.

Ella arqueó una ceja.

— ¿A qué debo este honor?

— Yo no diría que es un honor. Sólo estaba... pensando.

— Eso debe haber sido toda una experiencia para ti.

— Estaba pensando en lo que dijiste en clase. Y he decidido que tienes razón.

— ¿De veras? —Parpadeó unas cuantas veces, como una rata saliendo de su oscuro agujero.

— Ajá, de veras. Por aquí juzgamos a la gente por su apariencia. Algunos como yo... afrontémoslo, tengo mejor aspecto que la media, y lo tengo más fácil que...

— ¿Yo?

Me encogí de hombros.

— No iba a ser tan específica. Mi padre trabaja en las noticias, así que sé como es esto. En su negocio, pierdes tu apariencia, pierdes tu empleo.

— ¿Eso te parece bien?

— Nunca había pensado en ello, ¿sabes? Quiero decir, no puedes evitar ser como has nacido.

— Interesante —dijo ella.

Le sonreí, de la forma en que gustaba a las chicas, y me acerqué, aunque casi podría decirse que me lance.

— Tú misma eres bastante interesante.

— ¿Por interesante quieres decir rara?

— Puedes ser rara en el buen sentido, ¿no?

— Muy justo —Miró su reloj, como si tuviera algo que hacer, como si no estuviéramos todos atrapados como ratas en EF—. ¿Es eso lo qué has venido a decirme?

Bruja.

— En realidad no. Estaba pensando en lo que dijiste, y pensé que tal vez debía... expandir mis horizontes un poco —Esa era una frase de papá. Siempre estaba diciéndome que debía expandir mis horizontes, lo que normalmente significaba trabajar más—. Ya sabes, conocer a otro tipo de gente.

— ¿Gente fea?

— Gente interesante. Gente a lo que no haya conocido antes.

— ¿Como yo?

— Exactamente. Así que me preguntaba si, hum, si vendrías conmigo al baile la semana que viene. Creo que pasaríamos un buen rato.

Me miró, y las partes verdes de sus ojos parecieron destellar y a punto de hervir a los costados de su huesuda nariz. Imposible. Entonces sonrió. Fue un modo extraño de sonreír, intrigante.

— Sí, sí, quiero ir contigo.

Por supuesto que quería.

𝕭𝖊𝖘𝖙𝖎𝖆𝖑 (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora